lunes, 26 de febrero de 2024

Ramadán

 

Hay un silencio ante el que todos y todas nos quedamos sin palabras, sin aliento durante un tiempo. Un silencio que nos invade cuando nos arrebatan el calor del abrazo de la madre. Ante esa ausencia todo se detiene. El vacío es tan inmensurable que el rumbo se pierde, la noción del tiempo y el espacio dejan de enraizarte en el presente y el corazón se va a un vacío que nunca se llenará. El frío, la oquedad, el abismo trae consigo pensamientos que son telas de arañas, marañas en las que las lágrimas tardan en brotar, y cuando lo hacen tardan una eternidad en desaparecer. Las huellas de la sal dejan a su paso un desgarro que no permite que las heridas cicatricen con la rapidez que deseamos. Las cicatrices tardan en consolidarse, en ser el eco de ese dolor trascendido.  Y el consuelo para algunos es la oración, volver los ojos hacia ese Dios misericordioso que tiene las respuestas y la razón de las preguntas.


Los ritos funerarios discurrieron de forma paralela al ritmo de la vida de la escuela y fueron esas vacaciones de navidad el tiempo en que discurrieron las despedidas más difíciles, más duras. Una de mis antiguas alumnas, que logró sacar la ESO con éxito ha perdido a su madre el 27 de diciembre. Nos enteramos un mes después y al saberlo las preguntas nos remueven por dentro a su profesora de apoyo y a mí:  ¿Cómo no nos dijo que estaba enferma? ¿Cuándo enfermó? ¿Pudo despedirse de ella? ¿Cómo se lo dijeron a los más pequeños? ¿Lo saben? ¿o vieron que su madre se iba al hospital y no regresó? ¿Dónde está enterrada? Pude responder a alguna de las suyas: no hay incineración en su cultura, son enterrados en tierra envueltos en un sudario blanco, mirando hacia la Meca sobre el lado izquierdo, de lado. Ahora hay lugares en que exigen la caja por motivos sanitarios, pero ellos de forma tradicional no usan los féretros. Hay que lavar el cuerpo de una forma determinada,  perfumarlo, vestirlo para ese último viaje, y rezar oraciones para el difunto. Son los hombres los que van al cementerio, las mujeres no suelen ir. Se hace una oración a los cuarenta días del fallecimiento. Aquí hay en el cementerio una parte para musulmanes, quizás la dejaron aquí o no.

En mi cabeza los más pequeños de doce años y nueve me venían a la cabeza constantemente. Y recordé como ella rezaba mucho en el ramadán pasado, quizás lo supo entonces y rezó para pedir a su Allah, porque hay momentos en que solo un milagro puede transformar la realidad.  Deja seis hijos tras de sí, una casada hace un año ahora. Los recuerdos se agolpan en mi memoria. Hace un año no encontramos al volver al centro durante un mes por la llegada de otro alumno. Pregunté por ella y me dijeron que estaba en la biblioteca los recreos leyendo, no se relacionaba casi con iguales de forma espontánea.  Entré en la biblioteca y se alegró tanto al verme en aquel pasillo en que nos abrazamos tan fuerte ante las miradas extrañas que me la llevé a una clase para hablar con tranquilidad. Me contó con mucha ilusión que volvía a Pakistán a la boda de su hermana. Estarían el mes de febrero  allí. Y desde aquí parecía un problema el poder viajar, perder el ritmo del curos académico, pero ¿ y  el ritmo de la vida? Ya harás lo que te den para hacer, disfruta mucho le dije, y ya me contarás a que huelen las calles. Pásalo bien y ya me contarás detalles del día de la henna, de todo. No te preocupes y vive cada día de este viaje. Pero a su vuelta ya no la volví a ver. Llegó el ramadán y me preguntaron porqué rezaba tanto. Quizás estaba preparándose para luchar en la enfermedad de su madre y ser la que debería cuidar  estar más pendiente de sus hermanos pequeños.

¿Qué iban a decirnos si en el último ramadán no hubo nadie que le dijera: Ramadán Mubarak?




No aparece el noveno mes del calendario lunar, el ramadán en la escuela. Ni la felicitación al final del mes, ¡Ramadán Mubarak! Una felicitación que a penas cuesta nada. Compatir un espacio, un tiempo en las que el esfuerzo es tan inmenso, robar horas de sueño, mantenerse atento, sacar energías para seguir respondiendo a las demandas que ignoran  sus rituales. Llega un momento en que no es posible seguir el ritmo. El cuerpo protesta y la mirada más introspectiva vuelve a cuestionar: - ¿qué es lo importante?

