sábado, 16 de enero de 2016

Mis relatos sobre mi viaje a China ven la luz

Ayer recibo este email, y con gran sorpresa veo que "China en el recuerdo",  forma parte del libro


Recibes este email porque ya tenemos el borrador del libro que publicaremos con una selección de los relatos y microrrelatos finalistas del ​​X Concurso de relatos Moleskin 2015 y alguno de tus relatos y/o microrrelatos estarán en el libro.



Aquí podéis leerlo ya: 

https://vagamundosmoleskin.wordpress.com/2015/04/08/china-en-el-recuerdo-autor-esmeralda-vizcaino/



En la web el fallo: 
https://vagamundosmoleskin.wordpress.com/

Los relatos se presentaron en dos categorías: Relatos de viaje y Microrrelatos

El X Concurso de Relatos de Viaje 2015 ha tenido un enorme éxito, no sólo por la cantidad de relatos a concurso, 325, sino también por la calidad y variedad de los mismos, provenientes de España y 13 países de Latinoamérica, así como de hispanos residentes en lugares tan lejanos como algunos de los viajes que se cuentan en los relatos a concurso, como Japón.

El concurso ha regalado 50 libros de Ediciones del Viento, la editorial española referente en la edición de libros clásicos de viaje con su colección Viento Simún, que incluye 82 títulos diferentes a fecha de julio de 2015, y un lector e-reader Papyre 602w de Grammata, la empresa española líder en el mercado de lectores de libros electrónicos.

Objetivos y participantes. El objetivo del concurso es promocionar el trabajo de escritores en un género clásico, el de la literatura de viajes, y en un género que cada vez es más popular, el de microrrelatos. Los lectores de moleskin.es pueden viajar por el mundo virtualmente, ya que los relatos de este año y ediciones anteriores están disponibles para su lectura en la web.

La participación popular ha quedado ampliamente reflejada en las 200.156 visitas a moleskin.es, de las cuales más de 6.700 fueron en el mes de junio de 2015, y los 3.252 comentarios que se han hecho a los relatos.

Jurado. El jurado ha tenido un arduo trabajo para seleccionar los relatos ganadores y finalistas por el alto nivel de calidad. Los miembros han sido Eduardo Riestra, editor de Ediciones del Viento, Carlos Olmo Bosco, presidente de la asociación cultural Vagadamia, Carlos Brea Eiroa, escritor, e Iván Marcos, lector impenitente, viajero y ciudadadano del Mundo y creador de Leer y Viajar.

Premios. El ganador del concurso en la categoría de relatos ha sido Joaquín Valls Arnau, con el relato Una escapada romántica, que se lleva una selección de seis (6) libros digitales de la colección de viento Simún de Ediciones del Viento.

El ganador del segundo premio ha sido Víctor García Bustos, con el relato El sauce y el Cadillac, que se llevan un lote de cinco (5) libros digitales, de la colección Viento Simún de Ediciones del Viento.

El tercer premio ha recaído en Enrique Vaquerizo Domínguez, con el relato La lucha de los Diola, que se lleva un lote de cuatro (4) libros digitales de la colección Viento Simún de Ediciones del Viento.

El cuarto premio se lo lleva Santiago Fernández Reviejo, con el relato Hechizo en Yemen, que se lleva tres (3) libros digitales de la colección Viento Simún de Ediciones del Viento.

El quinto premio es para Juan Fernando Merino, con el relato El último tren a Nueva York, que se lleva dos (2) libros digitales de la colección Viento Simún de Ediciones del Viento.

Los autores entre los puestos sexto y décimoquinto recibirán un (1) ejemplar digital de la colección Viento Simún de Ediciones del Viento.

Feliz año maya. Autor: Albert Franquesa Valcárcel

13 soles. Autor: Autor: Albert Franquesa Valcárcel

La primera vez que oí hablar de Omán. Autor: Alicia Ortego

China en el recuerdo. Autor: Esmeralda Vizcaíno

La lluna, la pruna. Autor: Xavi Ballester Fábregue

Preguntas y respuestas en un tren indio. Autor: Oscar Presilla Kröbel

En el Mundo de los Sueños. Autor: Isabel Mª Rojas Herrera

La vida que no imaginé. Autor: Jairo Manuel Sánchez Hoyos

Tocando el cielo en Bagan. Autor: Oscar Presilla Kröbel

El lado oscuro de Nueva Orleans. Autor: Andoni Aldasoro

El ganador  del concurso en la categoría de microrrelatos ha sido Manuel Arechavaleta, con el microrrelato El autobús, que se lleva cuatro (4) libros digitales de la colección Viento Simún.

El segundo puesto ha recaído en Xavi Ballester con Los dos hombres, que se lleva tres(3) libros digitales de la colección Viento Simún, y el tercero para Mei Morán con Al-Qūṭī, que se lleva dos (2) libros digitales de la colección Viento Simún.

Los ganadores del cuarto al décimo puesto se llevan un (1) libro digital de la colección Viento Simún. Sus nombres son Bernardo Ríos Almagro, Mei Morán, Rafael Restaino, Paloma Hidalgo Díez, Raquel Otheguy Rivón, Enrique Patiño y Salvador Robles.

Se ha sorteado un lector e-reader Papyre 602w de Grammata entre todos los participantes con relatos a concurso, y se lo lleva Isabel Alonso Matías, residente en Madrid, España.

Se han sorteado 2 libros entre los autores que han hecho subido relatos y microrrelatos, y los ganadores han sido Ignacio Saito Muñoz y Marta Guglieri Vinuales

Se han sorteado 2 libros entre los lectores que han hecho comentarios a los relatos, y los ganadores han sido Raquel y Alea.

