miércoles, 30 de diciembre de 2015

Mar






MAR

Vuelvo al agua, al océano, la espuma blanca me eleva, estalla, emerge juguetona, mientras en los lechos se enrosca la arena, forma ramas que se entrelazan. Bosques frondosos que crecen y terminan su ciclo vital para dejar entre la tierra su simiente.
Tierra, arena dura, océano de pliegues entre lo que los sueños fueron desgranados al amor del fuego. 
Ardieron los excrementos, los huesos del camello, las ramas de las acacias, al amor de los recuerdos de los ancestros que volvían a contagiarnos sus ansias por alcanzar vergeles donde las fuentes no cesaban de manar y las gacelas eran el horizonte de la mirada de los hombres. Escuchábamos y nos adormecíamos con el arrullo de la flauta de hueso, y la caricia de las cuerdas de la kora. A la mañana el sol despertaba raudo y veloz y ya besábamos su luz con una plegaria, la primera del día, antes de continuar con la rutina. Cada jornada nos traía un tesoro por descubrir y sin darnos cuenta crecíamos sintiendo la arena entre los dedos y mis plantas buscaban siempre las profundidades en las que encontraba conchas, fósiles, y huesos.

Mis pies guardaban memoria de mi destino pero no lo supe ver hasta que perdí el contacto con la tierra y me tenía que poner mis zapatos cada día y en ese instante en que mis dedos no podían moverse sentía tal opresión en mi pecho que solo lanzándolos ocho horas más tarde conseguía aliviarme.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Flor de loto




El loto es una flor especial. Nace de las aguas más fangosas, su raíz se alimenta del oscuro lodo. Emerge  sus flores sobre el agua a más de un metro de altura. 

Esto fue lo primero que me sorprendió al contemplar el lago de Hangzhoe. Aquellos tallos tan altos  y aquellas hojas que se asemejan a sombrillas bajo las que guarecerse de la lluvia pertinaz y el implacable sol.  Entre ellos irrumpe el capullo de loto, cual lagrima liberada por la alegría desbordante.
Desde la orilla del lago una mujer se aproximó hasta el banco en que estaba sentada y trató de quebrar uno de aquellos tallos. Los dos fragmentos permanecieron unidos por unos hilos finos. Me ofreció el fragmento en el que estaba el capullo y los llevamos a la orilla para depositarlos entre el agua, con la esperanza de que sobreviviera y logrará abrirse la flor. Nos miramos y me dijo:
-          El amor es un loto, no se quiebra nunca, sigue vinculándonos con hilos finos pero resistentes como la seda.
Dejamos la flor flotando en el agua y ella se fue. Me quedé allí contemplando los lotos y sintiendo su dulce fragancia envolviéndome…

Lotos blancos que se abren a la luz del amanecer, lotos hermosos, carnosos y suaves
. Sobre ellos me deslizo hasta el centro de la hermosa flor que, emerge del fango más oscuro, para dar luz y pureza a los reflejos sobre la quietud de las aguas.
Fuera hace frío, la niebla aún se desliza sobre la superficie y el agua aún no es espejo de ese cielo que trae la promesa de dulces días.
Mientras dentro de los pétalos el aliento de la ternura me embriaga y me buscas con la mirada. Nuestras manos se entrelazan atraídas por una fuerza serena y firme. La danza comienza. Los pétalos se abren y el espacio entre ellos es mayor, para permitir que nuestros cuerpos se abracen y se fusionen poco a poco en una amalgama donde todo se reequilibra y se transforma, permitiendo que sea la esencia amorosa la que dirija la fusión. Dejan de existir brazos, piernas, pechos, caderas, manos, cabelleras para ser firme pálpito, suave canto y latido acompasado.  Lejos ya del espacio y del tiempo, la luz blanca de los pétalos es la luz que late dentro de  esta entrega absoluta donde no hay fronteras, ni límites.
Somos amor, bondad, compasión. Sentimos que esa conexión es tan fuerte y poderosa que ya nada será igual. Hay un antes y un después de este encuentro.
La lluvia comienza a penetrar en esta flor y nos envuelve parece que trata de llegar a colmar los pétalos y nos lleva a volver a sentir nuestros brazos, nuestros cuellos, el peso del cuerpo vuelve a hacerse presente y sentimos un temblor en el que la energía palpita antes de ser dos.  En  esa separación se fija la huella de la certeza de que nos volveremos a encontrar y a reconocer en esa energía vibrante, sin importar nuestro sexo.
Esta convicción nos guiará hacia el reencuentro y no importará ni cuanto tiempo habrá pasado, ni donde será, pero ocurrirá y lo sentiremos, sabremos que hemos caminado para llegar  hasta aquí, hasta ese momento y todo cobrará sentido.
La lluvia nos llega a las rodillas y nos zambullimos en esas aguas, jugamos con ellas, llenamos las palmas de las manos y la lanzamos sobre nuestras cabezas, reímos y danzamos alrededor del pistilo. Nadamos entre los estambres y llegamos a alcanzar las anteras en las que nos sentamos y entonces un pétalo se dobla y el agua rebosa fuera del loto.
Contemplo como el agua desciende rauda y cuando levanto la vista para mirarte, ya no estás. Te has ido ya, pero sé que volveremos a encontrarnos. No sé cuándo, ni dónde pero sé que así será y las dos lo sabremos. En el abrazo nos reconoceremos y no hará falta poner palabras, ni adjetivo alguno.  Nuestro cuerpo recuperará la memoria, y sabrá.
Esos encuentros serán la forma que tendremos de nutrirnos, de curarnos cuando perdamos el rumbo. Será la forma de volver a la raíz a nuestra esencia que no es otra que el amor.

