AFALAYIT
A
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yer llegó un hombre a nuestro campamento cerca de las dunas de
Merzouga. Halifa le saludó como si se tratase de un hermano.
Después me llevó con él y me enseñó cómo preparaba un emplasto con
hojas machacadas de afalayit, humedecidas con aceite de argán. Luego lo
extendió sobre las piernas de este hombre, David. Y le envolvió las extremidades
inferiores en plásticos. David se recostó en la jaima, y durante horas
charlamos y tomamos té. Le pregunté cuál era su dolencia, y me dijo que el
reuma y que sólo lograba calmarlo Halifa. Bajaba dos veces al año hasta
aquellas dunas, a que sus piernas sudaran bajo ese sol embadurnadas de aquellas
plantas y aprovechaba para ver a su amigo Roger en el Hotel Tombouctou, en
Tinerhir, y de ahí volvía a Marraquech. Me ofreció volver con él y así lo hice.
Me despedí de Halifa, sabiendo que
volveré a compartir con él una lluvia de estrellas. Al contemplarlas rodeada de
aquel silencio escuché mi propia voz:
- Facilitar la curación, el fin del
dolor inaceptable era lo que daba sentido a mi vida.-
Tomamos nuestro último té y Halifa
me regaló unas hojas de Lghalga. Sonrió satisfecho cuando le dije: - espero no
cruzarme con ninguna víbora, ni escorpión en el camino, pero por si acaso con
esto ya estoy prevenida, sucran.-
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