Se informará personalmente a todos los ganadores por correo electrónico para la entrega de premios.

Como otros años, se editará un libro que incorporará los relatos ganadores y una selección de los presentados a concurso, del que los autores incluidos en la selección recibirán una copia gratuita en formato digital en cuanto esté terminado. Los libros de ediciones anteriores están publicados en Lulú.


El jurado agradece a todos los participantes, ya sean con sus relatos, microrrelatos o comentarios, su apoyo a Moleskin, y destaca que muchos de ellos repiten año tras año con nuevos relatos.

viernes, 1 de enero de 2016

Templo

El silencio tan ansiado aparecía llegar cuando ya trazaba la última línea. Un vacío interior absoluto donde todas mis preocupaciones y temores habían enmudecido  y solo oía el leve roce de la arena al deslizarse por el interior de aquel instrumento de bronce al que acariciaba para que no dejasen de manar los granos rojos con los que trazar la última línea de mi mandala.

Llevábamos casi tres días trabajando durante cinco horas en silencio. Al comienzo mis dedos temían romper aquel instrumento, o estropear lo trazado. La fuerza era insuficiente para que la arena se deslizase en unos instantes mientras que en otros, era excesiva y amontonaba demasiados granos que debía esparcir. Poco a poco fui logrando una mayor destreza y ahora cerca ya del final lograba trazar la línea fina que cerraba el cuadrado.  Terminar y observar durante unos instantes la obra concluida por los cuatro lados. A penas me dio tiempo a memorizarlo. No había entendido aún que no era necesario. Solo tenía que mirarlo, dejar que mi mente fuese el mandala.
-          “Abandona. Deja de sentirte atrapada en los sentidos”.

 Hice otros mandalas y siempre sentía cierta precipitación cuando llegábamos al final. No era suficiente el tiempo que transcurría desde el último grano y la destrucción.  Algo dentro de mí gritaba, se rebelaba cuando mezclaban los colores y se tornaba gris aquel montón de polvo que era derramada en el jarrón para ser vertido a la corriente del río. Era el apego quien me gobernaba. Aun no había sentido la liberación de las ataduras del miedo, de la razón, de los pensamientos que nos llevan a estar siempre imaginando un futuro o esclavizados por el pasado.

Me dejaron en la orilla del río con el jarrón de cobre. El agua me llegaba a las rodillas y observé esas aguas deslizarse para no volver jamás río abajo, y vertí la arena gris del mandala despacio. Se arremolinó en la superficie a medida que iba siendo arrastrada por el aliento del río y  desapareció junto con mi anclaje a los pensamientos. Sentí el frescor  ascender por mis pies hasta mi cabeza. Fui arena, agua desbocada. Sentí la satisfacción del trabajo realizado y en ese instante entendí que debía sentir el apego hacia el presente efímero, ese era el  reto.
Meditaba y llegaba a ser corriente, durante unos instantes y me observaba evadiéndome hacia los proyectos,  hacia los recuerdos… poco a poco iba mejorando mi concentración.  Mis destrezas eran alabadas en la elaboración de mandalas.

El retiro en el monasterio iba a terminar en unos días y decidí pasar en soledad los últimos días. Me fui a las grutas en las montañas. Allí en las cuevas habían vivido anacoretas.

Me adentré en una cueva despacio, la oscuridad me rodeaba y la humedad era cada vez mayor. A tientas busqué un punto de referencia y sentí la dureza de la piedra, la toqué y fui palpando sus contornos hasta llegar a  la siguiente que reposaba a su lado. El aturdimiento que sentía fue disipando a medida que recorría los bloques. La humedad iba incrementándose y seguía la senda de aquellos vapores leves que desprendían las paredes hasta que llegué al umbral de aquella estancia.

Al atravesar el arco de aquella cavidad la luz del amanecer iluminó la estancia, suavemente y vi a mis pies un sin fin de flores de loto abriéndose. De sus pétalos blancos y magentas con una suavidad casi imperceptible se acariciaban unos a otros, no dejando más que adivinar el agua del estanque. Su carnosidad se vislumbraba cuando alguna gota de agua discurría hacia su centro. Levanté la vista y pude contemplar un altar con  cuencos de piedra sobre los que pétalos rojos y naranjas contrastaban con los platillos de arroz blanco y por encima de aquellas ofrendas la diosa Lakshmi cogía de la mano a Visnu.

El agua discurría alrededor formando unos hilos que recorrían todo el altar y alimentaba el estanque de los lotos.  Respiré profundo y cerré los ojos. Al poner mi atención en el susurrar del agua y al abrir los ojos me observé y comprobé que vestía con una túnica naranja realizando un mandala sobre el suelo en el que dibujaba la flor del loto de vivos colores. 


Todo se apagaba, dejaba de existir, solo era arena, no salirme de las líneas marcadas, no tenía conciencia ni del tiempo que llevaba haciendo aquel mandala de enormes dimensiones que cubría el suelo de la estancia. Cuando coloqué el último grano de arena me quedé observándolo por fragmentos, tratando de memorizar cada parte como las piezas de un puzzle y sentí el miedo en el centro, satisfacción y me levanté hacia la puerta. La abrí, el viento comenzó a levantar la arena, la luz entró por el techo iluminando la sala en la que yo giré con la arena de colores, suspendida a mí alrededor, girábamos tan despacio, conformando una sola figura, el despertar. Y en mi corazón sentí paz.