miércoles, 26 de septiembre de 2012

La hora del baño


LA HORA DEL BAÑO

Los grifos cantan su música grave, profunda. Desde las profundidades de las cañerías ruge el dragón y llega hasta los aseos para dependientes de la primera planta, ruge, no sale más que esa voz quebrada, seca, y a Christian le gusta escuchar ese canto, permanece embelesado, escuchando esas voces crípticas en las que él encuentra mansedumbre, suavidad, caricia, escucha. Así aguardamos a que llegue la gana de orinar y se colocan los frascos de colonias, pastas de dientes, cepillos, bolsas con ropa interior, toallas,…
Mientras en clase la atención sigue en la letra p, en el puzzle, en la pinza para agarrar el lápiz con más fuerza y llegar a escribir el nombre propio, su nombre. “- ¿Aprenderán a leer? “– la duda flota en los aires que vienen del mar, desde otras orillas.
De regreso en la clase, llega la hora de volver a casa, el peine vuelve a recorrer los cabellos sudados, y devuelve la apariencia grata a unos rostros que, a veces ni se reconocen en el espejo y cuando ya estamos listos para salir, una mano busca el peine, no tiene casi cabellos que peinar, pero reclama su dosis de caricias, sus ojos negros sonríen. _”Es hora de irse a casa, con mamá. “- le digo mientras el peine rastrea su cabeza suavemente y le susurro:- “estás muy guapo”.

Publicado en Amanecer, Nº 16, septiembre-octubre 2012

martes, 18 de septiembre de 2012

Adolescencia y azul


ADOLESCENCIA

En noctámbulo silencio el parque cobra vida y a la luz de las farolas, bajo la primera helada de enero se desperezan las confidencias. Envueltos en el humo de la primera cajetilla de tabaco rubio y con el frío de la madrugada envolviendo los rostros plagados de acné, sienten la frontera de la niñez atrás y la edad adulta aún no alcanzan. Gritan, dejan un rastro de grafitis y de goma pegada al asfalto. Esta tierra de nadie en la que habitan, este espacio de transgresiones, densas y profundas será el trampolín hacia un nuevo territorio que se diluye entre lo imposible y lo inalcanzable. Mastican el tiempo con una angustia que paraliza y la eternidad atrapa al corazón y su alma mientras planean en la casa de madera qué van a hacer mañana, rodeados de dibujos y nombres con los que han ido empapelando las paredes de la caseta de madera que se les ha ido quedando raquítica, pero que aún es su refugio.
Durante las horas muertas de la madrugada la madre recorre por enésima vez el pasillo de puntillas. Al compás de los ronquidos se toma una infusión y sigue esperando, esperando. Esquiva las agresiones, los accidentes, los efectos de las malas compañías, los engaños, el lazo de la droga, la osadía pueril y ya no sabe qué más hacer. Las horas pasan mientras no es capaz de encontrar respuesta a los múltiples porqués.

 AZUL

         Azul. Océano. Azul celeste recortando el azul marino, fina raya de trazo profundo entre el agua y el cielo. Azul pastel en las nubes. Verde esmeralda ondulante frente a la punta del pie, sobre la última roca del acantilado. Azul es horizonte, rumbo, misterio. Azul oceánico donde trazo sendas doradas al caer la tarde estival. Azul grisáceo aciago entre mis palabras y tu inquebrantable silencio. Azul plomizo anunciando cambios viscerales en el interior de nuestros cielos encapotados. Azul plateado con borrones violetas en amaneceres de sonámbulos versos, que se materializaran sobre el lecho de arenas gastadas y en papeles reciclados, sin numeración, antes del asombroso bostezo. Azules diversos, todos ellos repletos de luz, hambrientos de lluvia y espuma con los que generar el arco iris para aquellos que seguimos buscando un equilibrio aunque frágil, en nuestro espectro.
         Azul oscuro, oscuro, casi negro cuando cae la noche y tu rugido me habla de sueños. Sueños con los que tejer una esperanza, tal vez siete esperanzas o veintitrés esperanzas en esta realidad sordociega, insensible y agónica que nos arrebata nuestro tiempo. Azul contra el desahucio. Hogar azul.


Publicado en: Cosiquinas de Cadavedo Nº9, agosto 2011

Bebitos, piedras

 BEBITOS

         Dormías cuando llegué, boca abajo muy tapadita. Sólo distinguí tu cabeza. Los primeros brotes de tu cabello aparecían bajo un sin fin de mantas rosas.
         Despertaste en mis brazos, bostezaste y abriste los ojos a un nuevo día. Esos ojos grisáceos lo miraban todo. Se fijaron por un momento en mis gafas y parecieron asombrarse.
         Tus manos se agitaron, esos finos y largos dedos ya se agarraban a mi dedo índice con fuerza.
         Buscabas a tu madre en cada giro de cabeza, al entornar la mirada chupabas tu diminuto dedo pulgar como diciéndole a tu madre. - Tengo hambre, quiero mamar -.
         Mientras yo tocaba tus pies y eso parecía gustarte hasta que tu hambre fue tan voraz que comenzaste a llorar. Tus deseos no fueron oídos y te rebelaste contra el silencio. Con tu llanto lograste tu objetivo, que tu madre te diera de mamar.
         Contigo en los brazos me di cuenta de algo importante, que hasta ahora solo había podido imaginar: me enseñaste como comienza la vida con tu despertar. Primero un bostezo y una mirada atrás, luego un gesto, una mirada que comienza a explorar, para luego actuar y darse a conocer en el mundo hay que gritar, llorar y cantar.


PIEDRAS

         La fuerza generadora de la palabra, capaz de transcender al día de hoy y al de anteayer. Trazos que parten del único referente real, el estado de ánimo y la evolución de tu alma pétrea, lenta y humilde. Tienes razón, sos piedra. Piedra preciosa, piedra con que construir un horizonte por estrenar. Vienen a mi mente las piedras calientes que templan el lecho en las noches invernales mientras acaricio la pequeña piedra ovalada y negra que alberga el fósil de un pequeño habitante marino, que un saharaui me regalo en Tinerghir y pende de mi cuello.
         Piedras son memoria ancestral, son símbolos eternos. Pienso en los diamantes frágiles en su apariencia translúcida, capaces de cortar el cristal. Piedras preciosas, el rubí con su fuego pasional, el zafiro con su densidad oceánica, los poderes curativos del cuarzo, la protección de la malaquita, la música de los cantos rodados que a mis pies aguardan la marea y la pequeña piedrita de naturaleza arenisca del cementerio judío de Praga impidiendo que el mensaje a un ser querido sea barrido por el viento de la tumba. Se mantiene junto con otras piedritas, todas son símbolos de flores para nuestros muertos. Diáspora de piedras. Alimentan leyendas las piedras del edificio de la Plaza Porlier. Antaño fue prisión de mujeres y dicen los guardas de seguridad que en el sótano, durante las noches invernales se escuchan los lamentos de mujeres trastornadas que fueron castigadas en aquellas mazmorras, mientras los planos del edificio hablan de cimientos trazados con piedras de río, de dilatación o tal vez crujido de huesos.
Crujen los lamentos de las piedras. ¿Insistes en que él es piedra?. No me cabe la menor duda, Xurxo es piedra.


Publicados en Cosiquines de Cadavedo Nº8, agosto 2010

ESCRIBIR



E
liminar las impurezas que se incrustan en la piel, aferrándose en el interior de los poros, deshacer el embrujo de las sopladoras de nudos con el coraje de la inmunidad que otorgan las certezas.
S
oñar con mundos lejanos para vivir en la cara oculta de esa luna llena, con sabor a queso.
C

onstruír el refugio para alcanzar la Vida y acoger a los amigos que te acompañan siempre en los largos trayectos sobre carreteras cuarteadas por el efecto del hielo así como entre las dunas. Una casa acogedora, confortable, con objetos que llevan grabada la historia de un encuentro emocionante y la fecha para tener una excusa con la que aglutinar a un grupo de amigos alrededor de una buena mesa.

R
eír a carcajadas, doblarse de risa hasta que las lágrimas estallen y alcanzar a cruzar la frontera entre la adolescencia y la niñez para volver a esbozar esa primera sonrisa con la que saludábamos a nuestra madre cada mañana.
B
ailando sobre las olas de esa funesta tormenta voraz capaz de devorarse a sí misma, despliego las emociones necesarias para sobrellevar las agresiones de anteayer y de hoy.
I
ntenciones ocultas sobre la mesa de operaciones, trueques emotivos en la era del ciberespacio. La palabra delata los secretos más ocultos, dejándome trazar mapas para legar a alzar el vuelo.
R
espirar el oxigeno regenerador de la alegría que nos conduce al amor. Retomar el pulso de  los acontecimientos para volver a gozar de lo placeres más sencillos que están al alcance de la mano.

Escribir por y para sobrevivir.


 Publicado en Etcétera Nº47, diciembre 2004, Zaragoza

ESTACIONES


VERANO. Flotar, oscilar con el viento amoroso, ascender con cada inspiración, ahuecarse de la cabeza a los pies sintiendo el calor del sol prendido en el rostro y la frialdad refrescante del agua en un pie, que trata de calibrar donde está el fondo de cuando en cuando. Perder la noción de gravidez, abandono total al fluir de la sorpresa, arrullo de olas que rompen próximas a la arena surcando las huellas de un lecho de agua, luz de luna, corrientes y antesala de las mareas furiosas de S. Agustín.
         Enredadas las algas al cabello, la melena va y viene cubriendo el cuerpo de iodo y sal. Los gritos se silencian, el martillo constante de la pelota de tenis, junto con las hirientes rugosidades del plástico no alcanzan a ser audibles en ese instante donde la luz te desborda, cegando todo pensamiento violento contra la plenitud astral que el océano transmite, tras digerir los rayos y las lluvias de la última tormenta.
¿Quizás el inconsciente regresa a la paz del océano materno?. Quizás saboree la serenidad del origen primigenio, cuando casi todo era agua y cielo. Después de todo el origen de la vida no sería posible sin H2O.

