jueves, 13 de septiembre de 2012

FRONTERAS


Luces de neón iluminando sus pasos, sombreros de ala para vender, cinturones, gorros de playa y paraguas eran la mercancía que debía colocar para lograr paliar el gusano del hambre en el estomago de su familia. De madrugada seguía sacando existencias, cambiando algunas de ellas, pero lo que trajo mi atención fue aquella tela blanca anudada sobre su pecho. Aquel tejido era el sostén para el bebé, cargado a su espalda, dormido entre el ruido de la feria, el bullicio de los borrachos. Plácido era su rostro, quizás contagiado de la serenidad con que su madre avanzaba entre las falsas necesidades que alimentan nuestras almas en este norte. Eso fue lo que pensé, pero la mirada fría, ausente me lanzó su pasado más reciente, donde aquel ser humano era el fruto de la última vejación antes de cruzar la última frontera que la separaba del derecho a vivir.

 Editado en: Esencias Nº28 sep 2005

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