jueves, 13 de septiembre de 2012

Hamman el baño turco


HAMAN, EL BAÑO TURCO
        
La música con sus ritmos implacables te hace comprender desde el primer instante que nos van a introducir en dos mundos: uno reprimido, estático que se desliza como una bola de nieve corriente abajo y otro auténtico, donde ese ritmo del tambor es el ritmo del corazón, de la pulsión vital que nos hace ser lo que somos. Te introduces en ese compás que te hace mover los pies y vas conociendo a esa mujer que luchó por abrir su haman en un mundo masculino, donde ella se ganó el respeto de los varones.
         La descubres a través de sus cartas de sus ropas, de su boquilla para agarrar el cigarrillo como en el Crepúsculo de los dioses. Pero sobre todo sus cartas te cuentan ese viaje interior, espiritual que ella inició en Estambul y que Francesco inicia siguiendo sus huellas al igual que su mujer. Vino buscando una ruptura y se encontró con otra forma de vida.
"Ojalá crezca con una mirada limpia para que pueda reconocer sus deseos y unos brazos fuertes para hacerlos realidad."
Una vida que se eclipsa entre las prisas del siglo XXI sin un brillo en la mirada y de repente todo cambió con la muerte inesperada de una tía la que nunca conoció. Francesco ( Alessandro Gassman) emprende viaje hacia Turquía. Allí le toma el pulso a una ciudad donde el ritmo es distinto, donde una brisa suave logra que se desvanezca la angustia. Una ciudad donde su tía fue feliz, donde se encontró a sí misma en aquel haman que adquirió y restauró para proporcionarles a los hombres un lugar para sus desahogos, ya que ella nunca fue capaz de negarle ningún placer a un hombre. Entre vapores y masajes emergen los secretos, las confidencias y lejos ya de la armadura de la norma social el placer bulle libre, envolvente, denso como el vapor.

Editado Nemetón Nº 5 sep/dic 2000

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