INVIERNO. Te inmiscuyes en mi bufanda, enredas en mis bolsillos y pierdo uno de mis guantes. Los charcos me persiguen y acabo con los pies helados, olvidando los paraguas sin saber dónde, mientras busco un buzón y un estanco donde aprovisionarme de sellos. El radiocasette no conoce el descanso, Victor, Mª Dolores, Chavela me llevan por las carreteras secundarias a bucear entre recuerdos antiguos y futuros. La mano ágil, fresca escribe sobre servilletas, mientras mi nariz busca el olor de la gélida tormenta que, traerá la nieve al menos durante dos días. Podré salir a la calle silenciosa, lenta en busca del fotógrafo que inmortalizaba mensajes de amor, escritos con el dedo índice sobre el cristal de un turismo, tupido de impolutos copos, aparcado en una céntrica calle, por donde circulamos al menos
cuatro veces diarias. Existen los poetas urbanos y los grafitis son sus obras completas. A la vuelta de la esquina un helado con tropiezos de turrón, para celebrar la alegría de estar vivas, en este solsticio en el que Buenos Aires estrena el verano.
EQUINOCCIO DE OTOÑO. En el otoño el viento huele a resina seca, los árboles se quiebran. Del mar emergen las basuras que hemos cosechado. Es tiempo de recolectar los frutos de la siembra. Tiempo de choclo, de castañas asadas en las esquinas de una ciudad cuyos estudiantes se despiertan. Comienzan los ciclos de buen cine, para no sentir cómo menguan más y más esas tardes de charlas, conciertos y proyectos. Es tiempo de volver a la raíz, de podar los esquejes que sobran para renacer más fervientes y vitales la próxima primavera. El buzón se llena con los últimos rayos veraniegos que llegan a mis manos para aumentar mi colección de postales. Se retoman aquellas preguntas que siguen aguardando pacientes una respuesta. El teléfono se alborota, el microondas ilumina las madrugadas, la despensa se llena de legumbres y la planta del pie ya no volverá a sentir el roce de la hierba seca y la húmeda tierra. Pero antes la última locura: una zambullida en ese mar Cantábrico, rebelde y libre que se eleva cada año un poco más, para recuperar lo que fue suyo y un tango: Volver, cantado a dos voces, frente al semáforo, como colofón de esta estación que retorna eternamente desde el paralelo situado a 23º 27' Trópico de Cáncer para unos y Trópico de Capricornio para otros.

PRIMAVERA. En la primavera la saturación del polen en el aire reaviva al gusano loco y me pica la curiosidad, la necesidad de sorpresas, y aventuras. Deambulas por la rutina y cuando te detienes ante un espejo, te encuentras cantando una canción alegre porque sí, dejando las medias en el fondo del cajón y buscando los restos de crema bronceadora. De los estantes emergen los pactos, con sus voces serenas, para contagiarnos con su magia de sortilegios y deseos con los que alimentar el fuego de la hoguera de San Juan. En primavera comienza la danza prima, el gusto reclama la caricia fugaz de la lechuga y los poros se abren intuyendo el calor del sol, la serenidad del dolce farniente y por las noches de la videoteca sale Katherine Hepburn con su puntual invitación y me voy con ella a dar un paseo por la calurosa y radiante Venecia. El color de  los parques tiñe las miradas de aventureros, músicos, bohemios, de poetas mientras otros comienzan con las tediosas dietas.

PUBLICADO EN: Esencias Nº43, Alicante,  diciembre, 2006

ARTE CONCEPTUAL


         El estudio estaba plagado de bombillas fundidas, alambres de espino, hierros retorcidos, latas rotas y herramientas sobre los escasos muebles. El escultor se movía saltando sobre todos los elementos de su obra desmembrados. Sobre el tablero de ladrillos y unas fotos en blanco y negro de su infancia en los bosques, con sus primos.
         Cada mañana se sentaba mientras desayunaba en un ángulo diferente y contemplando los dos ladrillos tratando de encontrar la pieza clave. Tras veinte minutos desistía y volvía con sus alicates a transformar las latas en pétalos de margaritas, para insertarlos en los tallos de alambre de espino.
         Pero aquella mañana algo iba a suceder. Hacia la una llamaron a la puerta. Holfan abrió y se topó con Henry, su primo.
-¿Cómo te va Holfan?.
- Bien, pasa. ¿Cómo tú por aquí?. Te hacía en el sur.
- Empezaron a llegar turistas y decidí alzar el vuelo. Ya sabes que esas aglomeraciones me estresan. Llevan consigo demasiada carga y ni la lluvia es capaz de relativizar la sobrecarga. Te parecerá raro, pero no son iguales los iones negativos bajo la lluvia cuando llega esa marabunta.
- ¿Quieres comer algo?.
- Sí, he traído un vino fantástico de España. Creo que vas a exponer allí pronto ¿no?.
- Bueno está el tema en el aire aún. Estoy terminando algunas piezas.
- Ya veo y tienes dificultades con los ladrillos ¿no es así?.
- Aún no lo tengo claro, pero ya se aclarará.
- ¡Vaya, pero si somos nosotros!.- Exclamó mientras miraba las fotos en blanco y negro.
 - ¿Recuerdas aquel verano?.
- ¿Cómo podía no recordarlo?. Creo que nunca he visto una mujer más hermosa y que no la veré nunca.
- Es cierto, porque perdimos la mirada inocente con aquel desnudo.
Terminaron de comer y Henry se marchó. Pero se dejó sobre la mesa una pequeña bolsa de plástico en la que no reparó Holffan hasta el día siguiente,, cuando se dispuso a contemplar los ladrillos. La abrió y un profundo olor le noqueó la consciencia. Aquel aroma, donde se entremezclaba el sudor y el perfume, le llevaron hacia la imagen de aquella mujer desnuda, que su primo y él contemplaban bañándose en el lago. Extrajo de la bolsa el sostén blanco del que provenía aquel olor. Lo tomó con ambas manos y acarició sus copas, mientras imaginaba el cuerpo que había contenido y al enterrar su nariz en él vio en toda su plenitud su obra terminada. Aquel sujetador sostendría los ladrillos compactándolos y de sus copas emergerían las fotos.
En el fondo de la bolsa encontró una nota escrita a puño y letra de Henry y se dispuso a leerla:
Entre sueños. Blancos senos, flácidos, sus ojos seguían las leves huellas de los hijos ya criados que no habían desterrado ni las cremas, ni las lociones antiestrías. Pechos curtidos por toda una amalgama de amantes, que oscilan entre los más inexpertos, a las caricias gastadas de amores dispersos. Pechos que pertenecen a la mujer urbana, con las suelas de los zapatos recauchutadas por las decepciones y desilusiones que con la edad han conseguido cristalizar en una coraza a prueba de bombas emotivas y amagos por sorpresa. Recuerdos en los bolsillos y pagos a plazos en el horizonte. Esa era la propietaria de la prenda íntima. No había adornos, ni detalles realzando la línea de aquellos pechos caídos, no, no era necesario, en cambio el aroma que desprendía aquel sostén era intenso, inconfundible, persistente, tan peculiar que el mismo perfume no alcanzaría a ser ni semejante en el cuerpo de cualquier otra.
         La pieza viajó con el resto de las últimas obras hasta España. El arte conceptual era privilegio de una minoría. Su sala de exposición era visitada por una o dos personas diarias por los que decidieron sacar parte de la exposición a otros espacios más cercanos a los trayectos cotidianos de los transeúntes.
         Dos amigas fueron a ver la exposición. La pieza realizada con tenedores retorcidos que introducían sus púas en la boca de cerraduras impresionó a una de ellas. Y ambas se sorprendieron ante los ladrillos amarrados por un sostén. Al acercarse y contemplarlo con detenimiento una de ellas dijo sobrecogida:
- No, no es posible.
-¿Qué ocurre?.
-¿Recuerdas cuando nos fuimos a la playa el verano pasado y nos robaron de la bolsa el sujetador?.
- Sí, mira que llevarse un sostén viejo y dejar aquel bollo que nos regaló Esperanza relleno de chorizo casero.
- Pues creo que mi viejo sujetador está ahí.
- No, no es posible.
- No valía nada, no tenía encajes, nada. No valía para nada o eso creía yo.
- Bueno, pues míralo ahora, se ha transformado en arte.
- Me alegro, es más grato pensar que lo tomó prestado un artista a que un fetichista lo integrase en su colección.
 - Chica menudo levante tenés.- Exclamó en tono de broma y con acento porteño.
- ¿Levante?. Cuidado con lo que dices.- Sentenció poniéndose sería.
- Vete tú a saber todo lo que se eleva gracias a una prenda íntima.
- Lo pasamos bien ese día.
- Sí, ¿no te apetece conocer al artista?.
- No, no, vámonos.
- ¿Por qué?.
- Ya no tengo edad para esas cosas. Vamos a tomar un café.-
La amiga suspiró y se encaminaron hacia la salida mientras pensaba:
- No tienes remedio, hay que gastarte así.


