lunes, 10 de septiembre de 2012

MARTIRIOS Y TORMENTOS ( Públicos y privados)


Este relato ganó el primer premio De un Concuros literario organizado por  una Asociación JUvenil de Gijón. Nunca llegaron a  dar el Premio ni a publicarlo.
LLegado este momento el cartero me pide que le deje ver luz y sale del cajón al ciberesapcio, con el deseo de ser leído y disfrutado por los demás.
Espero que lo gocen tanto como yo lo hice escribiendolo en las  servilletas de algunas cafés en los que encomtró todo su cuerpo.


MARTIRIOS Y TORMENTOS

(Públicos y privados)



A Alejandra Rey, mi silencio.

Cada día llegan más cartas, paquetes. El cartero ya no sabe que hacer con los multitudinarios envíos de correo urgente, ni con los acuses de recibo. Al principio las  remitió a las residencias de veraneo del destinatario pero retornaron a las manos de este cartero que pedalea sin descanso cruzando bosques de henna, cruzando ríos profundos, atravesando oscuros túneles guiado con mayor acierto por el impulso de seguir hacia delante a pesar de las miserias, que por la luz tenue de su bicicleta.
 Sigue dejando los envíos apilados y al regresar a la oficina central, mira hacia atrás y busca indicios de la presencia del buzón verde entre las pilas de papel que supuran sin posibilidad de drenaje, cuyo propietario es Dios.
Abraham siguió trayendo sacas con sellos de todas las épocas, hasta que un día se le pinchó la rueda delantera y el piojo de la curiosidad transformado ya no sólo en habitante sino en epidemia, logró la germinación de las semillas de la ética y Abraham se sentó bajo un sauce llorón con las cartas en sus manos. Comenzó a admirar las grullas en los sellos, las reproducciones de retratos como el de Marlene Dietrich en estampas alemanas y a anotar algunos datos de los matasellos: Chacarita, Bogotá, Punta Arenas, de los remites anotó algunas direcciones como Rúa Alborada, el bulevar de los sueños rotos Nº15, C/ Camelias, Beco da Bicha - Alfama- Lisboa, Santuario natural Yerva Loca, C/ Pósito Nº 27 Crevillent, Kande (Togo), Chongoin. Sichuan (China), Cochabamba (Bolivia).
Y tras cubrir con aquellas direcciones la última página de su cuaderno de bitácora, se atrevió a rasgar unos cuantos sobres por la solapa sobre la que estaba escrito: Abrir aquí para inspección postal. Y comenzó a leer sin descanso, ni tregua.
Las misivas y las peticiones con fórmulas condicionales se deshacían primero ante el peso de las cartas escritas con lágrimas provocadas por la ausencia, y de las que estaban lacradas por el despecho.
Clasificó los sobres por el tamaño y el lugar de procedencia y del noroeste al sureste recorrió aquel planeta a través de las palabras...
Tras horas de lectura comenzó a separar siguiendo la sensación que provocaban las caligrafías en su ánimo y las letras nerviosas, angustiadas, apretadas comenzaron a desbordar la saca, mientras que las serenas reposaban sobre la bandeja. Encendió su linterna y leyó...
Oviedo 8 de enero 2003
Salam malekum:
Extraño tu presencia, en estos días de fiesta siento con mayor impaciencia la necesidad de cercanía y proximidad  física de otras mujeres musulmanas que, lleven el hiyab con orgullo y dignidad. Al  recordar la sensación de libertad con que recorría la medina me duele, más que nunca, que en mi propio país las gentes se vuelvan y me miren con agresividad, con odio, incomprensión. A veces creo que a alguna le gustaría acercarse y arrancarme mi pañuelo, dejándome desnuda, sin defensas. No entienden mi grito cuando les contesto: ¡Haram!. Y hoy ni tan siquiera a mí misma me sirve de consuelo sentir que venzo y no cometo haram. Quizás me pesan demasiado las piedras que han sepultado la vida de tantas mujeres hermanas, y las noticias que día y noche propagan una imagen distorsionada del Islam y provocan más que nunca el odio, la incomprensión, el estereotipo  de mujer discriminada y sometida al varón. Hoy mas que nunca necesito estar rodeada de gentes que no me miren al andar por al calle, sentirme parte de un entorno que es el mío. Y hoy sé que  a pesar de que mi pasaporte diga: nacionalidad española, yo soy musulmana y esa es mi esencia, por encima de la política y la geografía física. Vivo cuando me siento libre para ser y dejar de tener un pañuelo, un marido, una casa, una mezquita,...

