Mil matices sepias, resaltaban entre los tonos tostados. Su olor dulzón penetrante y contundente lograba abrir mis labios. El ligero contacto con la calidez de su tacto, suave, esponjoso, delicado se extendía entre las encías y me rozaba la base de la lengua aumentando mi salivación, mi lengua se levantaba trataba de atraparlo con una caricia firme pero, se escapaba chocando con mis dientes, y su sabor se incrementaba envolviendo mi encías. Mi lengua volvía a acariciarlo con la punta y ante el leve contacto se deslizó sensual por la garganta. – Ah sensual beso, el del último champiñón que comí en Shanghai.
Esmeralda Vizcaíno
Participo en el concurso de este hotel y han publicado el relato en su web
Pa
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