domingo, 2 de febrero de 2014

A RAS DE SUELO...



La música surca los laberintos sin salida y acabamos tendidos en el suelo, sobre el brazo, mirándonos a los ojos, navegando en esos ojos que a penas parpadean, que me miran entregados y esperan pacientes, relajados, tranquilos, a merced de lo que pueda dar. Y doy el penúltimo aliento, transformado en soplo que su cara recoge con placidez, para devolverme esa ligera caricia que me habla del viento, de susurros, de la brisa. Y entre soplo y soplo, en ese diálogo, recupero la fuerza para mirar detrás de sus insultos, de sus patadas y siento al niño indefenso, al bebé que no entiende pero siente, siente y percibe mi miedo, mi rabia,  mi ternura, mi paciencia,  mi cansancio,  y mi alegría. 
Otros pies corretean y se corta este diálogo en el que llegué a cerrar los ojos y confiar en que no me agredieran. Se levanta contrariado y al ver a los demás correr, se levanta. Ruido, ruido, mucho ruido, prisas, carreras, a las que se van sumando todos, incluso él, que con una sonrisa me mira al llegar al final del recorrido, a la pared.





No hay comentarios:

Publicar un comentario