FLOR
DE CÁCTUS
Las afiladas púas
impiden que los dedos se adentren y alcancen a rozar la flor carnosa. Solo su
aroma suave, dulzón puede lograr embriagarte si te acercas lo bastante con
prudencia, sigilo, para olerla. Olvídate de rozarla. Las punzantes púas te impedirán
acercarte más, se arremolinarán, se cerrarán alrededor salvaguardando la
fragilidad de sus pétalos.
Si tienes paciencia
y constancia podrás contemplar cómo se abre y se cierra cuando la luz se vaya y
vuelva. Ella siente tu presencia, tu mirada, te brindará su olor más perfumado
al amanecer cuando el sol aún no ha salido y el leve rocío de la noche hará que
su fragancia sea intensa, densa, persistente. En cambio, al anochecer antes de
cerrarse por completo girará sobre sí misma en una danza que te hechizará,
haciéndote olvidar las punzantes agujas que te alejan de ella y su aroma será
más leve, más etéreo, sutil, pero sus colores se intensificarán con la luz del
anochecer y dejarán una huella imborrable en tus sueños.
Soñarás con
deslizarte sobre sus pétalos hasta su interior que se irá llenando hasta
colmarse con el agua de la lluvia. Cantarás feliz, bailarás formando una rueda
alrededor de los estambres, danzarás hasta caer exhausto y feliz por haber
llegado al interior de estos pétalos jugosos, carnosos, húmedos, cálidos como
el primer beso.
Ese beso inesperado
que rompe la frontera, más allá del hudud.
Esos besos que se atesoraron como joyas que buscan los jóvenes marroquíes a
los que está vedado el gozo de sus cuerpos, su sensualidad fuera del matrimonio.
Besos que pueden acabar con sus cuerpos en la cárcel de un mes a un año según
establece el artículo 490 del Código Penal o en el 491 que castiga el adulterio
con una pena de seis meses a tres años de prisión. Penas que es posible canjear
por una buena mordida en función del policía.
Ante tantos
aguijones encontrar una flor que es capaz de elevarse y crecer por encima de
las púas y dejarse acariciar sin miedos es un misterio, destino, nasib. Es una flor ansiada que anhelan
poseer en su jardín secreto, dentro del harem.
Los cuerpos dialogan
libres, sin temores, mientras las almas se rozan y tiemblan conmovidas,
joviales, alegres. Todo está por descubrir y el cuerpo se transforma en
desierto en el que transitar despacio gozando de cada elevación rodando desde
la cresta al seno. Se despierta la sed voraz que siente el agua fluir bajo la
piel y la rastrea hasta alcanzarla. El viaje no termina nunca. Las caravanas
traen tantos tesoros: dulces, sedas, sal, instrumentos musicales, perfumes,
poesía, versos, cuentos, canciones, especias, olores, sabores, colores que
abarcan todo el abanico del arco iris, y que muestran a medida que cambia la
luz del sol. La luz cruza el patio del harem,
a medida que lo baña por completo y lo va dejando entre claroscuros que van
oscilando de este a oeste te conducirá hacia las estancias a los lados del
patio, desde las que vas a ser tú quien despierte su pasión y su deseo.
Mirarás sin ser
vista y sabrás el momento en que él estará esperando. Entonces abrirás la
ventana de cristales de colores, te acercarás a la reja y mostrarás una parte
de tu cuerpo. Las miradas se cruzarán e irá al otro lado del patio. Desde allí
él abrirá la ventana y los cuerpos danzarán alimentando el deseo mutuo. El aire
recorrerá el patio, se arremolinará en las dos habitaciones hasta que él abra
tu puerta.
¿Por qué emponzoñar
esta libertad con unos billetes? ¿Por qué romper ese intercambio limpio con
unos dirhams?
No hay comentarios:
Publicar un comentario