A Abla Saadat
Oviedo, 28 noviembre 2014. La sala de
conferencias estaba repleta de personas. El traductor iba trasladando el
mensaje a la lengua materna del público. Las imágenes sonoras iban removiendo la memoria reciente y los gritos de repulsa frente a los ataques
policiales iban bombardeando los tímpanos, desde adentro, desde afuera. Y en
esa escalada de alaridos el mareo, la
náusea se transformaban en repulsa que se transpira, en puños apretados
conteniendo la ira. Mientras las voces de los presos cada vez más exhaustos
llegan nítidas, y el hambre voraz de venganza se arremolina en las últimas
filas.
En cambio, en las primeras filas la
escucha remueve la angustia de las ausencias, la angustia y las lágrimas acuden
presurosas, empañando la mirada. Se establece un vínculo entre las
generaciones, donde las abuelas, las madres y las nietas se unen en una
corriente circular, que gira, gira, gira
proyectando hacia el futuro los anhelos y el sueño de liberar su tierra,
su hogar, Palestina. Un territorio libre de muros, donde dejar mansa la mirada
en un horizonte cubierto de olivos centenarios, frondosos, y donde el olor del
azahar en primavera increpe al transeúnte y le haga detenerse para compartir un
té, de camino hacia el otro lado del país. -¡ Limonada fresca!-, Limones recién exprimidos en verano, esa
sería la única acidez que conocerán sus nietos, y no la que provoca la
constante negación del derecho de los hijos a visitar a su padre en prisión. Encarcelado,
sin juicio, sin derecho a una defensa, sin fecha de
liberación,… Mujeres, esposas que sostienen a la familia. Ellas
son las guardianas de la memoria. Ellas se enfrentan al miedo, a la incertidumbre, y aunque las encarcelen
siguen resistiendo, y transmitiendo cómo cuidar y amamantar a las futuras
generaciones que, construirán con los pedazos que ellas recortan, desde el
fondo de la celda, la redondez de la
bóveda celeste. Los llamados a la lucha
sienten la profundidad de las raíces de su familia, alimentando a sus hijos e
hijas, a sus esposas que claman por justicia.
Miro tus manos y las veo unidas,
enlazadas,… observo tu mano izquierda tomando notas, para no dejar sin
respuesta a ninguna de las preguntas que hoy te hace este público afín. El
dramatismo de los hechos, el escalofrío de la realidad está rodeándonos.
Pesa. Nos paraliza en la silla, pero en medio de esa densidad hay una luz, una
esperanza que se expande en el tono dulce de tu voz, en su firmeza, en su
calidez. Me zambullo en ese brillo, que me lleva hasta tu mirada profunda. Nos
miramos y me siento en paz. Es una paz
firme, y a la vez tan sutil. Abla al mirarte veo, reconozco el camino que has
hecho desde el desgarro, a la resistencia pacífica. Sé que el camino ha sido
largo, difícil, te has enfrentado a tu oscuridad y has encontrado la luz del
amor que albergas dentro. Miras a los ojos y acoges al otro. Nos faltan las
palabras para comunicar con fluidez pero nuestros cuerpos no las necesitan y
nos abrazamos y besamos, como lo hacen una madre y una hija que se reencuentran
tras una larga ausencia. Y en ese abrazo me haces sentir cómo la fuerza de la
vida hace brotar a las semillas, en el interior de los huesos de las olivas.
Semillas que germinan, niños que cantan,
olivos que crecen, padres que vuelven a casa.
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Salam,
habibi, habibi salam
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Sucran.
Empatía, sensibilidad, fuerza, delicadeza,compromiso...la lista de bondades que atesoras AMIGA es interminable.Fantástica crónica!
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