...Acabo de regresar de la cuidad rosa, Jaipur. Me siento una mierda, perdido, incapaz de ser feliz. Todo por lo que luché lo conseguí pero no me llena, no me satisface y nadie entiende esta desazón, este vacío que me arrastra al abismo, siento que en uno de esos ataques de pánico voy a estallar, se van a romper cada uno de mis vísceras, van a salir a toda velocidad y estamparse en las paredes blancas impolutas de mi despacho, mientras la enfermera prosigue absorta comprobando las existencias de los guantes y los pacientes entran y teclean ellos mismos en el ordenador, administrándose sus propias pegatinas para el parte de baja laboral y las recetas. Ni tan siquiera la mujer de la limpieza repara en mi muerte, sólo lanza lejía sobre los restos de mi sangre mientras refunfuña por el incremento de la mierda...

New York. Miro por la ventana y contemplo como se apagan las luces de los rascacielos. A las seis de encienden de golpe con la llegada del servicio de limpieza y yo sigo sin cerrar los ojos. Ayer creí cerrarlos y  poder alcanzar el cielo, pero de los cañones pelados emergieron serpientes de cascabel, silbando y de los fósiles brotaron las tortugas veloces, rompieron mi armario y entre mis zapatos pusieron sus huevos. Quiero dormir, necesito dormir, esto no puede seguir así. Me va a dar algo necesito cerrar los ojos y desconectar. Me atormentan los olores de esa sección de perfumes masculinos, me aturden. Me pesan los párpados, me duele la espalda de arriba a abajo pero no hago más que dar vueltas en la cama. Boca arriba veo como las sombras que se cuelan por la rendija de la persiana se asemejan a la silueta de un enjambre de abejas que vienen directas a mis ojos y me dejan retorciéndome de dolor. Boca abajo, ya lo intenté, y me falta el aire, me ahogo. De lado siento un vértigo incontenible y me veo caer al abismo. No logro agarrarme a las ramas que salen de las paredes terrosas. Y de mis manos brota la sangre producido por las roces de las raíces. La ropa se cae a jirones y al llegar al suelo parezco una vagabunda harapienta de la que todos se ríen y señalan. Creo que estoy durmiendo y me pellizco y una vez más compruebo que no estoy soñando, que no es una pesadilla, sino ese insomnio crónico que me agarra los párpados y los mantiene arriba, pegados a las cejas con una pinza que no soy capaz de soltar, ni liberar
                     Arrugada y ojerosa la mirada oscura ahuyenta al tímido de la fotocopiadora. Ya no me mira como hace un año, cuando dejaba caer entre las copias unos versos de Juan Ramón Jiménez, ahora derrama relatos breves de Allan Poe y mientras contempla mis  zapatos.

Tatacoa (Colombia) Rompo bocetos, paseo entre los cañones, liberando las imágenes preconcebidas y me siento en una roca a beber un café en una comunidad distinta. Saco el cuaderno y sigo tomando apuntes: aquella sonrisa, una mano, una cadera, un oído, pero no es eso lo que busco, lo que quiero. Trato de continuar con los cuadros incompletos que guardo en el desván de la memoria, con los trazos que me enviaste. Lo tiro todo y me enfrento una vez más al lienzo en blanco. Me sudan las manos y se me agarrotan los músculos, lanzo un grañido y cierro la puerta de un golpe. Deambulo por la reserva hasta llegar a la fuente. Y me quedo memorizando los trazos de esos niños, de apenas tres años, retozando sobre la tierra, con una sonrisa limpia, sincera y una mirada de anciano… Vuelvo al estudio, me desnudo y vierto la pintura sobre mi cuerpo, me lanzo al lienzo, me revuelco, me estiro, giro, me arrastro, acaricio, palpo, pataleo. Me levanto y me ducho. Lo dejo secar y no vuelvo hasta haber silenciado el olor de la pintura en mis poros y estar cubierto de perfumes reconfortantes. Entonces me siento ante la obra y la observo con ojos ajenos. Me acerco para firmarla y me tiembla el pulso. No hay escapatoria: otro destierro, un nuevo exilio, no me reconozco, el ostracismo, no es mi voz, ese lienzo.

