A los
laterales de la puerta unas esculturas
reflejan la vida del funcionario que habitaba esta casa y una inscripción
anunciando las cualidades de brillantez y éxito del escritor, a modo de buen
augurio… Los patios van sucediéndose, y las estancias con estos bellos muebles
de caoba del estilo Ming van siendo cada
vez más sencillos, a medida que dejamos atrás las dependencias de los hombres,
la mujer favorita, las mujeres y por último para los invitados. En la frontera
entre los espacios masculinos y femeninos están los jardines con su estanque en
el centro, rocas y armoniosos árboles invitan a la imaginación a abrir un
universo entre el calor y la humedad, al tiempo que invitan a sentarse en la
casita de la Primavera, Dianchun Yi y dejar que la mirada se pierda en horizontes
lejanos a las tierras del arroz y el pescado. Mientras el cuerpo sobrevive en
este espacio buscando evasiones en la música, el juego, la poesía y la pintura.
Las cálidas noches de verano este laberinto de ventanas que se abren en los
pasillos debían de alimentar secretos, confidencias, anhelos. El hilo de una
voz recojo en estos pasillos, bajo estos faroles, una voz hermosa, sublime que
me hizo volar sobre los nenúfares del estanque,
navegar con la balsa que bajo el pabellón del teatro aguarda a la actriz
para hacer su entrada triunfal. Una voz deliciosa capaz de hacerte viajar en el
tiempo, y que nos trajo las semillas de una amistad que germinó en Suzhou, la
Venecia de Oriente. Una voz que transmite la misma delicadeza que reflejan los abanicos pintados en los que el Tigre
blanco desciende la colina. La magia se expande y fue como volver a casa, la atracción por aquella casita de madera
granate, al que llegaba la música desde el otro extremo del estaque, como un
reencuentro juguetón con esa necesidad de narrar, de interpretar poemas, la
gozar con la Ópera…
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