SOLES
Soles de medianoche, con tres soles
comparto mis mañanas, tres soles en apariencia frágiles, tres instantáneas en
las que la piel blanca, morena, aceituna nos recuerda la diversidad de
culturas, las pieles multicolores, los cabellos castaños, negros azabaches,
rubios, tres modelos de belleza, tres infancias que representan tres latitudes,
el norte de Europa, el sur de Europa, y la América indígena, la de los indios
chibcha. Tres infancias que se encuentran al moverse y se rompen en el caos, en
el desagüe en el que se precipitan estereotipias, cabezazos contra la pared,
micciones descontroladas, llantos eternos, gritos, insultos, patadas, aullidos,
ascensos a las alturas para tomar distancia de los movimientos descontrolados,
agresivos, de la quietud de los comedores de hojas, los lanzadores de zapatos,
y el superhéroe que encerrado en la etiqueta de algún desorden del desarrollo
exhibe orgulloso y amenazante en sus
manos el botón, que hará estallar el mundo.
Emerge en el movimiento la quiebra con
toda normalidad, con toda previsión, desaparece la certeza del control y el
vaivén de lo imprevisible nos obliga a estar alerta permanente, a tratar de
cubrirnos la espalda, alertamos de las carreras descontroladas con una voz,
aprendemos a no gritar cuando nos pellizcan, y ante los gritos y los golpes al
otro lado de la pared, ya no se abren puertas, ni para curiosear. Los recuerdos
se agolpan, vuelven pero han perdido la fuerza de aquellos olores que
perturbaban mi sueño y cerraban mi estómago.
- Estamos intactas, no nos han agredido
hoy, estamos bien. No acabamos la jornada laboral en el hospital, hoy tenemos
algo para celebrar, estamos vivas, nos movemos con autonomía. Cada día es una
batalla ganada, el recuerdo de que cada día es un regalo de la vida, en el que
se encuentran cosas hermosas también, como son la noticia de que una compañera
no está en el hospital ya, tiene una contusión y una inflamación en las
cervicales, pero al menos está en su casa, dolorida, magullada, con el susto en
el cuerpo aún, pero podría ser peor.
Tres soles que me recuerdan cuando los
miro sentados en sus pupitres aquellos versos de Benedetti: “Todos estamos
rotos pero enteros, quizá más diezmados, pero más sabios.” Y ellos quizás sean
el espejo en que me veo en el futuro con otros niños, en otros lugares.
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