Ramadán es el mes sagrado, el mes del ayuno, el noveno mes del calendario lunar que va deslizándose hacia atrás sobre las huellas del solar. Desandando sus pasos para encontrar un ritmo sutil, así vamos retrasando quince días cada año, y vamos aprendiendo lo que es vivirlo en diferentes estaciones del año, cuando hay más y menos horas de luz.  Ramadán siempre distinto, dinámico, va cambiando y así este 2024 comenzará el 11 de marzo siendo menores las horas de ayuno que el año anterior. Ayuno que implica no beber, ni comer nada desde la salida del sol a su puesta. Al romper el ayuno la cara de regocijo de los jóvenes es tan luminosa, han logrado sostenerse, vencer la tentación en un ambiente donde los demás comen, donde los olores a comida los asaltan por los pasillos, donde no dejan de reclamar que hagan ejercicio. Ha logrado superarse y se sienten parte de esa comunidad que los acoge, e íntegra como iguales, bajo los ojos de su Alláh.

Un mes completo, un ciclo de 28 días en muy largo para comenzar a hacerlo completo, así van iniciándose antes, dependiendo de cada familia con una semana, o haciendo días alternos cuando están aún en la infancia, hasta que llega la primera regla y esa frontera marca el paso a otra edad, a otras obligaciones, mientras que los varones hacia los doce años comienzan a hacerlo completo. Las horas de sueño se trastocan y se come al caer el sol, a las diez , a las doce de la noche y se levantan a las cinco para volver a comer y rezar antes de que salga el sol. No llegan a cinco horas seguidas de sueño, así cómo estar al cien por cien en la escuela. Aquí en occidente la vida, el ritmo no cambia. Por lo que es probable que algún día se duerman por la mañana, lleguen tarde, o no acudan.

Ramadán es compartir comidas exquisitas que se preparan con mucha dedicación y tiempo, guiadas por el olfato las mujeres cocinan si probar el punto de sal,  venciendo el deseo de degustar los platos que han aprendido a preparar de sus abuelas.

 Ramadán es oración, es leer Corán, es examen de conciencia, es sacar lo mejor de uno mismo para ofrecerlo a la comunidad. Sentir la fuerza del grupo que en la última oración te sostiene en esa lucha contigo mismo y se regocija contigo por tu capacidad de superación.

Ramadán enseña autodisciplina, paciencia, autocontrol. La comunidad celebra con el zacat al final los lazos que la unen y ayudan a los más necesitados aprovechando ese momento comunitario para volcarse con sus miembros y responder a sus necesidades. Ramadán es tiempo de compartir, de alegría, de reencuentros con amigos, de  celebración de esa fuerza interior que se renueva.

Ramadán es cultura, es desarrollo espiritual nos aproxima al sentido de la vida. Y ante el tercer precepto del islam hay personas que están exentas, como son los niños y niñas pequeños, las mujeres embarazadas y mientras están menstruando, las personas enfermas, aquellas para las que suponga un problema de salud el ayuno y aquellas que están realizando un viaje.  Los días que no ayunan pueden recuperarse antes del siguiente ramadán cuando puedas. Y los niños comienzan a hacerlo en días alternos, durante una semana, un fin de semana, para ir habituándose y conociendo lo que es ayunar.  Cada familia va inculcando esas obligaciones de forma natural en su entorno familiar.  Dormir lo máximo de día, para poder vivir en la noche el encuentro con la comunidad es la forma de sentirlo en sus países. Las lecturas de Corán, las preparaciones de las comidas, sentar a la mesa a algún invitado no musulmán para que vica esa alegría de romper el ayuno con un dátil y agua, todo eso conforma una cultura, unas rutinas diferentes, horarios más reducidos en el trabajo, en la escuela. Pero en occidente solo se respeta el poder no acudir el día de la pequeña fiesta del fin del ramadán y la gran fiesta del cordero. Aquí el ritmo de la vida no se ralentiza, ni sigue los biorritmos. Aquí hay que vencer una barrera más. Pregúntate cuando lleguen tarde, se duerman en clase, no atiendan, o se desmayen en qué fecha estamos, qué día comienza el ramadán este año.