 Publicado en Esencias Nº41, 2006 Alicante





jueves, 13 de septiembre de 2012

Alas de madera


ALAS DE MADERA

La verdadera fuerza es hija de la dulzura y
la verdadera suavidad es consecuencia de la decisión.

Gibrán Jalil Gibrán.

Amancio el gato, así le conocían a orillas del Cantábrico. Sus manos habían olvidado el temblor del cincel provocado por el martillo, pero aún recordaban con la precisión necesaria cómo devastar la madera del interior de aquel tronco, que transformaría en una canoa con la que pasear por la laguna de Gallocanta. Aún faltaban dos semanas para el regreso de las garzas, los flamencos, los correlimos y los cormoranes.
Habían pasado dos meses desde que comenzó a trabajar en aquel proyecto. Cada mañana se levantaba veloz y de nuevo medía, serraba y lijaba hasta que apuraba los últimos rayos de sol. En la parte trasera de la cabaña había apilado cinco troncos, de los que no fue capaz de extraer el bote que necesitaba. Ahora únicamente servían para leña. Debería de cortarlos y apilarlos pero, Amancio sólo tenía ojos para el nuevo tronco de mongoy recién llegado del Senegal. Aquella era una madera muy dura y podría trabajarla con mayor habilidad. El sudor resbalaba por su rostro, empapaba su camisa pero, él no se detenía. Quedaba poco tiempo. Si fallaba sería su ruina.
Al atardecer decidió dejar su labor. Estaba demasiado cerca de la corteza y podía volver a perforar el fondo con facilidad. Por la mañana con  más luz correría menos peligro. Cubrió con una lona la madera y se fue a preparar la cena. Aquella noche le visitó Carmelo...
- ¿Qué tal te va Amancio?.
- Bien, y a ti.
- Mejor, aunque todavía no me he recuperado del todo. Mi hombro aún se resiente. Si tuviera tanta suerte como el gato.
- El gato... hace tiempo que nadie me llamaba así.- Dijo en un tono melancólico.
- Claro, aquí retirado del mundo. ¿Cómo no vuelves?.
- No, no, aquello ya no me interesa.
- ¿Qué haces ahora?.
- Estoy con una pequeña embarcación.
- No te va bien con ella ¿verdad?. Demasiados intentos fallidos.
- Sí, pero creo que esta vez será la definitiva. Esta madera es muy dura, casi tanto como la caliza.
- La caliza era tu especialidad. Han arrancado tu reproducción de la caja de las ágatas del capitel. Dicen que está en la cámara del obispo.
- Son unos salvajes. No comprenden nada. ¿Cómo  pretendes que vuelva?. Cada vez está todo más deteriorado. No respetan ni la obra del cantero, sólo saben de su sed insaciable.
- Si te hubieras comportado de otra manera al caer del andamio. Todos creyeron que te habías matado y corrimos hasta allí asustados. El obispo incluso rezaba por ti y claro al ver que estabas en Casa la Viuda tomando vino se ofendió.
- No lo entiendo. Él sabía que contrató al gato. Pocas veces me he caído, pero nunca me pasó nada. Encima tuvo la desfachatez de decirme cuando me despidió que rezaría por mí. ¿Qué se creerá?. Él que tanto reza de algo se teme.- Respondió orgulloso.
- Me ha enviado para pedirte que vuelvas. Hay que rematar la torre y quieren que lo hagas tú.
- Ni hablar, ¿para qué?. Lo único que estaría dispuesto a labrar sería un hombre cagando y no lo aprobarían. Además supondría volver a la ciudad y bajo ningún concepto. ¡Qué supliquen, que rueguen!. Pero ellos, diles que no envíen a nadie más. A menos que venga el obispo en persona no voy ni a reconsiderarlo. ¿ Lo has entendido?.
- Sí, así se lo diré. Estás seguro de que es eso lo que quieres que les diga.
- Desde luego. Ahora vamos a tomarnos un trago de aguardiente que tenía reservada para una ocasión especial. Voy a sacarlo.
- Bien. ¿ Puedo quedarme unos días?.
- Sí, claro. Ya sabes que no hay muchas comodidades.
- No importa. Puedo ayudarte en el bote.
- No te ofendas, esa es mi tarea. Sin embargo gustoso te dejo el territorio de la cocina.
- De acuerdo. ¿ Qué vas a hacer cuando la termines?.
- Verás he comprado unas cámaras fotográficas alemanas y me he puesto en contacto con un naturalista italiano que está interesado en aves migratorias. Voy a sacar fotos a las garzas, a los flamencos,... y me las pagará a dos pesetas por foto.
-¿ Dos  pesetas?.
- Sí.
- Pero cómo las vas a hacer. Se necesitan ácidos ¿no?.
- De eso se encarga un intermediario en Barcelona, al final del verano. Él decidirá cuantas fotos son útiles y me las abonará.
-¿Cuántas vas a sacar?.
- Calculo alrededor de quinientas.
- Pero eso es mucho dinero.
- No está mal. Y no corro el riesgo de agotar mi última vida. Confío en tu discreción.
- Cuenta con ella.
- Es preferible que recuerden al gato en plena forma.
- No te preocupes. No voy a decírselo a nadie.
- Toma estas hierbas. Haz una cataplasma para cada mano déjalas un día entero.
-¿ A qué viene esto?. ¡A mis manos no les pasa nada!.- Exclamó contrariado.
- Amigo, están muy hinchadas. Te cuesta cerrarlas y no controlas la fuerza con que son capaces de agarrar la maza. El grado de tu enfermedad está en esos troncos que destrozaste, antes de conseguir la madera que fuese lo bastante resistente como para aguantar los desgarros imperiosos y las desatinadas caricias.
- No sé de qué hablas.
- Lo sabes muy bien, aunque sé que no lo reconocerás ante nadie, pero no seas tan estúpido como para negártelo a ti mismo. Aquí te dejo las hierbas y unas vendas. Mañana no trabajes, deja la cataplasma y pasado la inflamación habrá bajado. Podrás terminar a tiempo.
- Pero bueno, ¿ con quién te crees que estás hablando?.
- Con el gato, mi amigo.
- Parece que has olvidado quién es el gato.
- No, te equivocas. Te conozco demasiado bien como para saber que no paraste hasta que obligaste al obispo a largarte. No querías que nadie viera tus manos así. Lo entiendo y voy a respetar tu decisión, pero no puedes permitirte destrozar ese tronco. Es tu última esperanza. Todo lo que tenías lo has invertido en esta locura. Déjame ayudarte a que no se malogre.
-¡ Márchate !.- Gritó enfadado.
- Está bien. Ya me voy. Piensa en lo que te he dicho.
- Adiós.- Dijo con tosquedad tras beber de un trago de aguardiente. Se quedó solo contemplando aquellas manos ásperas, hinchadas. Trató de cerrarlas pero, no fue capaz de doblar las falanges. Un dolor  punzante y agudo se lo impidió. Lanzó un grito tratando de resquebrajar la rabia pero, fue inútil. Sintió una gran opresión en el pecho durante unos segundos que vivió con tal densidad que le parecieron horas. Las lágrimas brotaron de sus ojos y ahogaron la ansiedad. Permaneció sentado con la cabeza hacia atrás. El tiempo parecía haberse detenido y su respiración fue serenándose.
                   Al cabo de unos minutos se levantó y agarró un cazo. Lo puso al fuego con agua y troceó las hierbas. Envolvió las manos en las cataplasmas y se fue a la cama.
                   El día siguiente lo pasó sentado en la mecedora del porche observando a las ardillas y recordando su primera caída del tejado de la casa de doña Amparo, aquella mujer de ciento veinte kilos. La suerte parecía sonreírle. Ocurrió el día en que con un viento huracanado fue el único en subir al tejado. En el interior de la casa era el día de varear los colchones y, fue precisamente el de doña Amparo Tuñón, el que amortiguó la caída de aquel chico de catorce años que comenzó a ser conocido como el gato.
                   Ya no era tan joven y era el momento de comenzar una nueva vida con un nuevo nombre. El gato sólo podía vivir en el recuerdo, ya no quedaba un lugar para él en las alturas. Recordó la última vez que se había subido a un andamio. En Ravello, allí fue donde enterró al gato cuando quebró la estatua de mármol al cincelar los últimos detalles. Aquel obstinado italiano puso el grito en el cielo y había prometido concederle unos meses antes de denunciarle. Tenía que pagarle el material y su traslado, pero no tenía ni una lira.
                   Cabizbajo deambuló por las calles sin rumbo. Aquel trepidante caminar desembocó en la plaza. El feriante Gasparov anunciaba el comienzo de su función. Rebuscó en su bolsillo. No tenía ni para una botella, así que pagó la entrada del espectáculo. Por un momento aquella función de títeres le hizo olvidar. Pero el tormento de la deuda volvió al bajarse el telón. El Gran Gasparov, así era como le gustaba que le llamasen, le invitó a sentarme en el sillón que había colocado a la salida, frente a un objeto del que colgaba una tela y se apoyaba sobre tres patas. Se sentó mientras él manipulaba en aquella máquina con una mano y con la otra levantada le indicaba que le mirase sin mover ni un músculo. El fogonazo que salió de su mano izquierda les asustó a todos. Gasparov anunció la consecución del prodigio para el día siguiente.
                   Allí estabamos cuando descubrió el primer retrato que le habían hecho. Todos se quedaron impresionados. Era la primera vez que veían una fotografía. Y la gente le comparaba con ella. Gasparov animó al público y hasta que se fue la luz no cesó de disparar con su cámara. Ante aquel éxito le propuso a Gaspar acompañarle en su ruta. Podría ser el cebo perfecto para que la gente se animase. Gaspar le enseñó a escribir en la luz con sus cámaras y recorrieron toda Italia. Durante el viaje se cruzaron con Giosepe el naturalista enamorado de las alas. Aquel soñador le pagaría una buena suma con la que liquidar su deuda si viajaba a Gallocanta a fotografiar las aves migratorias.
                   La vida tiene extrañas formas de hacer cambiar nuestro destino. Antaño estas manos fueron martillos precisos, concisos esculpiendo la piedra, ahora serían útiles como vehículo de conocimiento a otras personas que no viajaran nunca a lugares lejanos, salvo con la mirada de su imaginación y sus añoranzas.
                   Una tormenta eléctrica se desencadenó con rapidez. Amancio se sobresaltó. Miró sus manos. La inflamación había descendido. Trató de cerrarlas, el dolor había remitido hasta el umbral de lo aceptable. Se levantó y preparó otra cataplasma. Aquella noche se durmió con los vapores del alcohol y por la mañana se levantó ebrio de coraje, no saltó las herramientas hasta entrada la noche. La barca estaba prácticamente terminada.
                   Al cabo de una semana tras darle la última mano de pintura decidió botarla. El cielo azul se reflejaba sobre la superficie de la laguna. La canoa rompió aquella imagen serena, quieta y Amancio remó con ímpetu hasta el centro. Se deslizaba con una suavidad que parecía flotar sobre el agua. Durante los días sucesivos salía cada mañana a remar. Pronto las aves comenzaron a llegar y le acogieron en sus dominios como una parte más del paisaje. Pudo fotografiar a todas las aves sin dificultad alguna.
                   Amancio emigró con las aves hacia Barcelona. Allí tras unos días recibió 3.246 pesetas por las fotografías y firmó un contrato con una editorial que lanzó una colección de postales sobre la laguna de Gallocanta.
                   Se sentía orgulloso al ver las primeras pruebas de la imprenta. Sólo faltaba un título para aquella colección. Fue un chico quien lo encontró en aquel café donde Amancio tenía las postales sobre la mesa. El muchacho se quedó atónito mirando aquellos parajes en los que un flamenco encogía las alas y como una flecha penetraba en el agua para salir con un gran pez en la boca. Las miraba con tal intensidad que Amancio se sintió tentado a preguntarle:
-¿Qué nombre les pondrías?.
- Encantador de aves. Es como si hubieses captado todos sus movimientos secuenciadamente. Uno puede ver al pájaro moverse.
                   A las tres semanas la tirada de postales del encantador de aves se agotó y Amancio recibió más encargos.
                   Una mañana al salir en su canoa se percató de que algo importante faltaba. Sin dudarlo buscó un pincel, pintura y bautizó su embarcación como: encantadora de aves. Nunca contestó a las cartas de Caramelo y siempre se negó a facilitar a la editorial su retrato o datos sobre vida. Todo lo que necesitaban saber lo mostraba a través de su cámara y un gran angular de veintiocho milímetros, su objetivo fetiche.