Madrid. Las manos rodaban por sus piernas, iba despacio tratando de despertar su deseo, cada vez tarda más en excitarse y en lograr estar lo bastante húmeda como para no hacerle daño al penetrarla. No entiendo que nos pasa, cada vez me cuesta más poder estar con ella, no quiere ni que la vea desnuda. Siempre tiene la excusa preparada: me duele la cabeza, me tengo que levantar temprano, estoy agotada, el niño...pienso a veces que tiene un amante y se escapa de mi proximidad, incluso cierra la puerta del baño con cerrojo para que no entre, se va a la cama antes o después que yo, otras veces habla por los codos y no hay forma ni de iniciar un diálogo de caricias. Mi erección se va y no llego más que a las pajas que me hacia en la ducha cuando era joven. Y cuando logro meterme entre sus piernas, cada vez está mas fría, apática. Antes era distinto, se entregaba, nunca estaba satisfecha, siempre me sorprendía con algo nuevo y ahora siempre lo mismo. Es como si estuviera pensando en otra cosa y no estuviera tocando a un hombre, sino un electrodoméstico.
A veces cuando me quedo solo entro en un chat y me corro con una desconocida con más pasión y placer que con ella. A pesar de no poder más que leer las palabras que me escribe en una pantalla me pone tan cachondo que en la oficina tengo que irme al baño y terminar allí moviéndomela porque me fui del presupuesto a las últimas frases de ayer en el chat.

Amberes. Ocho pastillas coloradas, dos verdes, vendrás a las diez a traerme la prensa y un ramo de hortensias con rosas. Leerás las noticias cuando se me caigan de las manos las hojas del periódico y me preguntarás si me han traído la comida, si he desayunado y me llevarás hasta el baño. Tenderás la ropa y plancharás los pijamas y los calzoncillos que fuiste a comprarme. Me pedirás que doble los calcetines mientras planchas las sábanas y tatarearás aquella canción que, sonaba cuando no necesitaba este bastón para mantenerme en pie y nuestras miradas alborotaban el voluptuoso deseo.
Ya no puedo hacer nada sin ayuda. Salvo tomar este arco iris de pastillas. Vivo para satisfacerte y no quiero seguir viviendo. ¿Qué vas a hacer cuando yo este muerto?.¡Déjame marchar!.

* * *
Abraham guardó las cartas, cada uno en su sobre y decidió escribir en todas las lenguas el siguiente mensaje:

Deseo, deseo, deseo, deseamos ante todo, ser felices.
Iván Rodríguez, Omar Korzeniowski, Graciela Dual, Amal Arare, Julián Do Santos, Pedro Horcajada, Everett Thomson, Gustavo Sánchez, Lucía Expósito, Gabriel Mondini....
Después enroscó el papel y lo metió en una botella, inspiró profundamente con los ojos cerrados, contuvo el aire unos segundos en su abdomen y fue soplando lentamente en la boca de la botella para sellarla con un corcho y la lanzó al océano.

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Este relato surgió como encargo de un pintor para  una exposición de pintura con el que comparte el título, nunca llegó a ver la luz en el catálogo.
Luego recibió el primer premio de un concurso literario de una asociación en Gijón, de la que sólo tuve una llamada telefónica comunicándome que era el ganador y açu sigo esperando la entrega del premio.


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