DIA 2 BEIJING
– LA CIUDAD PROHIBIDA –
La
atmosfera cargada de contaminación, todo es gris, un gris sucio, tupido. Añoro
el cielo azul. En la plaza de
Tiananmen cientos de personas hacen
cola, para ver el cuerpo momificado de Mao Zedong. La guía impresa alerta de la presencia de
jóvenes chinas que hablan inglés y te invitan a la ceremonia del té, como
reclamo para desaparecer antes de terminar la ceremonia o la cena y darte el
sablazo en plena noche, cuando iluminen
esta inmensa plaza.
Dejamos
atrás esta parte de la historia reciente y miramos hacia la Ciudad Prohibida,
sobre sus muros granates un retrato de Mao nos da la bienvenida. Seguimos el
paraguas rosa de Fan y atravesamos los
gruesos muros que imaginaba imponentes, ante la mirada de Bertolucci y que se
me antojan franqueables. Las estancias se tornan reducidas, con demasiado
polvo. Lejos de las opulencias occidentales, aquí la intimidad del hijo del cielo, se muestra en los tonos
dorados de sus vestimentas, exclusivos del emperador, y su familia. Los
detalles cobran relevancia y los dragones en las balaustradas que rodean la sala de la Armonía
Suprema parecen cobrar vida. En los tejados aparecen de nuevo,
junto con las tortugas símbolos de longevidad.
Equilibrio
sobrio y un poder que se extiende, hasta donde la vista alcanza, deja su huella
en el Palacio de Verano, en la pagoda de
la Armonía…
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