Publicado en ED Jamais Sevilla

LIBROS



Saciarme, llenarme de tu presencia, de la mirada, serena, suave, profunda llegar a buscar entre las inquietudes en los fértiles remansos de alegría y entrega, lejos del ruido, más allá del silencio.
Estas son las huellas que permanecen en mis libros cuando los cierro. Pintarrajeados y escritos en los márgenes, subrayados sin ánimo de plagio, palabras sobre rojo capaces de colmar tu silencio, de iluminar la nostalgia y acogotar la melancolía. Libros, viajes, sueños. Más allá de los pétalos secos, mas allá de las manchas de chocolate está el deseo de sentirse arropada por tus brazos, amada y feliz al abrigo de la autenticidad contenida en un verso. Antesala del plácido sueño, transpasando distancias, refugiándose en la noche estrellada donde la I y la S se tornan firmes y decisivas en el descenso hacia las profundidades del inconsciente donde encuentran respuesta los interrogantes que abres cada mañana en tus cuadernos. Fecha y lugar en el que iniciaste ese viaje iniciático de palabras y una  firma legible por si transformas ese objeto en regalo o vehículo de transporte para otras personas a las que te unirá el placer de compartir un tiempo y un espacio dedicado al placer de la búsqueda y el encuentro de uno mismo entrelíneas, en el mundo subterráneo que palpita debajo del texto, colmando de sentido cada uno de tus pasos

Editado en Etcétera Nº45 junio 2004

FRONTERAS


Luces de neón iluminando sus pasos, sombreros de ala para vender, cinturones, gorros de playa y paraguas eran la mercancía que debía colocar para lograr paliar el gusano del hambre en el estomago de su familia. De madrugada seguía sacando existencias, cambiando algunas de ellas, pero lo que trajo mi atención fue aquella tela blanca anudada sobre su pecho. Aquel tejido era el sostén para el bebé, cargado a su espalda, dormido entre el ruido de la feria, el bullicio de los borrachos. Plácido era su rostro, quizás contagiado de la serenidad con que su madre avanzaba entre las falsas necesidades que alimentan nuestras almas en este norte. Eso fue lo que pensé, pero la mirada fría, ausente me lanzó su pasado más reciente, donde aquel ser humano era el fruto de la última vejación antes de cruzar la última frontera que la separaba del derecho a vivir.

 Editado en: Esencias Nº28 sep 2005

KOSOVO = LISTA DE SCHINDLER

Las dagas más afiladas entran a través de la vista, con esas imágenes de masacre, y terror, donde sin imágenes no hay noticia y poco a poco la realidad se ve acotada por lo que unos pocos deciden que deben mostrar a las horas punta. En el cajón de sastre las imágenes reales e inventadas, los referentes culturales surgen en espacios publicitarios, donde la norma es la transgresión de toda regla. Y así, en plena fusión de tiempos y espacios, los titulares en cualquiera de las mañanas de las que habrán de venir, si los E.E.U.U. así lo quiere, serán: Liz Taylor la reina más poderosa del alto y bajo Egipto, Jack Lemon y Toni Curtis las primeras drackqueen manifiestan abiertamente su sexualidad, Ingrid Berman tomó los hábitos y adoptó el nombre de Juana de Arc.o
         En esta gama de imágenes en las que estamos inmersos, la verdad se transforma en mentiras piadosas, y estafas donde la incertidumbre abre paso a nuevas religiones que llevan al culto del cuerpo. La alimentación basada en vegetales, las curas con orina o con colores, ocupan nuestro tiempo. Estando sumergidos en un diario de anuncios, donde todo se compra y se vende, tratan de transformar nuestro cerebro en una araña de neuronas, incapaces de establecer una red de conexiones. Así, nos hemos convertido en seres desmemoriados, y andamos creyendo que juegos como la peonza datan de la época de nuestros abuelos cuando Cleopatra ya jugaba con ella.
         Sin memoria, y sin historia vuelven los trenes de refugiados. La televisión nos bombardea con crudas imágenes de bebés llorando, ancianos exhaustos, hambrientos que ni siquiera tienen una manta con la que resguardarse del frío mientras la lluvia sigue cayendo silenciosa. Y al espectador le basta con apretar un botón para borrar de su retina los rostros del terror con la imagen de diez jóvenes musculosos, con el torso desnudo que viajan en el ascensor con una de
nuestras actrices más internacionales. El mando a distancia se desliza ante los primeros bostezos que anuncian la siesta y aparece en un primer plano la representante del poder político europeo. Lanza metáforas en las que los horrores vistos en los Balcanes son sustituidos con la película que más estatuillas doradas se ha llevado este año en la ciudad de los sueños.
¿Podrá el cine crear un mundo paralelo en el que los referentes sean los relatos imaginados por Mary Shelley, las hermanas Bronte...? ¿Será algún día Eduardo Manostijeras el referente contra la intolerancia?. ¿Y E.T. el primer extraterrestre que nos visitó?. ¿Creerán nuestros hijos que los dinosaurios convivieron con el hombre?. ¿Y Bette Davis será el rostro de la perversidad?.
¿Llegará a tal punto la desmemorización colectiva que dejaremos a Pinochet volver a Chile amparándonos en razones humanitarias?.

Nemetón Nº1, mayo 1999

HUELLAS: MARRUECOS Y LA SÁHARA


HUELLAS: MARRUECOS Y LA SÁHARA.

Dedicado a los integrantes del CLUB DE LA LUNA LLENA: Patricia Fabiana Fernández, Alejandra Rey, Encarna González, Luis Goñi, Luis Salazar, Carles Rius, Aranra e Irune Elosegi. Y simpatizantes del club: María Jimenez Nieto y familia.


