Vuelvo por la desembocadura del Bedón a atisbar que el candado esta abierto y puede entrarse a las sombras del pueblo de Antolín de Bedón. La placa con la inscripción del convento y su Iglesia en madera pervive junto con la concha que señala la identidad de este lugar como parte del camino de Santiago.
Me adentro por el sendero y los nogales han desaparecido,
las casas son la sombra de su pasado, ya no quedan tejados en pie y como decía
mi padre si el tejado aguanta hay casa, si el tejado cede se acabó. Se cabo el
pueblo, ya no queda ni una que pueda dar
cobijo. Los escudos están mohosos, y
ya se adivinan las fechas de más de un
siglo. Los alambres impiden el paso y hay
que entrar por el lateral , junto al enorme pino que resquebraja el muro que
rodeaba el convento y su iglesia. La placa donde se recogía la fecha de la
última restauración ya no está. Vete a saber si el metal ya está fundido en una
segunda vida.
El convento se hunde, el cielo se ve desde las ventanas abiertas, desgarradas a jirones por la lluvia y las tormentas. Ya no hay más que olor a podredumbre, a excrementos,… Los grafittis aquí y allá silencian el eco de las voces de los críos y crías que venían de colonias, ya no hay olor a incienso, ni hay peregrinos que sigan camino de Santiago, ya no queda más que en estas piedras las oquedades de las balas que mataron a los presos que traían de Cangas de Onís y pueblan las cunetas. Los gritos de tantos y tantas, maestros, maestras, personas que creían en un país libre, amordazados y asesinados, desaparecidos aguardan en los arcenes de las memorias de tantas familias que siguen esperando a encontrar los restos para darles descanso. Mientras el mar excava, el mar ruge, mueve las piedras, con cada marea lleva y trae zapatos, redes, y huesos.
Ya no hay visitas guiadas desde hace dos años. Acaba el año
jacobeo, y con él quizás este lugar que fue enclave de benedictinos. Quizás los
vientos huracanados se lleven los restos de este lugar ya que nadie lo remedia.
Los caminos santos nunca se rinden, aunque todo caiga. De vez en cuando abren puertas llenas de historias sordas para pedir una resurrección digna. A cambio, tocan la vida de quien se acerca a conocer y sanar su historia. Gracias, siempre!!!
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