jueves, 26 de septiembre de 2019

AMAZIGH VERSUS ISLÁMICO



Los clientes llegan en los vuelos y una vez que atraviesas la puerta exterior del aeropuerto ya no es posible volver sobre tus propios pasos para buscar a tu guía. El hilo de la vida te lleva hacia el exterior, hacia un destino luminoso. Los círculos del techo de la termina desde la que la luz juega formando sombras inspiradas en el zellig se forman sombras y haces de luz sobre el suelo.
Marruecos es un viaje en el que las resistencias se tambalearán. Tus sentidos se agudizarán. La magia de las vibraciones sutiles que resuenan en tus memorias ancestrales te hará desear volver, la intensidad de los paisajes, sus colores, el contraste  con los claroscuros, las vivencias en las que la hospitalidad te rodeará hasta que conectes con la esencia de tu humanidad.
Un mundo poliédrico donde puedes conocer la diversidad de las formas de vida que abarcan el abanico desde las atmósferas que describe Mohamed Choukri, a las que narra Fátima Mernissi y las que revelan desde el otro lado del océano Leila Slimani o Mohammed Taia. 
La realidad es tan compleja, diversa y la máxima que reza es haz lo que quieras pero con la máxima discreción.  – Lo que vives en el desierto se queda en el desierto.-  Con discreción se saltan las normas que prohíben los dictados de la piel guiando a los jóvenes y no tan jóvenes a lugares apartados, amparándose en el oscuridad. Una oscuridad en la que los destellos del hornillo en contacto con la llama del mechero quema el kif kif.  Kif, kif para relajarse, para contemplar, para evadirse de las carencias que son cada vez más acuciantes en la esquizofrenia que va calando en los jóvenes que olvidan sus valores tradicionales por los espejismos que llegan a través de los móviles, de las parabólicas, de los silencios de los compatriotas que regresan cuando las cigüeñas se van, con sus coches cargados de regalos y colman sus horizontes vitales con cosas que pueden ser adquiridas con dinero pero que no proporcionan más que malestares y frustraciones.
La verdadera vida está en los beduinos, en los tuareg, en los amazighh, en este pueblo nómada que no se apega  a las casas, sino  a las vivencias de compartir la grandiosidad de la naturaleza y activar parte de ella como elemento que representa el equilibrio y a merced de sus dictados, de los cambios en las estaciones levantan sus jaimas, libres y con la mirada limpia en sus ojos puedes ver el universo en equilibrio, moviéndose.
Responsables de sus familias, clanes amplios que abarcan a tantos miembros que sin duda los acontecimientos familiares como una boda son encuentros donde se marcan los hitos del calendario. Los números son un dibujo, no hay esa dominación de una edad determinada para hacer o no hacer. El tiempo se mide a través del reloj interior que el corazón marca, con  sus pálpitos el momento de casarse, de irse con los amigos a descubrir mundo, el de tener hijos, el de alejarse a descubrir la identidad propia frente  a los demás, de partir y de volver. En europa tenemos relojes aquí tienen tiempo.
Aprendes a descubrir lo oculto tras un periodo de observación porque esa es la mayor fuente de aprendizaje y el encuentro con los musulmanes, con los judíos, con los turistas, con los ateos, con los cristianos te aporta una amplitud tan amplia como tu horizonte de dunas y estrellas. Cantas, cantas para no olvidar tu lengua para seguir salvaguardando tu identidad, la de un pueblo que escribe en sus alfombras, en las joyas de sus mujeres, en sus ropas, en sus tatutajes su historia y en sus canciones reviven y de inmortalizan  las heroínas, las reinas como Lalla Fadhma, Dhiya, Tibiabin, Tamanante, Tin Hinan, Andamana. 
Ondea tu bandera al viento arifi, inflamada por los aliseos, el azul se expande como el océano y el mar mediterráneo, el verde que representa la tierra, el amarillo como símbolo de la arena del desierto y en el centro de la bandera en rojo la letra Yaz en amazigh que representa al hombre libre y feliz.








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