"Ahora sé que irse no es ninguna huida, sino más bien lo contrario. Huir, huye quien emigra, quien parte hacia el exilio, quien escapa de donde vive por miedo, quien se marcha de casa con la voluntad de no regresar nunca... y yo no huyo ni quiero huir de ninguna parte, sencillamente me voy de viaje para sentir vivo el tiempo -todos los tiempos-, para sentirme vivo en el tiempo; no para perder de vista lo que tengo cerca, no para dejar atrás y en el olvido quién soy, sino para tener cerca aquello que me queda lejos, sabiéndome alguien que se hace más él mismo mientras va de viaje, porque el viaje le permite dejarse seducir ánimo y ánima por cuanto le rodea, le permite el gozo permanente de cada instante, incluso de los sueños.
Viajar hacia la luz, hacia el sur, hacia los demás, con el cuerpo y el alma libres, hacia el desierto. Y escribir - escribir como viajar, es una sabia manera de conocerse a sí mismo reconociéndose en los otros -, la propia experiencia del viaje. Así, el viaje se transforma plenamente en lo que es una metáfora de la vida una búsqueda, una forma de conocimiento, una visión, un libro, donde todo es posible, efímero y eterno, personal y transferible."
Josep Piera (1998): SEDUCCIONES DE MARRAQUECH. Edi. Península


PRIMER DÍA: OVIEDO * ALGECIRAS
            Emprender viaje siempre despierta mariposas en mi imaginación, me abre los ojos, los oídos, el olfato y mi piel se sensibiliza. Pero este viaje no es como los anteriores, no. Es la primera vez que viajo en busca de un reencuentro con un país en el que ya he estado. Mi memoria recuerda una oleada de bigotes y chilabas de todos los colores, la intensidad de las miradas de la población, el olor de las especias, la humedad de la lluvia pertinaz que me caló hasta los huesos y una voz profunda que nace del estómago llamando a la oración.
Esta vez viajo con la intención de no desprenderme de la risa y cuento para ello con que mi amiga, Ale, lleva a flor de piel las semillas de la alegría.
            Lo imprevisto se torna aventura y las carcajadas siempre son una buena compañía ante las escaleras mecánicas del metro estropeadas, la valija que se rompe, la vaca de argentina cerrada y la inexistencia de una cafetería en ochenta cuadras, así como la intromisión de una cadena de televisión que nos filma mientras nos tomamos un helado y nos sugiere que digamos: "En otoño comemos helados" pero se niegan a acercarnos al número ocho, donde tenemos que encontrarnos con el resto de nuestros compañeros de viaje.
            La afinidad de procedencias y la proximidad de asientos configura pequeños grupos que se consolidan mientras los kilómetros aumentan vertiginosamente y con los primeros rayos de sol nos despedimos de la península. Ya somos dos viajeras y una turista unidas por una cámara de fotos...
- Sácame entera y sin mucho piso. Espera que me arregle el pelo... Ya.
Lunes 28 de septiembre 1998  *  *  *  4 Joumada II de 1419
SEGUNDO DÍA: ALGECIRAS* CEUTA * CHAUEN
Algeciras desde la cubierta del barco tras una hora se difumina en la bruma de un día gris. El sol africano nos da la bienvenida. Por fin en otro continente. Africa. Ya desde la frontera la mirada es otra. Aguardamos expectantes el sello en los pasaportes mientras una banda de gatos callejeros cruza de un lado a otro de la línea con total impunidad, recibiendo de unas mujeres musulmanas agua y del guardia de la frontera restos de pescado. La hilera de peatones  se extiende más allá de donde llegamos a ser capaces de verla desde el autobús. No podemos descender y ante nuestros ojos hileras de coches estacionados son revisados. Atrás se quedó la arena de la costa limpia, los últimos retazos de costa que pudimos ver antes de que la carretera se adentrara entre dos colinas que se asemejaban más a un estercolero, en el que es posible comprar una tortuga, una ardilla o una pitón. Seguimos parados, podemos pasar en cuestión de minutos o de horas. Los demás, inquietos, miran buscando al guía y se sorprenden al ver a los "moros" con sus prominentes bultos que lanzan desde el territorio español al marroquí, ante la mirada escurridiza de los guardias que cambian su ubicación unos dos metros más cerca o deciden estirar las piernas ante el salto sobre el muro de cinco marroquíes. Una ya no sabe dónde hay mayor alboroto, si en el exterior del autobus o dentro donde las cámaras en posición de PLAY y con sus potentes objetivos filman una escena que no están en disposición de entender. ¿Buscarán algún día la información de la que carecen para llegar a comprender?.
            Mezquitas saludan a nuestro paso hasta llegar entre laderas de canabis a Chauen. Una invitación a la Cueva de Ali Baba en pleno zoco donde las especias hipnotizan tu nariz y los colores verdes intensos de la genna, el ocre de la canela, el granate del pimentón te inducen a buscar los platos de cerámica donde se mostraban las especias en los catálogos, pero el oro rojo llegas a vislumbrarlo tras el cristal embadurnado de aceite y son recipientes de plástico, o palanganas de acero las que acogen a ese paraíso aromático, al lado del cual los caftanes cuelgan de múltiples perchas hasta alcanzar la primera planta de la casa. Los zapatos nuevos expuestos por pares sobre una pequeña repisa, los viejos sobre una mesa formando dos montañas. "Sólo mirar, casi gratis."
            Han proliferado los afeitados, sobre todo en los jóvenes. Se ha hecho tarde y hay que regresar al hotel. Una mujer llama a un niño y éste con apenas seis años nos guía entre el claroscuro de las callejuelas hasta los taxis. Durante el camino nos paramos a comprar algunas postales y el muchacho sin impacientarse lo más mínimo, aguarda tarareando una hermosa melodía. Proseguimos el camino y al llegar a la parada de taxis aprovechando la negociación con el taxista del precio, nos solicita dirhans a cada una de nosotras. Al contemplar cinco duros se maravilla y los guarda mientras solicita más dirham. Iniciamos el trayecto en un gran taxi -un mercedes- y el taxista nos pregunta si nos lleva por la ruta larga o la corta en una mezcla de castellano, italiano y francés. Nos explica que algunos extranjeros les temen sin haber hablado con ellos. Al llegar nos desea suerte y un buen viaje. Estamos en Marruecos.
            Es tan distinta la luz, la densidad de la atmósfera en este territorio que casi te sientes flotar como un colibrí. Los cauces de una memoria antigua, casi olvidada han encontrado una abertura por la que fluir y expresarse en este continente: casas de una planta, encaladas y azules, donde el mundo femenino y el masculino se dividen claramente: los cafés con los hombres tomando un té y charlando con sus amigos mientras se fuman una pipa, frente a las mujeres que pasean en pequeños grupos. Conviven las mujeres con sus cabellos al viento y los pañuelos cubriendo la cabellera mientras cada día son menos aquellas que habitan tras el velo.
Un bosque de parabólicas conviven con los tendales en los tejados. ¿Cuál será el precio que tendrán que pagar por mirar por esa ventana virtual de concursos, publicidad donde el sexo, el poder, y los valores materialistas forman el espejo convexo que refleja ese mundo occidental, con el que sueñan desheredados con los estómagos vacíos?.
Martes a 29  de septiembre de 1998  *  *  *  5 de Joumada II de 1419

