miércoles, 12 de septiembre de 2012

Desierto


DESIERTO

Es el origen y el final, es el comienzo y el fin. Es La belleza en estado más puro. La arena guarda memoria antigua de todo lo que fuimos, de lo que había antes de que llegaran los seres humanos. Cada grano de arena contiene una historia, un viaje que ha realizado, un viaje espacial y temporal, es el todo y la nada al unísono.
La luz en el desierto,… eso hay que vivirlo. La luz es tan vibrante, tan veloz, el sol no se despierta, corre, se agita, sube, se va deprisa y la luna también corre hay un movimiento incesante, puro en la bóveda celeste todo oscila te transporta, puedes contemplar caer estrellas, caer, caer y desear hasta agotar tus deseos y aún así, seguirán cayendo sin cesar. Te tumbas y miras hacia arriba y en ese horizonte de estrellas al cabo de un rato te contagian su ir y venir y te sientes girar, es tan inmenso tan hermoso, tan grandioso que llegas a necesitar el contacto con otro ser humano para no desintegrarte.
Escuchas los tambores llegar e irse, los ecos de las palabras no dichas, de las susurradas, de las que resbalaron y arañaron el aire entremezcladas con los vientos que atraviesan ese gran vientre de dunas. El frío y el calor todo en el mismo compás, basta con enterrar los pies en la arena para encontrar el cálido y acogedor tacto del sol entre la arena en plena noche y combatir así el aire fresco que te trae voces del campamento con enchufes para turistas que duermen esta noche en jaimas, tras beber el alcohol que en sus equipajes atravesó fronteras, para evadirse una vez más de sus rutinas. Es una lástima pero al desierto no llega cualquiera.
Habitar allí no es fácil, se requieren otras formas de estar tan distintas, otra serenidad, otra forma de sentir, de leer y saber ver más allá del Khol y del rimel, de cualquier cámara de fotos. Ver desde allí para mirar lo que los otros ocultan, esconden, disimulan, desde una honestidad y un orgullo en extinción en el norte. El tiempo es demasiado valioso para perderlo con evasivas, hay lo que hay, todo y nada, la vida y la muerte, tú, toda entera en aquel inmenso espacio tranquilo, no hay caminos, ya llegaste a donde querías llegar, estás contigo misma jugando una vez más a adivinar, mirando, contando y escuchando.
La Sáhara, así nombran al desierto, en femenino no podría ser de otro modo, la Sáhara

Publicado en: Cosiquinas de Cadavedo, agosto 2012

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