Me abrazo al pistilo y me hago eco del hermoso canto, lo repito desde el fondo del corazón, una y otra vez, como un mantra.

AMAPOLAS




Rojo intenso, rojo carmesí, rojo brillante que se acentúa entre los estambres negros. Interior suave y frágil me acoge. La amapola se mece suave al antojo del viento del sur. Y la música llega al centro donde aguardo, todo lo que está en el exterior vibra y reverbera en el interior pero depurado por el pétalo.

El sol intenso, la lluvia juguetona nos envuelven. Con el tiempo la transparencia de los pétalos cada vez es mayor. Rosados ya, ajados incluso dejan que se vea el campo de maíz donde ya han recogido la cosecha. Aún así, descolorida, rota sigue siendo un buen refugio, sigue siendo el lugar que habito.
- Mi dulce amapola, gracias por cobijarme. Gracias por protegerme, namaste.

Las semillas se forman ya en su interior, ya puede dejar que una ráfaga de viento se lleve sus pétalos, toda su energía está muy dentro.

Te despojaste de lo que ya no servía y ahora soy yo quien debe desprenderse de lo que también me sobra, de la carga inútil para irme hacia lo verdaderamente importante. No hay otro camino. Los ciclos deben sucederse, no hay resistencia posible.


martes, 17 de noviembre de 2015

Entrevista en ONDA CERO

Ayer me llamaron de ONDA CERO para entrevistarme sobre mi relato, " Khiva"  que acaba de ser publicado por la Editorial Casiopea,  tras ser seleccionado en el VII CONCURSO INTERNACIONAL DE MUJERES VIAJERAS.

Tras los atentados en París han puesto el acento en una frase del relato en la que recojo la prohibición de llamar a la oración desde las mezquitas en Uzbekistán 

Podéis escucharme en este enlace.  
Paz para todos y todas , salam. Gracias. 