TERCER DÍA: CHAUEN * FEZ
            Con la tercera llamada a la oración llegamos a Fez, la capital religiosa. La primera genna en las manos de la camarera en un restaurante que se asemeja con su fuente en el centro, sus columnas revestidas de azulejos de colores y sus sofás a un palacio. Tras la comida salimos por una puerta que no difiere de otras. La medina guarda sus secretos, su grandeza de los ojos del teleobjetivo del turista intruso. Y sin conocer la escritura árabe es imposible distinguir un restaurante de una casa particular o de un haman - el baño turco-.
            Los ojos del guía local son los que nos permiten mirar el lugar y gracias a ellos descubrimos la sala desde donde se alimenta el corazón del haman, entre virutas de madera que traen los artesanos. Los pollos en sus jaulas entonan su último grito antes de que el filo del cuchillo de un tajo les arrebate la vida. Tras ser desplumados al otro lado del mostrador con ayuda de agua caliente sus cuerpos son colgados de unos ganchos. La visión de la carne y el pescado a la intemperie, a merced de las moscas les cierra el estómago a algunos. Las arcadas han sido superiores a ellos y la intensidad de los olores de la carne, que cuelga en una tienda y otra y otra hasta que la callejuela se repliega sobre sí misma para dar paso a otro zoco, les han privado de saborear el tahin, con sus aceitunas, la cebolla, la albaca, la pechuga de pollo.
En el barrio de los curtidores desde una terraza convertida en tienda vemos como retuercen la lana roja, azul, con la ayuda de un trozo de madera y sus brazos nervudos. La tienda de hechizos y embrujos pasaría desapercibida entre otras donde se venden especias, plantas, medicamentos. Gracias a su indicación reparamos en las púas del cuerpoespín, los frascos con venenos,... Paseamos por estos barrios con sus fuentes y sus callejuelas donde se escucha: _"bala, bala, bala"- e inmediatamente aparece un burro o un asno cargado con ladrillos, alforjas con grano, muebles desmontados. Y tienes que apartarte, porque tú no tienes preferencia de paso.
Entre un monumento histórico y otro median unas cuantas tiendas donde consumir y estrechar un lazo más con este mundo tan distinto, donde una compra es un intercambio de experiencias y una negociación que parte de la fuerza de la moneda y los precios se distribuyen con una equidad solidaria que siempre favorece al comerciante, pero que hechiza al turista llevándole a regatear con ahínco.
La banca islámica no está sentada en este país, pero con nosotros sin saberlo viaja Carles, un catalán que nos presta dinero sin saber cuánto ha dejado a cada uno. Sin duda comparte la filosofía de la banca islámica ya que presta sin intereses.
            Las sandalias y los zapatos tras el quicio de una puerta nos indican la presencia de una mezquita y ante el mausoleo del fundador de Fez un deseo acompaña a la moneda por la hendidura mientras proseguimos con rapidez, aun quedan las alfombras, las chilabas, otra farmacia... El guía conoce muy bien el volumen de nuestras billeteras y por eso en el tintero se quedó el zoco de la gena, el barrio de los caftanes donde uno de ellos, que haga juego con los ojos de la novia, puede llegar a costar un millón de pesetas.
            El grupo ha debido de doblar en alguna esquina  y ya no se le ve. Alguien se ha quedado rezagado. El guía desanda sus pasos y tras una hora aparece el compañero que no siguió la indicación de quedarse quieto en este laberinto. Creyó saber salir, o encontrarnos y acabó en un callejón frente a una puerta. Fue un niño, el sobrino del guía, quien le halló tratando de preguntar por el Gran Hotel a un anciano ciego que cantaba sentado en un escalón.
            Abd el Aziz es un ángel que me habla de los compromisos que entraña amar a alguien y trazar una vida en común. Abd el Aziz, servidor del querido, se ha cruzado en nuestro camino para mediar en la comunicación telefónica y hacer realidad un encuentro soñado. Mientras tomamos un whisky marroquí - té a la menta- nos habla de su mundo donde los hombres se han vuelto criticones y él opta por contar chistes y dejar que los demás vivan su vida. Mostró su sabiduría sobre el arte de la seducción y nos comentó el caso de una mujer que vistió a su amante con el velo y chador y compartió el lecho con él mientras su marido dormía en la habitación contigua. Nos hizo partícipes de la falta de esperanza, las dificultades para encontrar trabajo y poder formar una familia pero, desde la serenidad y la placidez con que hablan los ángeles.         Lejos de la precipitación el destino me envió una señal para que comprendiese que iba a tener buena baraca. Había llegado mi momento.
Miércoles 30 de septiembre de 1998  *  *  *  6 de Joumada II de 1419
CUARTO DÍA: FEZ * ERFOUD
Cruzar el Atlas siguiendo los canales de irrigación por donde la escasa agua tras el verano discurre para dar vida a las huertas. Casas de adobe donde no falta la parabólica en la terraza, al lado de un hombre que mirando hacia el este reza, tras realizar sus pequeñas abluciones. Niños descalzos sobre la tierra resquebrajada juegan con un aro que han tejido ellos mismos con unas hojas de palmera.
A medida que ascendemos los palmerales son más abundantes. Las cimas están cubiertas por las nubes, hace frío y el cielo amenaza tormenta. Avanzamos con lentitud dejando el precipicio a escasos centímetros y las mesas con fósiles a la vera del camino. Comienza a llover con fuerza. El agua desciende por las laderas de las montañas llevándose la tierra envuelta en sus bocanadas violentas. La carretera parece atravesar cascadas de barro y de repente un haz de luz se cuela entre las nubes y de la tierra se eleva un arco iris y más allá de un tejado encharcado emerge otro. Los niños retoman sus juegos y las mujeres prosiguen anudando los hilos de lana.
El agua en una tetera hierve y un hombre saborea el primer té.
- Dátiles, dátiles, la fruta del amor.
- ¿Cómo?.
- Toma, come. Para que el hombre haga el amor dátiles.
- Mirad un reemplazo de la viagra.
- El dátil mejor que la viagra, dátil natural, dulce, sabroso.

