martes, 18 de septiembre de 2012

Adolescencia y azul


ADOLESCENCIA

En noctámbulo silencio el parque cobra vida y a la luz de las farolas, bajo la primera helada de enero se desperezan las confidencias. Envueltos en el humo de la primera cajetilla de tabaco rubio y con el frío de la madrugada envolviendo los rostros plagados de acné, sienten la frontera de la niñez atrás y la edad adulta aún no alcanzan. Gritan, dejan un rastro de grafitis y de goma pegada al asfalto. Esta tierra de nadie en la que habitan, este espacio de transgresiones, densas y profundas será el trampolín hacia un nuevo territorio que se diluye entre lo imposible y lo inalcanzable. Mastican el tiempo con una angustia que paraliza y la eternidad atrapa al corazón y su alma mientras planean en la casa de madera qué van a hacer mañana, rodeados de dibujos y nombres con los que han ido empapelando las paredes de la caseta de madera que se les ha ido quedando raquítica, pero que aún es su refugio.
Durante las horas muertas de la madrugada la madre recorre por enésima vez el pasillo de puntillas. Al compás de los ronquidos se toma una infusión y sigue esperando, esperando. Esquiva las agresiones, los accidentes, los efectos de las malas compañías, los engaños, el lazo de la droga, la osadía pueril y ya no sabe qué más hacer. Las horas pasan mientras no es capaz de encontrar respuesta a los múltiples porqués.

 AZUL

         Azul. Océano. Azul celeste recortando el azul marino, fina raya de trazo profundo entre el agua y el cielo. Azul pastel en las nubes. Verde esmeralda ondulante frente a la punta del pie, sobre la última roca del acantilado. Azul es horizonte, rumbo, misterio. Azul oceánico donde trazo sendas doradas al caer la tarde estival. Azul grisáceo aciago entre mis palabras y tu inquebrantable silencio. Azul plomizo anunciando cambios viscerales en el interior de nuestros cielos encapotados. Azul plateado con borrones violetas en amaneceres de sonámbulos versos, que se materializaran sobre el lecho de arenas gastadas y en papeles reciclados, sin numeración, antes del asombroso bostezo. Azules diversos, todos ellos repletos de luz, hambrientos de lluvia y espuma con los que generar el arco iris para aquellos que seguimos buscando un equilibrio aunque frágil, en nuestro espectro.
         Azul oscuro, oscuro, casi negro cuando cae la noche y tu rugido me habla de sueños. Sueños con los que tejer una esperanza, tal vez siete esperanzas o veintitrés esperanzas en esta realidad sordociega, insensible y agónica que nos arrebata nuestro tiempo. Azul contra el desahucio. Hogar azul.


Publicado en: Cosiquinas de Cadavedo Nº9, agosto 2011

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