Los ecos de las caracolas traen rastros de perfumes, de esencias, de sonrisas que se enarbolaron al viento como la espuma de las olas. Brama el océano en las noches de verano, lejano trae el eco de los aliseos, de las bocas de las cañones que se abren hacia el oeste, hacia la puesta de sol más al sur...
Los sonidos de otras lenguas trazan castillos de arena, kasbas, en las que se pierden mis huellas, y vuelvo a añorar ese sur, esas kasbas de barro, en las que despertar al amanecer con la llamda del almúedano... danza al viento mi pañieño añil, rosa, verde, blanco, se eleva y enmcarca ese sol poderoso, que guarda la memoria de tantas búsquedas, de tantas plegarias susurradas en la noche a la luna, a la osa mayor con la esperanza de que sean espejo, brújula para seguir tejiendo esta red que nos sostiene a ambos, en dos orillas lejanas, donde la comunicación no sabe de teléfonos, ni de tecnologías, sino de otros lenguajes donde el corazón palpita y se abren portales, posibilidades mágicas en las que construímos un aquí y un ahora.
Las urdumbres delas alfombras de oración saben de este pálpito, de este latido que nos da la vida, que nos da la esperamza mientras nos liberamos de las cargas, de las anclas y los miedos.
El camino se inicia de nuevo. ¡Bravo! Vuelves a caminar, a moverte, a salir a la luz y yo lo celebro y espero tus primeros pasos como la tierra del palmeral añora la lluvia.
Sueño con esas aguas que se arremolinan en las cisternas de Jadiya y me recuerdan a las aguas de la Cisterna de Istambul en las que las cabezas de las cariátides boca a bajo aguardan un nuevo orden y por fin hoy se han puesto en pie, y el agua se eleva como el vapor en el hamman, es cortina de agua que me lleva hacia mis adentros, hacia mu jardín, donde florecen los granados...
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