sábado, 7 de noviembre de 2015

Latidos terrestres

A Natalia Sánchez con gratitud 


Nos sentamos formando un círculo, nos tomamos de las manos y la energía comenzó a fluir. En la palma de mis manos sentía la danza del corazón que el Porto do Son realizamos alrededor de aquel tambor que latía imperturbable. Seguimos el pulso de la danza trazando ese doble infinito o nudo celta que nos armonizaba. Pero ahora sentía a la energía danzar en la palma de mis manos, trazar esa figura que se transmitía de mano en mano.
Inspiré profundo y comencé a ver como la luz descendía,  se suavizaba. Y entonces comencé a sentir…
…Ha llegado el invierno. El frío avanza implacable. Se congelan las gotas de lluvia que se han introducido entre las grietas de la corteza de los árboles. Las ramas son azotadas por el viento.
-          ¿Peligra la envergadura de la copa?¿ Y si se quiebran las ramas?
La fuerza del viento es cada vez mayor y la fuerza de la savia desciende hasta la raíz. Sientes como se adormecen  las ramas más lejanas, y oyes el crujido al quebrarse. Durante unos segundos la incertidumbre te tensa. La preocupación se apodera de tu pensamiento.
-          ¿Qué pasará? ¿Podré sobrevivir?
-          Es necesario desprenderse de lo que sobra. ¿Para qué cargar con más peso del necesario? Libérate de la carga inútil. No hay dolor en esa liberación sino gozo, apertura hacia lo nuevo. Tu seguridad está en la raíz, retorna a la esencia y espera con paciencia, con confianza.
En la raíz la quietud te remansa, los recuerdos vuelven pero como ecos vacíos de espinas que te ahuecan, horadan cavidades nuevas, laberintos por los que transitará la savia en primavera.
Te serenas, vuelves a sentir quién eres y para qué estás aquí. Eres mujer árbol. Un buen día sientes los primeros brotes de las hojas desperezarse en el interior y brotan hacia afuera. A las yemas le siguen los brotes, a estos las ramas, las hojas que eclosionan y el viento las balancea. La lluvia con su caricia despereza a las flores. Se escuchan los trinos de las crías de los pájaros.
¡Son los ciclos de la vida!
Disfruto de ese sol tibio, de la flor que lucirá espléndida en noches de luna y se desprenderá de sus pétalos blancos, con un hilo rosado. Su carnosidad se repliega hacia el interior del fruto que comienza a crearse. Frutos que sientes medrar en el interior del erizo.
Los pájaros intentan llegar a las castañas pero las afiladas espinas las protegen. Sus intentos son canciones con mucha percusión que sólo logran recolocar los frutos en el interior del erizo. Unas serán grandes,  hermosas, y otras en cambio serán delgadas, blandas.
-          ¿Por qué no pueden medrar todas? ¿Acaso no son frutos del mismo árbol?
-          ¿Acaso la madre no es la misma para sus hijos y aún así cada uno es diferente y único?
-          ¿Cuántos frutos son capaces de medrar?
-          ¿Cuántos talentos tienes?
-          Cada momento vital me imagino que tiene sus aprendizajes y ante esos cambios tienes formas de afrontarlos muy distintas. Ahora empiezo a comprender que en esos frutos están nuestros talentos y todos son necesarios. En unos momentos daremos más importancia a unos que a otros, pero…
-          ¿Darás más importancia?
-          No, no quiero decir eso. Quiero decir que estaré más enfocada en unos que en otros.
-          Eso es, el enfoque. Todos son parte de ti, van contigo siempre y están ahí por algo, para algo aunque no lo creas.
-          Sí, mi responsabilidad es desarrollarlos. Vivir para que puedan aflorar.
Los días se acortan, las noches largas y los vientos se enarbolan, enredan las ramas, mudan las hojas, sus troncos verdes en troncos ocres, amarillentos. Quizás el recuerdo del sol se cuela por sus poros antes de desprenderse de tus frutos.
Caen los erizos y unos niños recogen las castañas.
-  ¡Mira,  éstas que buenas!

