LAVANDA
R
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ecuerdo
aquel olor fresco, invadiéndome al zambullirme en la almohada los sábados. El
cola-cao caliente que venía tras los sueños, envueltos en aquel aroma,
recargaba mis energías para tratar de recuperar los barriletes que, en los
sueños mecidos por lavanda habían remontado los frondosos tilos y ya viajaban,
elevándose sobre las escarpadas rocas del acantiladado
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