lunes, 10 de septiembre de 2012

GHANA ACUÁTICA, GHANA DESÉRTICA

            Cuarenta y ocho grados, ni una sombra, ni un leve movimiento. Los esqueletos de los camellos estaban casi al aire. A ambos lados de sus jorobas las alforjas repletas de mirra, sándalo, canela y jengibre eran los únicos testigos que permanecían sin mutilaciones soportando el peso del tiempo. La arena había cubierto casi por completo lo que quedaba de los jinetes. Cada dos metros se asomaban fragmentos de manos y pies entre las olas de arena cambiantes como las mareas que avanzaban a un ritmo implacable, de forma silenciosa.
            Transcurrieron varios meses hasta que Said, el propietario de la carga pudo enviar otra caravana para recoger sus valiosas posesiones.
            La preciada seda había desaparecido. Said al recuperar su caravana se sorprendió ante la falta de las jofainas. Sin duda ningún hombre del desierto la había robado. Nadie habría osado robar una propiedad ajena.
            Desconcertado decidió pasar aquella noche allí solo y reflexionar sobre lo ocurrido. Los demás emprendieron el viaje de retorno con la caída de los hilos dorados del sol. La luna se alzó misteriosa y sensual en su cuarto menguante. Said permaneció observándola con extrema agudeza. Casi le pareció distinguir sus cráteres, así como el movimiento oscilante de dos banderas sobre la superficie.
            Al alba intentó levantarse pero, le fallaron las fuerzas. No tenía entre sus posesiones ni una gota de agua. Miró a su alrededor y al no encontrar otra cosa que polvo y arena supo que había llegado el día de su muerte. Realizó sus abluciones matutinas con la arena y rezó sus oraciones. Con sus últimas fuerzas escribió una carta legando sus posesiones a quien le encontrase.
            Unos segundos antes de cerrar los párpados vio sobre la duna que se alzaba ante él la silueta de un cocodrilo. Se arrastró hasta él desplomándose sobre su lomo. El cocodrilo lo cargó hasta el agua. Said se recuperó y convivió en paz y armonía con aquel reptil al que veneró como a un dios, el dios del agua.

Publicado en: Etcétera, Nº27, año VI Diciembre 1998

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