Me deslicé por el pétalo blanco,
carnoso embriagada por ese olor mezcla de jazmín, de loto y de magnolio. Suave
y persistente el perfume me llevó hasta el fondo en una inhalación de aquel elixir
mágico que me llevó hasta tus brazos. Allí nos fusionamos en ese abrazo que
vivimos tantas veces cuando nuestras miradas se entrelazaban y sobraban las
palabras entre nuestras almas. Sentí tu sonrisa, sentí que estabas bien, que cuidabas
ahora tú de mí. Y bailamos mientras la lluvia suave, fina comenzaba a rodearnos
y generar una atmosfera primaveral, de renacimiento, mientras los estambres de
la flor del loto que nos acogía se balanceaban y lanzaban al aire su magia
dorada rodeándonos mientras girábamos abrazadas y sentíamos elevarse el nivel
del agua que pasó a ser el agua con la que juguetear al océano en el que nadar
y flotar mientras nos reíamos, nos relajábamos y nos sentíamos felices.
Pude ver que el loto cambiaba de
color y por fuera iba tomando tonos rosas, luminosos, resplandecientes. Me
sentí flotando tan plena, tan alegre y tú ya no estabas a mi lado, ahora
habitas en mi corazón. Cuando vaya al encuentro con el mar, en esos momentos en
que floto mecida por las olas, sintiendo el sol en la cara, en esa plenitud sentiré
de nuevo la complicidad de nuestras almas que hablaban con miradas de corazón a
corazón, entre sonrisas, atravesando la barrera del tiempo, del espacio, en
esos instantes eras, eres y serás mi niña, mi Hanzada.
En esos momentos solo la palabra amor alcanza a definir ese hilo rojo que nos une incluso más allá de la muerte. Te fuiste antes, y sé que vendrás a buscarme cuando me toque irme. Tu vida se apagó tras nueve años en este mundo, quizás para algunos sean muy pocos, para tu alma puede que fueran los necesarios para cumplir su cometido. Te quedaste gravada en el recuerdo de todos cuantos te conocieron y se cruzaron con tu voz ronca, fuerte y tierna al mismo tiempo. Tus sentencias, tus preguntas que nos obligaron a redefinir el mundo y a mirarnos por dentro, tus ganas de vivir y disfrutar, tu gratitud infinita incluso cuando el dolor se apoderaba de tu cuerpo, son lecciones de vida. Nuestros ojos lloran y no entiendes las lágrimas que nublan los ojos de tu familia cada noche, antes de las oraciones que tu abuela sigue realizando cada día. Y la razón no es otra que perder el norte, perder la alegría de sobrevivir ante tanto terror, tú representabas el futuro, el porvenir de una Siria unida, en paz, el centro entorno al que giran todos y se mueven en sus caminos de vida, eras el horizonte, el impulso, la energía que nutre y sana las heridas de la nostalgia.
Ahora le susurras a tu hermano
pequeño que no lloremos, que estás bien, pero la ausencia es tan fría, tan
densa, tan profunda que desde las oquedades del cuerpo la separación es dolorosa,
mientras que desde el interior, desde el corazón es más fácil conectar con la
dicha que tu sientes, con el cese del sufrimiento, ya no hay frío a la
intemperie en el mar mediterráneo, en las pateras que arriban en las costas
europeas, ya no hay fronteras que te impidan el paso.
Ahora ya no eres una niña refugiada
de una guerra que se desató al poco de nacer en Siria, ahora eres nuestro
refugio. A ti nos encomendamos para encontrar luz ante tanta oscuridad, a ti te
pedimos ayuda cuando la oscuridad no abruma y nos ciega. Atesoramos tu imagen
en los móviles, en nuestros recuerdos y tu sonrisa, la profundidad de tu mirada
directa, profunda, sincera nos ayuda a sacar lo mejor que tenemos dentro, a
confiar en que lo mejor está por llegar, y a agradecer haber compartido contigo
tiempo, risas, miedos, deseos, sueños, vida.
Belleza pura, puro Amor.. Un epitafio de vida... Hermosísimo texto.
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