lunes, 10 de septiembre de 2012

APOYOS


¡Cuanta libertad anclada, relegada a la orilla de los pantanos de la locura!. El grito acecha, sordo, punzante, la caricia negativa aflora sin tregua, busca el camino de la pincelada espesa, densa, firme. No hay armadura lo bastante resistente para evitar el cansancio de luchar contra corriente. No hay escudos capaces de protegerte contra la ignorancia y la perversidad. Pero el cielo se cuela a través de las grietas. Unos brazos te acogen y te inundan con la luz de la complicidad y la esperanza. Una mirada que observa, escucha y te ayuda a sortear la fuerza caótica que eleva las sillas hasta la altura de la cabeza. En medio de la escalada de violencia, capaz de transformar la piel en un elemento tan insensible que son necesarios unos minutos para percibir el dolor que desgrana la sangre de la herida, persiste una presencia silenciosa y dulce contemplando la lucha y ofreciendo la oportunidad de entablar un diálogo sereno.
Un atisbo de amabilidad, el brillo de la buena educación, el compromiso necesario para trabajar en armonía con uno mismo es un bien preciado, valioso, escaso. Entonces la carcajada deja de ser una defensa y se transforma en sonrisa, en guiño. Los días discurren rápidos, los minutos de confidencia lentos. Hay una quietud necesaria y palpable que nos lleve a respirar profundamente para soportar sentir la esencia de una emoción: la pérdida. Pérdida de lazos con los demás, abandono de la paciencia, el autocontrol no existe, se va. La pulsión primaria nos alborota el equilibrio, irrumpe rasgando el dialogo sincero mezclando la desidia con la alegría, el azul cobalto con el blanco.
Entre las tinieblas brotará la luz del faro mostrando la senda de luz sobre el agua agitada, estéril para traer hasta esta orilla un puñado de aire fresco con semillas de paciencia y silenciosa complicidad. La miel de la vida deslizándose a través de unos gestos tiernos, cariñosos y limpios para  sobrevolar la realidad y evitar la mutilación de las alas ante las balas que dinamitan el orden ajeno. No hay sed, no hay hambre, no hay sueño. ¿Dónde vamos?. La meta está en junio, más allá de la frontera del verano, y mientras cada día es una meta consolidada porque no se han canalizado las agresiones con otra agresión, y no se apoderó el miedo del pensamiento. El estómago se abre un poco, cada vez es más fácil retener el centrifugado mental y hacerse inmune al caos circundante porque hay personas que te respetan y se desenvuelven sus gestos con una ternura exquisita transmitiendo la necesidad de no olvidar mirar hacia adentro. La memoria sonora logra no hacerme perder el ritmo propio.
Son las cuatro y media, la hora de salida se aproxima y con ella una canción de despedida, en cuyo estribillo se repite:
- Tere, no te has ido y ya te extraño.-

Publicado en Nemetón Nº6, mayo 2001, Gijón

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