Erfoud, el reino de la palmera en los albores del Sáhara. Fósiles, rosas del desierto, niños y jóvenes pedalean a tu compás por la gran avenida que divide el pueblo. Uno de ellos Sabri, con su sonrisa nos invita a su casa. Su hermana nos pondrá la gena a buen precio. La noche cálida nos envuelve y curioseamos por tiendas en las que nos invitan a pasar creyendo que Ale es una marroquí de Fes y le ofrecen comisiones si trae a más gente. Cada compra va acompañada de un regalo: una canción, un colgante. Y a la hora de la despedida una palabra susurrada al oído:
- Piensa en mí esta noche al cerrar los ojos, yo estaré pensando en ti. Vuelve mañana a las diez, tengo un regalo para ti. Mañana te espero y podremos tomar el segundo té, dulce como el amor.
Por la mañana Sabri, puntual a su cita, nos guía hasta la casa de una amiga en la medina. Asmahan, la maestra sin libros, sin lápices, con tan sólo una pizarra enseña a los más pequeños las primeras letras. Deja su trabajo y nos conduce al interior de la casa donde hoy ganará casi cien dinhars por ponernos la alheña.
Al entrar un olor seco, profundo nos sacude, pero la intensidad de la luz que penetra por el hueco de la escalera nos impulsa a adentrarnos en aquella casa de paredes desconchadas. Los escalones están repletos de zapatos y Asmahan nos invita a sentarnos descalzas sobre la esterilla que cubre el suelo de la sala. Sólo hay un armario desvencijado sobre el que reposa la televisión y un radiocasette. Sentadas en el suelo apoyándonos en unos cojines esperamos a que vayan a comprar unas agujas y jeringuillas. Una libreta sobre el alféizar de la ventana despierta nuestra curiosidad. La abrimos y en ella comenzamos a ver problemas de matemáticas, física, química resueltos.
Asmahan regresa y con la tranquilidad del rito tamiza con un cuenco y una media la gena para después mezclarla con agua caliente y limón entre sus dedos buscando la uniformidad de la masa que logra tras machacarla contra la pared del tazón. Tras cargar la jeringuilla traza las líneas maestras de un diseño almacenado en su memoria para continuar rellenando los espacios en blanco.
La desnudez de la casa no les ha despojado del pudor con que Chama cierra la puerta dejando fuera de la estancia las miradas de los niños e iniciar un baile para y con nosotras repleto de risas y miradas cómplices. Una vez que el trabajo finaliza nos ofrecen unos dátiles, atrás se quedó el recelo ante la cámara que roba fragmentos de alma y acceden gustosas a fotografiarse. Nos despedimos con la promesa de enviar copias y la imagen de esa riqueza emocional reflejada en una mirada que te sonríe desde la memoria de dos viajeras.
Jueves 1 de octubre 1998  *  *  *  7 de Joumada II  
QUINTO DÍA: ERFOUD * DESIERTO DEL SÁHARA
- Eres libre, decide. Habla claro. Tú sabes por qué no desean venir con nosotros.
- Se cagan de miedo. Déjalos Ale y vámonos.
Mientras los demás gritaban sobre los camellos y llegaban jadeantes con afán de "conquista" a la gran duna, Ahmed iba indicándonos la cara sutil y firme de la arena. Ascendimos apoyando la punta del pie para descender las dunas del Sáhara sobre el talón y descansando cuando su oído atento captaba la fatiga en nuestro ritmo respiratorio. Siempre aferradas a sus brazos fuertes, sabios, curtidos por el sol, que maduraron con aquel mar de arena, la brisa cálida del Siroco y las estrellas. Aquel jardín interior era su territorio y lo conocía profundamente. Cada astro le revelaba una respuesta a las eternas preguntas de la filosofía occidental.
- ¿Crees en Dios?.
- Un teólogo alemán dijo que Dios es tan inmenso que la mente no puede abarcarlo, con lo cual no tiene sentido cuestionarse si existe o no. Lo sientes dentro o no. Yo no he captado su presencia.
- Iba a explicarte pero lo has dicho todo.-Dijo con sorpresa.
Todo cuanto imaginábamos y necesitábamos palpitaba en la arena, donde dibujamos siluetas, perfiles de palabras en su lengua madre, el beréber y en la mía, el castellano para dejar paso a una apelación a la imaginación: la leve oquedad de la huella de cada dedo sirvió para comenzar un viaje hacia el plenilunio.
- ¿Qué hay en la luna?.
- Hay deseos, sueños y agua.- Respondí.
- Es la primera vez que alguien imagina y comprende igual que yo.
Ahmed me mostró que la luna no es otra cosa que un espejo en el que me vi reflejada con él a mi lado, tumbada sobre la arena roja y el sonido rítmico de un tambor que tocaban Ale y Hamed. Supe que no podía llegar a sentirme insignificante en medio de aquel espacio inmenso, tranquilo donde habita el eco, las fronteras se diluyen y a pesar de saber que Argelia está a cincuenta kilómetros, conecté con lo más intimo, secreto y auténtico llegando a desatar la plenitud que hay en mi interior. Son tantas las emociones, miradas, pensamientos que puedo ofrecer a los demás... Me siento como un granado, cuyos frutos maduros estallan en una cascada de colores vibrantes, texturas suaves y olores persistentes.
Ahora comprendo por qué el resto de mis compañeros de periplo africano no pueden saborear la frescura del desierto. Desde una mirada superficial y bajo el prisma de la eficacia ligada al rendimiento y al valor en el mercado de divisas no se puede ver más allá de un grano de arena y un haz de luz en el rápido ascenso del sol hacia su amada inalcanzable, la luna.
            Hay un antes y un después de mi estancia en las dunas de Merzouga. De vuelta en casa mi amiga C se sorprende gratamente de la tranquilidad que manifiesto. Este estado sereno tiene sus raíces en mi corazón. No sabía si sería capaz de llevarme conmigo esa paz que sentí tumbada sobre la arena, disfrutando de la lluvia de estrellas fugaces mientras otro ser humano acariciaba la palma de mi mano cubierta de genna. Genna de Erfoud, representando la abundancia del fruto de las palmeras como símbolo del árbol de la vida. Entre mis dedos se entrelazaban la piel de la serpiente, el vientre de la salamandra y la vegetación exuberante del oasis.
Viernes 2 de octubre de 1998  *  *  *  8 de Joumada II de 1419
SEXTO DÍA: SÁHARA * TINERGHIR
Hisham con sus ritmos alegres nos acompañó durante largas horas trotando en el interior del cuatro por cuatro, con el turbante protegiendo la nariz y la boca del polvo. El traqueteo constante meció los sueños de algunos, otras mirábamos la cordillera del Atlas a lo lejos mientras se sucedían terrenos con arenas pardas, la llanura pedregosa, una vegetación escasa cercana a cauces secos de arroyos. Al otro lado de la cordillera adivinaba el lago salado donde no existe una pizca de vida, sólo esa agua espejo del cielo azul rodeada de montañas anaranjadas cuyos estratos están dispuestos como rebanadas de pan sobre la bandeja de la arena. Las siluetas de las montañas se asemejaban a hombres tumbados, rostros hablando, aves en plano vuelo...
Una parada para estirarse en medio de una montaña de piedras. Silencio y ni una brizna de hierba, tan sólo cardos a la vera del camino. De repente un turbante sucio, rasgado surge entre las piedras. Avanza rápido y al cabo de unos minutos podemos ver la miseria y el hambre encarnados en el dueño del turbante, un niño de unos tres años, con unas sandalias rotas y una camiseta que se acerca a nosotros tratando de subir a un coche, mientras alguno de los conductores busca con gestos nuestra aprobación para llevarnos al niño.
            El camino serpentea y tras varios lechos dormidas donde el agua dejó la huella de su poder en los cantos rodados, aparecen en sus márgenes las palmeras. Palmeras que con sus verdes intensos marcan el contraste entre la arena rojiza y el intenso azul celeste. Poblados de adobe se distinguen en las faldas de las montañas tras fijar la mirada. Hay un sur en el sur.
Sábado 3 de octubre de 1998  *  *  *  9 de Joumada II de 1419
SEPTIMO DÍA: TINERGUIR
El Hotel Tomboctou es una kasba, donde Roger Mimó encontró la fórmula para: salvaguardar parte de la historia de las caravanas bautizando cada habitación con el nombre de un lugar  donde las caravanas se detenían y darle una nueva función a una vieja kasba evitando que estas construcciones desaparezcan comidas por el paso del tiempo y las tormentas de olvido.
En la puerta del desierto uno se despoja de lo superfluo para saborear lo esencial mientras el té a la menta acompaña la charla en la que hay una traducción simultánea del francés, al árabe al castellano y el beréber. De la conversación se deduce que no hay elevador en el Hotel Continental, aunque parece que la comprensión no es total ante la cara de asombro de nuestro amigo beréber. Más tarde la risa brota al comprender que el elevador, - su "elle vage"- era una vaca. La necesidad y el interés por aprender otras lenguas llevan a nuestro amigo a anotar en la palma de su mano las palabras nuevas que aprende en árabe. La hora de la cena se aproxima y nos despedimos. Más tarde vendrá a buscarnos a nuestro hotel y proseguiremos charlando. Al llegar al hotel Saghro él ya está allí. Aguarda a que comamos y nos acompaña a tomar un té. La mayoría ni siquiera reconsidera ir en su coche a un lugar tranquilo y él resignado nos acompaña para constatar una vez más la mezquindad de este occidente que mira por encima del hombro a personas de las que podrían aprender a ser más solidarios, libres, sensibles...
María está emocionada con el collar, regalo de un beréber al que conoció la víspera de la unión de una de sus hermanas con su marido. Aquel hombre le leyó el destino en la raya de la mano y dejó la huella del valor en la palma de la suya con ayuda de la gena. De los ojos de María brota una miel densa, dulce. Las abejas que alberga la colmena de su corazón han trabajado laboriosamente en secreto y en silencio durante años y hoy, noche de luna llena, se han desbordado los panales. No se puede negar el poder del astro y de la brisa seca de la Sáhara.
       - "Tinerghir siempre tendrá el sabor de un temblor a flor de piel"-. Esto fue lo que me susurró Amal a la luz de la luna. Amal la mujer cuyos ojos son dos jardines, cuyas manos guardan la fuerza para transformar el día más tórrido en una noche serena, aromática, embriagadora...
Domingo 4 de octubre de 1998  *  *  *  10 Joumada II 1419. 
OCTAVO DÍA: TINERGHIR * MARRAQUECH
            Siguiendo la senda del sol cruzamos una vez más el Atlas. Atrás se queda la piel de naranja que se extiende a ambos lados de la carretera y sobre la que se asientan cada vez más próximas al asfalto las jaimas de los beréberes. Los tiempos de esplendor y prosperidad son tan sólo un recuerdo. Pero aún en su porte conservan la cabeza alta, la espalda recta y una actitud de bienvenida. A pesar de la dificultad para extender sus alas y atravesar el norte de Africa sus pertenencias podrían transportarlas dos o tres camellos y podrían partir en cuestión de tres o cuatro horas siguiendo las estrellas, pero son las fronteras que han trazado con una regla otros los lastres que les impiden emprender su vida. Aquí al menos no hay parabólicas. Las mujeres con la gena tratan de atraer la buena baraca, la fortuna, el amor...
            Marraquech son dos ciudades unidas por una plaza: Jemaa al Fna. La ciudad vieja - la medina - se extiende hacia el cementerio, al lado del cual está la antigua puerta de la ciudad. El palmeral se extiende más allá de la puerta y rodeada por la kasba rojiza las casas de los artesanos, contadores de historias, aguadores, bailarines, encantadores de serpientes emergen de la tierra. A pie o en calesa puede el viajero adentrarse en este mundo donde los fardos de hierbabuena aguardan sobre el suelo, junto con los pollos apilados sobre una carretilla y las mujeres caminan con el cántaro sobre la cabeza hasta la fuente del barrio donde buscan del agua necesaria para cocinar, lavar y otras faenas.
La ciudad moderna posee discotecas, pizzerías, hamburgueserías... pero el aire del Diamante Negro es diferente; las luces son las mismas y la música sin demasiadas variantes podría ser semejante, pero aquí esta prohibida la invasión de la pista de baile con los vasos. El cuerpo entero se estremece al compás de la música y con pasos cortos las caderas juguetean buscando la complicidad femenina. Tras el contacto visual acompañado por la risa, el movimiento de un dedo es suficiente para guiarte por toda la pista alejándote de la mano masculina que busca otra proximidad. Todo el cuerpo con una armonía integral te hipnotiza y durante tres horas no dejamos de bailar, reír. Los dolores en la espalda, la cadera, se los llevó el ritmo de Ray, Hisham,....
Llegar hasta la Plaza de Jemaa al Fna es fácil, solo hay que guiarse por la Koutoubia para tomar la dirección adecuada. A pie se llega tras media hora de trayecto desde Mohamed V, en calesa de caballos el paseo es mucho más breve, pero más intenso, especialmente tras un Nescafé en la terraza del hotel, con el aroma de los buenos cafés, gracias a la resistencia y a la leche condensada que los simpatizantes del Club de la luna llena traen en las maletas. Aún conservo el sabor aterciopelado de aquel café. ¡Gracias María!.
Lunes 5 de octubre 1998  *  *  *  11 Joumada II de 1419
 NOVENO DÍA . MARRAQUECH
El día comienza con visitas a lugares que guardan la otra cara de la historia que hemos estudiado en nuestros Institutos. El Palacio de El Badii construido por Ahmed El Mansour nos habla de épocas donde se realizan trueques y así por un kilo de azúcar obtenían uno de mármol. Fuentes, columnas, suelos de mármol, techos de madera tallada, estuco y azulejos en las paredes. Paseando por las estancias de las cuatro esposas, con sus jardines interiores en cuyo centro duerme la fuente, mi mano derecha cubierta con gena recibió un regalo: flores de jazmín.
Desde la Ménara esta vez sólo se distingue la base del Atlas, las nubes cubren las cimas nevadas. El olivar al igual que el palmeral sigue tan frondoso como hace dos años. Y en las pequeñas salas desde las que se alimentan las acequias, las mujeres siguen con sus ofrendas: sostenes, gena, flores,... en busca de fertilidad.
            La música tiene la cualidad de transportarte a través del tiempo, el único Rafael de todo Marraquech nada más escuchar unas notas de la Macarena me identificó. Es agradable el reencuentro con personas que te han mostrado un repliegue de la realidad, donde el comercio es una filosofía que transciende los valores monetarios para alcanzar la comunicación intercultural.
            Nuevos comerciantes aparecen en este viaje donde sé muy bien lo que deseo. El pañuelo que voy a comprar es el fruto de un mes de trabajo y lleva la firma del artesano. Vueltas y revueltas entre los puestos del zoco buscando ese pañuelo de seda. Cuatro veces el chico va y viene con distintos pañuelos hasta que trae lo que busco. Esperamos en la tienda charlando sin prisa y revisamos la lista de cosas que nos quedan por comprar ya que el artista no vende a extranjeros.
            De vuelta en Jemaa al Fna, porque todas las callejuelas del zoco desembocan en la plaza, por primera vez la rugosidad de la serpiente de cascabel llega a nuestro cerebro a través de la piel. El puesto número cincuenta y dos nos sirve zumos de naranjas recién exprimidas y levantamos nuestros vasos para brindar. En el carro veinticinco cenamos sentados en un banco corrido unos pinchos morunos, ensalada, riñones y un té exquisito. Hasta el humo de la plancha nos envuelve en un aire misterioso, mágico, con ayuda de la música alegre, los bailes, las predicciones de la echadora de cartas que me pronostica la existencia de dos amores en mi vida, juntos, con la llegada de uno de ellos en camello, y me define como una mujer con mucho coraje.
Martes 6 de octubre de 1998  *  *  *  12 de 1419.
 DÉCIMO DÍA: MARRAQUECH * CASABLANCA * RABAT
La revolución no es posible. Somos esclavos del tiempo y una vez más la mezquita de Casablanca guarda sus tesoros para aquellos que saborean el paso del tiempo. De nuevo Casablanca reducida a una parada de paso. Eso sí, al menos hay tiempo para saludar al océano y todos aquellos que procedemos del norte de la península, sin premeditación, nos reunimos a la orilla de un Atlántico fiero. Las fosas nasales y los labios agradecen un poco de humedad tras el calor seco del desierto y los azules del mar y el cielo nos inundan.
Atrás se quedaron las casas de adobe, los palmerales, los cauces secos, la fertilidad es constante. Atravesamos frondosos bosques de cedros. Un grupo de monos juguetones nos saludan desde las ramas de algunos árboles y con cierta tristeza muchos ya tienen cara de regreso cuando aún quedan kilómetros, sorpresas. En mi reloj aún hoy, un mes después sigue dándome la hora de Marruecos. La diferencia entre el resto de mis compañeros de viaje y yo reside en que ellos han dado la vuelta a su reloj de arena. Y yo carezco de ese reloj que en dos tiempos divide la ida y la vuelta. Yo he dejado una parte de mí en estas latitudes y la herida aún está muy reciente como para sentir el dolor del desgarro.
La noche nos condujo por las calles hasta la orilla del río que divide Rabat y Sale. Dentro de la muralla encontramos el Café de los Poetas donde bautizamos a la luz de la luna, a nuestro grupo como EL CLUB DE LA LUNA LLENA cuyo lema es: consume y deja vivir. Nos reconocemos con un gesto: flexionando el codo con la palma a la altura de los ojos y doblando el dedo pulgar hacia dentro mientras el resto de los dedos se abren.
- "Hay mucho que ver."- Desde luego aquí las miradas hablan y el cuerpo prosigue el discurso de los ojos. Los hombres jóvenes con los que te cruzas te miran y se vuelven diez metros más allá esperando un nuevo contacto visual, una sonrisa.
En cambio los hombres mayores sentados sobre los cartones de huevos, frente a una de las muchas fuentes de azulejos que hay en la medina juegan a las damas con piedras planas que al voltearlas cambian de color y este distintivo que les otorga el privilegio de sobrevolar de un extremo al otro del tablero en un movimiento. Concentrados en el juego viven la partida como si fuese lo primero, lo único que existe.
Miércoles 7 de octubre 1998  *  *  *  13 de Joumada II de 1419
DUODÉCIMO PRIMER DÍA: RABAT * ASILAH* TÁNGER
La mañana se deslizó al compás de una melodía: la lancha marinera. Mientras la barca se deslizaba sobre el agua con paso lento, firme y entre mis pies el agua se deslizaba con un frescor reconfortante. El sol iluminaba el horizonte y en el zoco de Sale nos esperaban canciones de Fairuz, Oum Kalsoum, Amrou Diab,... a nuestras espaldas las fachadas recién encaladas tratando de encubrir un mensaje anterior, en el que una mano acusadora propagó las semillas de la intolerancia al escribir: Khossi portador de SIDA. 
El blanco resplandecía sobre el azul celeste de las puertas y contraventanas de las casas que cabalgaban unas sobre otras retorciéndose sobre sí mismas para dejar un hilo que te conducía hasta la cumbre, desde donde a vista de pájaro se podía sobrevolar el mausoleo de Mohamed V, el patio de columnas que rodea a la hermana gemela de la Giralda, y la última curva del río antes de expandirse hacia el océano.
Rabat, una ciudad a la que han lavado la máscara pero cuya alma palpita en su medina. Su zoco anhela un futuro donde las nuevas generaciones puedan usar la llave de la palabra libre. Mientras aguardan la llegada de ese día contemplan al caminante con ojos golosos y le susurran palabras al oído...
- Eres la reina del desierto.
- Ese pañuelo es de la región del sur, aquí se lucen pañuelos de seda, babuchas de piel, y te faltan los complementos de oro, pulseras, collares, pero esa flor es hermosa. Eres una artista ¿verdad?. La genna es preciosa, ¿dónde la pusiste en Fes, o quizás en Marraquech?.
            Alcanzamos Asilah antes de la penúltima oración, cuando los tejedores aún entrecruzan los hilos con ayuda de niños que aprenden su futuro oficio al mismo tiempo que sus primeras letras.
Con la puesta de sol llegamos a Tánger y al Hotel Continental. Cada habitación nos dio la bienvenida con un color en las paredes y techos: rojos intensos, rayas naranjas y vainilla, azules. Al piano siguen faltándole unas doce cuerdas y está muy desafinado.
Entre los muros de este hotel que fue el primero en Tánger y su aire surrealista donde los relojes despedazados tratan de mostrar la futilidad del tiempo, se esconde un tesoro capaz de hacerte viajar al paraíso. Tras cruzar un patio interior con la toalla sobre el hombro y atravesar una puerta nos encontramos con el haman. Una sala pequeña, con las paredes color salmón. Levantas la vista y a unos escasos dos metros la bóveda de crucería pintada del mismo color. Sobre el suelo de cerámica corre el agua caliente que lanzan dos mujeres con ayuda de un cuenco desde la pequeña cubeta de azulejos donde cae a borbotones y constantemente el agua caliente del caño.
Entre vapores y agua caliente nos desnudamos dejando atrás falsos pudores y vergüenzas. Desnudas, las seis compañeras de viaje sentadas en el suelo nos enjuagaron con manos ágiles y expertas en el arte de la distensión y la eliminación del dolor. La atmósfera saturada de vapor y una melodía: Habibi..., provocaron la complicidad entre mujeres que no podían entenderse con el lenguaje articulado, pero cuya comunicación fue posible gracias al juego que se desencadenó con la risa y jarros de agua cálida sobre cuerpos desnudos tibios, ebrios de una pureza suave.
Dejamos el cansancio, la aspereza de la piel deshidratada en las manoplas de aquellas dos mujeres de mediana edad, fuertes, con una mirada limpia y un vientre flácido tras sus múltiples embarazos.
Jueves 8 de octubre de 1998  *  *  *  14 de Joumada II de 1419.