- Estas son más ruinas, no nos sirven.
Y son  esas las que desechan, las que ahora te preocupan. Las otras sabes que nutrirán los estómagos de los niños y ancianos. Sabes que  calentarán las manos de los transeúntes en las aceras y serán el detonante de recuerdos ligados a la infancia, a las abuelas picando y colocando sobre la chapa de la cocina de carbón, para tenerlas a punto y ofrecer una, tras una larga mañana en la escuela. Pero las que no despiertan deseo, a esas ¿qué les depara el destino? ¿Qué será de las desechadas, las olvidadas, las invisibles?
- No, no son inútiles. Míralas entre las hojas, algunas se descomponen y nutren el suelo para que otras puedan germinar. Otras son el alimento de roedores que se las llevan para sus crías.
- Nada se desperdicia. Todo tiene su función, su valor, ¿quién soy yo para comparar el valor de una frente a otra?
- La naturaleza no juzga, la vida palpita, actúa, es, se transforma, existe, es eterna.
-Yo soy naturaleza, humana y en esa humanidad la mente ha intentado dominar la naturaleza.
- Sí, pero eres naturaleza y eso está por encima del calificativo de animal, vegetal o mineral. Todo tiene su equilibrio y la fuerza de la vida lo reestablece. La mente humana crea universos, de ciencias, de creencias… Elabora para tratar de manipular, de doblegar pero no es esa su función.
- Naturaleza… me has hecho sentir la naturaleza vegetal y en sus ciclos los miedos, los gozos, las alegrías, las preocupaciones no han servido para cambiar nada de lo que le ocurría al árbol. ¿Para qué preocuparse? Es inútil. Cuando dejo de pensar vivo intensamente esa eclosión de las flores, sus fases sintiendo el color, la alegría de la polinización, la gestación del fruto. No hay dolor, ni un antes, ni un después.
- Estabas en el presente, en el ahora.
- Es cierto y era feliz. Sentía paz.
- Eras paz. Nuestra naturaleza humana tienen la capacidad de analizar esas otras naturalezas, de entender el equilibrio y ayudar a que se reequilibren las energías que nos conforman pero nuestra función no es tener el control.
- Me  decía a mi misma “pasará, todo pasará”. Son los ciclos, no es responsabilidad mía.
- Eso es, tu responsabilidad no es el control.
-Vivimos tan ligados a la necesidad de querer tener el poder de decisión sobre tantas cosas.
- Nos han educado para creer eso y ahora debemos desprendernos de esas ataduras y contemplar, sentir nuestra esencia natural, vivencia esos ciclos apasionadamente. Escucha los ecos,  las resonancias de tu interior, las voces de tus ancestros. La búsqueda de la felicidad está en vivir en el presente, es estar pleno en este instante, aquí y ahora. El pasado ya fue, y el futuro está por venir, se construye en este acto de hoy, de ahora.
- No podemos bañarnos dos veces en la misma agua del río.



Cierro los ojos y respiro profundo tres veces. La luz se apaga y entre las arenas anaranjadas del desierto contemplo las acacias. Siento sus raíces adentrarse en las arenas y alcanzar el agua subterránea. Esas aguas son las mismas que mucho más al sur toman los árboles de argán y más al este, hacia oriente son las aguas del Amu Daria en las que beben las cosechas de algodón y alcanzarán a duras penas el Mar de Aral. Son los tesoros líquidos que canalizan los abedules desde las altas montañas, más arriba de las coníferas, y las secuoyas, con sus cortezas blancas en las que se refleja la luna y con las que erradicarán el dolor de cabeza las tribus indias. Bosques de abedules, de robles de castaños, álamos, olivos,  cedros y palmerales, todos están conectados. Bajo sus copas se mecen mis sueños, protegen mis besos y guardan memoria de los tesoros de mi sabiduría.
La noche se cierne sobre las dunas y el resplandor del fuego ejerce de guía. No me siento sola, no hay otra persona conmigo pero siento la fuerza de la humanidad dentro de mi corazón. Debo mantener vivo el fuego, esta noche la hoguera debe permanecer encendida y camino alrededor de ella en círculos. Recojo excrementos de camellos que pasaron por aquí hace mucho tiempo. Alimento las llamas con ellos y tomo té mientras contemplo ese cielo estrellado donde las dunas son océanos que oscilan,  extendiéndose hacia el infinito.  Soy polvo de estrellas.








Encinas de Bareyo (Cantabria)

lunes, 12 de octubre de 2015

Entrevista a Esmeralda Vizcaíno en la SER



Si no fue posible escucharme en la radio aquí está...

Espero que la disfrutéis.

Emitida el domingo 11 de octubre de 2015  en "A vivir que son dos días" en la CADENA SER ( ASTURIAS)


Si queréis el libro podéis adquirirlo aquí
http://www.edicionescasiopea.com/?product=vii-premio-internacional-relatos-de-viajeras

Álbum fotográfico Khiva ( Uzbekistán)


La muralla de Khiva


Minarete inacabado Kalta Minor


Interior del Harem Real



Detalle de azulejos en el Palacio Real


Mezquita de Khiva de las 114 columnas



Títeres en Khiva en la Cueva de las Mil y una noches 




 Entrada  a la ciudad

 Entrada norte a la ciudad




azulejos clavados






























Era necesario recibir a los nómadas en sus yurtas, para evitar de desconfianza que les provocaban las estructuras de los palacios. Por eso en el patio central de las audiencias se eleva esta plataforma a la misma altura que la terraza desde la que se sentaba el sultán. Recibía a los nómadas en su yurta y entablaban negociaciones...
























 Vida intramuros






 Casas de adobe, aún quedan 300 habitantes.Dejad que la vida siga latiendo en Khiva