El desierto te enseña que la huella será ligera, será
borrada por un aliento y al final la piedra que señala el último lecho de tu
cuerpo será enterrada por una duna que avanza imparable. Mientras tanto entre
un grito y el silencio la vida discurre como el agua que da vida al árbol del
argán y alimento a las cabras. Seguiremos plantando palmeras, olivos y
arganos.
Barro en ebullición,
ruinas de barro,
nidos que aguardan el regreso de la cigüeña nómada.
Ríos de palmeras que desembocarán en un océano de dátiles.
Vueltas y revueltas para llegar a la cumbre más alta,
Pero la más inasequible es la unos ojos cerrados,
Junto con un silencio opaco.
El camino sigue atravesando colinas de cedros,
alimento para las manos artesanas.
La oración cinco veces al día marca el ritmo de los años, el
devenir de una vida de oración, compromisos, responsabilidades que se encuadran
en el interior de los libros sagrados. Reflexión en la madrasa, salat
orientado del este. Pero la brújula de tu verdadera vida te marca un camino.
¿No lo escuchas? La infancia lo sabe y te susurra: - Escucha a tu corazón,
síguelo.
Recrear el jardín interior que llevamos dentro, un jardín
como los Marjorell donde la esencia de oriente y occidente se fusionan en este
espacio.
Cáctus y bambús,
lotos y fuentes.
Crecer a ritmo lento,
cada rincón aguarda un instante de belleza.
La armonía del exterior
genera paz interior.
El exterior monótono, rojizo en la ciudad roja, Marraquech.
Se precisa crear el espacio de la sombra, del contraluz para lograr el paso
lento, sosegado que te conducirá a elevar la mirada y sonreír para que te
lancen tal vez una llave.
Fez con sus puertas invita a perderse en la medina, la más
grande del mundo. Sus barrios con los oficios medievales de expanden por la
ciudad de las siete colinas, rodeada de olivos. Fez inabordable, Fez se cierra
a cal y canto los viernes. Fez de abre y se despliega en los barrios de cada
oficio por los que te llevará el guía. Cara y cruz, dentro y fuera, universos
paralelos los que hilvanan la vida en la medina.
Barrio de los curtidores en Fez, paleta de colores para
trazar en la alfombra el diamante en el centro de la alfombra, en las esquinas
cuatro raqed, rodeados de una cenefa protectora. El diseño de la
alfombra sobre el cuero para no olvidar e mapa de los antiguos sonidos, del amazig.
Cueros que fueron mapas, ahora son babuchas, bolsos con fondos secretos,
carteras, mochilas, bolsos, portarretratos…
Atraviesas la Bab Boujloud y te adentras en dos vías
principales más anchas que a ambos lados van apareciendo callejuelas
serpenteantes, te vas adentrando llevaba por un olor, un color y cuando te das
cuenta estás en un callejón frente a una puerta cerrada. Desciendes y sabes que
estás cerca de la mezquita y Universidad Al Karaouine porque vigas marcan la
frontera para que las mulas no se adentren en el espacio sagrado. Los oficios
se distribuyen más allá alrededor de este centro, oficios que como en el medievo
cada grupo artesanal tiene su barrio, los curtidores, los alfareros, la talla
de madera,… y en este laberinto las mujeres amasan y extienden la fina cada de
masa que podrás degustar con miel, con verduras, con carne, dulce o salada al
gusto. La vida bulle al compás de las manos que no cesan de recrear belleza, ya
sea en una inscripción en mármol para una tumba, o unos versos en letras
bordadas con hilo de oro sobre el terciopelo…
Alfombras de oración, verde es el color del islam, verde en
la madrasa, verde sobre los tejados de la mezquita, y el eco de aquellos versos
de Lorca, verde que te quiero verde, mientras tarareo ojos verdes.
La alquimia de las especias, la fuerza de los deseos irrumpe
entre el interior y el exterior del Riad y el agua allanará el camino. La magia
está en el aire, se respira conectan deseos, esencias. El hilo rojo sigue
conectándonos.
Lenguajes universales,
el olor de las especias,
la risa y el juego cómplice
horneando sonrisas