DUODÉCIMO SEGUNDO DÍA: TANGER * CEUTA * ALGECIRAS
            Tan cerca y a la vez tan lejos. Quince kilómetros de agua que separan dos formas de vida tan diferentes, contrapuestas, por desgracia incompatibles al menos desde la necesidad de compartir el tiempo del que disponemos hasta que llegue la hora del último viaje.
            Es fácil soñar con un horizonte que está al alcance de la mano siempre y cuando estés dispuesta a intentar guardar el equilibrio en la frontera que marca la patera y la tierra firme. Cuando no se tiene más que la vida y permanecer en Africa significa no tener ya ni lágrimas que derramar, los cinturones de pobreza de Europa son un oasis y los basureros son vergeles. Llega un punto en que hacia atrás no se puede ir ni para tomar impulso. Creen que el norte tiene las respuestas y cuando llegan sienten las miradas temerosas, desconfiadas, acusadoras... Han de sentir el dolor de la segregación para descubrir el valor de sus raíces.
            Muchos no han llegado a trazar la senda de su destino sobre la costa de la península y han sido deportados, expulsados. Ahora están en Tánger intentando cruzar de nuevo y la hostilidad se refleja en sus posturas, en la forma de mirar a un grupo de turistas despistados en busca del Maroco Palas.
            La aduana está cerca y puede olerse en el aire. Los patrones culturales ajenos juegan una mala pasada a dos viajeras que desean mirar con otros ojos un lugar, que en occidente, con la luz roja, no sería calificado como bar con bailes exóticos. La verdadera ingenuidad está en creer que los arquetipos pueden modificarlos una estancia en otra realidad cultural.
Viernes 9 de octubre de 1998  *  *  *  15 de Joumada II 1419
ÚLTIMO DÍA: MADRID * OVIEDO.
De madrugada, quince minutos antes de las seis de la mañana hora peninsular hemos llegado a Madrid dormidas. Mi reloj marca las cuatro de la mañana. Los demás han llegado a casa. Yo aún estoy flotando.
El reloj de arena de los otros ha dejado caer sus últimos granos de arena y ya están dándole la vuelta para medir el tiempo de volver al trabajo, al mundo cotidiano. Ya no tengo reloj de arena. Tuvieron que pasar cuatro horas para despertarme en otro autobús con destino a Oviedo para sentir, al ver la lluvia, el profundo dolor del desgarro.
Sábado 10 de octubre de 1998  *  *  *  16 de Joumada II de 1419
Ya nunca volveré a ser la misma, Amal lo sabía porque ella se quedó allí, en Tinerghir y viajó hasta Errachidia donde probablemente fijará su residencia durante muchos años. Espero que volvamos a vernos Amal. No sabes cómo te extraño...
Oviedo a 16 de Rajab 1419