martes, 17 de mayo de 2016

CHINA EN EL RECUERDO




CHINA EN EL RECUERDO
中國的記憶


Cuando el ojo no está bloqueado
el resultado es la visión
cuando la mente no está bloqueada
el resultado es la sabiduría
y cuando el espíritu no está bloqueado
el resultado es el amor.
Proverbio  chino
Emprender viaje alimenta mi alma y mi corazón. Los lugares por descubrir, las sensaciones que experimento las atesoro para soportar los inviernos con su carencia de luz.
En la memoria los recuerdos, las fechas, los nombres de los lugares se van difuminando, pero la pureza de las vivencias brilla con mayor intensidad a medida que el tiempo pasa. Así, ante esa mirada retrospectiva surgen días que guardo como nitidez como el primer día en China, otros en cambio van como el río Amarillo, atravesando gargantas y retorciéndose sobre sí mismo, tomando el color de la vegetación del lugar, el sabor de un té de osmanto, y van transformando el diario de viaje en una corriente fluida de sensaciones, que a veces se detiene ante las voces de los guías que nos acompañaron. 
Buen viaje a través de esta fragmento de mis recuerdos de mi viaje a China del 21 de julio de 2013 al 4 de agosto de 2013. Ramadán de 2013, año de la serpiente.
TOMAMOS TIERRA EN CHINA
21 de julio 2013 por fin iniciamos viaje tras cancelarse la salida del 3 de julio. ¿Qué me deparará el destino? Volamos hacia el amanecer, restando horas al día de hoy, y en esa cuenta atrás nos abandona Morfeo. Las azafatas cierran las persianas y ya no puedo ver ese sol sobre las nubes, pero mis ciclos de la vigilia y el sueño se detienen. Alrededor dormidos y desmadejados los niños, los hombres orientales sueñan. A mi lado enroscado sobre sí mismo un hindú sueña con el incremento de sus ganancias  con la venta de zapatos en Beijing. 
6:36 tomamos tierra y al salir del aeropuerto el cielo está gris, la atmósfera es densa. – ¿Habrá en el hotel un bote de oxígeno para inhalar? -  Sientes cierto mareo en aquella atmósfera calurosa, húmeda. A lo largo de las avenidas hombres en bicicleta con una mascarilla cubriendo parte de sus rostros pedalean. Mujeres mayores avanzan por las aceras cubiertas con las mascarillas blancas. Carriles de motos sin casco, bicicletas, coches, camiones, microbuses, la ciudad despierta y los edificios parecen sostener el cielo de Beijing. Cruzar la calle es un acto heroico y el caos circulatorio invade las entradas, indicaciones en caracteres blancos, incomprensibles, sobre fondo azul se van superponiendo hasta llegar a la salida más adecuada.
8:30 dejamos la habitación, tras darnos una ducha y ver la oferta de juguetes eróticos que se ofrecen pensados para satisfacer a los hombres.  Hasta las 18:00 no estaremos todo el grupo al completo, Fan la guía no contesta a nuestras preguntas, deja para más tarde la visita, insiste en que es complicado moverse con Beijing y nos emplaza a las seis para pagar a “un precio barato para los españoles el mercado de los bichos, ahora mejor dormir”.  
Frente al hotel una D indica el metro. Nos vamos solas a explorar. Con una buena guía que incluye el plano del metro no vamos a perdernos, volveremos a Shilihe. YONGHEGONG LAMA TEMPLE es la estación a la que nos encaminamos, unos cuentos cambios de línea y llegaremos al Templo de los Lamas Yonghe Gong. Nos aguarda el pabellón de la felicidad infinita…
Al salir al exterior el calor pegajoso  ralentiza tus movimientos, y en el interior del vagón del metro encuentras cierto frescor. A pesar de la escasa distancia que te separa de los pasajeros recuperas energías. Oleadas de personas suben y bajan a un paso acompasado, como si de un solo cuerpo se tratase, atraviesan los túneles y en la superficie el caos del tráfico despierta tus alertas. Estamos en un lateral del recinto del Templo. Cada dos metros sobre la acera aguardan por su limosna luciendo sus mutilaciones, malformaciones, sobre una manta con la música como reclamo entre los vendedores de incienso.
Mazos de varas rosadas, amarillas para los budas te conducen a las puertas. Las espirales labradas en piedra, una frente a otra,  crean un campo de energías  que te purifican al cruzar el umbral del templo. Este espacio te acoge desde el jardín que atraviesas, tras dejar a los lados a los guardianes. Quemadores de incienso de dos metros de largo, semejantes a grandes cofres desde los que emanan las fragancias del incienso que te acarician. A la entrada de las estancias a los lados hay ruedas de oración, que aguardan la mano que los haga girar, y en cada giro las oraciones de extienden por el mundo. Desde el Tibet el budismo tiene en Beijing este remanso de paz. Entras en la Sala de la Armonía y dentro te aguardan los Budas de las tres edades: Sakyamuni (pasado), Kasyapa (presente) y Maitreya (futuro).
Las varas de incienso dan vida a otras varas que se elevarán sobre las cabezas de los fieles y harán una reverencia hacia cuatro puntos cardinales, para luego arder en el fondo del incensario. Mientras sobre el reclinatorio se inclinan tres veces, hasta tocar con la frente el suelo, con las palmas de las manos abiertas y mirando hacia el cielo. A los pies de las estatuas ofrendas de flores, y frutas. Los pabellones se suceden y en uno de ellos me sorprenden las sombrillas multicolores unas sobre otras, que se elevan y entre los arcos del templo contemplo el rostro sereno y compasivo del Buda de dieciséis metros, de madera de sándalo, que regaló el Dalai Lama.
Casi parece que han hecho el pabellón para albergarlo. Brilla en él la sonrisa del Dalai Lama con un hada[1] azul en sus manos.
Los dorados de las manos, el olor penetrante del incienso, así como la svástica, antiguo símbolo de buena fortuna y bienestar por venir, sobre el pecho de los budas, te susurran invitándote a hacer silencio.  Caminas a tu ritmo, tomando conciencia de cada paso y los ojos de los budas me hacen reconectar con la alegría de mi infancia, cuando todo era descubrimiento, sorpresa, y vivías el presente con absoluta plenitud. Observas el gesto relajado del monje que en un lateral toca la campana tras la tercera postración de los que oran. Entras en ese ritmo, la postración es acogida por un cojín cómodo, sigues ese ritmo de plegaria oriental sin dolor, sin resistencia, y juntas las manos delante de tu pecho. Una palabra te desborda, Namaste. Al contemplar la placidez del rostro y el gesto delicado de las manos que dan y reciben dentro de ti escuchas: - Namaste, reconozco la luz divina que hay en ti.-
Al salir tras comer una calles más allá encontramos el templo de Confucio, su figura esculpida entre árboles invita al paseo, sereno, reflexivo.  Unas 190 estelas de piedra grabadas llaman mi atención por esa caligrafía que tal vez guarde las máximas de su filosofía.


[1] Hada es una tira de pañuelo blanco como la nieve hecha de hilo o seda. Simboliza la buena voluntad y respeto, y puede estar presente en varias ocasiones de fiesta, la llegada y salida de huéspedes, etc Sin embargo, hay una especie de Hada con cinco colores, azul, blanco, amarillo, verde y rojo, respectivamente, indicando cielo , nubes, tierra, río y el Dios a cargo de Buda Dharma. De cinco colores Hada es muy valorado regalo y sólo se puede presentar en las grandes ocasiones, como las actividades budistas.

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