sábado, 7 de noviembre de 2015

Latidos terrestres

A Natalia Sánchez con gratitud 


Nos sentamos formando un círculo, nos tomamos de las manos y la energía comenzó a fluir. En la palma de mis manos sentía la danza del corazón que el Porto do Son realizamos alrededor de aquel tambor que latía imperturbable. Seguimos el pulso de la danza trazando ese doble infinito o nudo celta que nos armonizaba. Pero ahora sentía a la energía danzar en la palma de mis manos, trazar esa figura que se transmitía de mano en mano.
Inspiré profundo y comencé a ver como la luz descendía,  se suavizaba. Y entonces comencé a sentir…
…Ha llegado el invierno. El frío avanza implacable. Se congelan las gotas de lluvia que se han introducido entre las grietas de la corteza de los árboles. Las ramas son azotadas por el viento.
-          ¿Peligra la envergadura de la copa?¿ Y si se quiebran las ramas?
La fuerza del viento es cada vez mayor y la fuerza de la savia desciende hasta la raíz. Sientes como se adormecen  las ramas más lejanas, y oyes el crujido al quebrarse. Durante unos segundos la incertidumbre te tensa. La preocupación se apodera de tu pensamiento.
-          ¿Qué pasará? ¿Podré sobrevivir?
-          Es necesario desprenderse de lo que sobra. ¿Para qué cargar con más peso del necesario? Libérate de la carga inútil. No hay dolor en esa liberación sino gozo, apertura hacia lo nuevo. Tu seguridad está en la raíz, retorna a la esencia y espera con paciencia, con confianza.
En la raíz la quietud te remansa, los recuerdos vuelven pero como ecos vacíos de espinas que te ahuecan, horadan cavidades nuevas, laberintos por los que transitará la savia en primavera.
Te serenas, vuelves a sentir quién eres y para qué estás aquí. Eres mujer árbol. Un buen día sientes los primeros brotes de las hojas desperezarse en el interior y brotan hacia afuera. A las yemas le siguen los brotes, a estos las ramas, las hojas que eclosionan y el viento las balancea. La lluvia con su caricia despereza a las flores. Se escuchan los trinos de las crías de los pájaros.
¡Son los ciclos de la vida!
Disfruto de ese sol tibio, de la flor que lucirá espléndida en noches de luna y se desprenderá de sus pétalos blancos, con un hilo rosado. Su carnosidad se repliega hacia el interior del fruto que comienza a crearse. Frutos que sientes medrar en el interior del erizo.
Los pájaros intentan llegar a las castañas pero las afiladas espinas las protegen. Sus intentos son canciones con mucha percusión que sólo logran recolocar los frutos en el interior del erizo. Unas serán grandes,  hermosas, y otras en cambio serán delgadas, blandas.
-          ¿Por qué no pueden medrar todas? ¿Acaso no son frutos del mismo árbol?
-          ¿Acaso la madre no es la misma para sus hijos y aún así cada uno es diferente y único?
-          ¿Cuántos frutos son capaces de medrar?
-          ¿Cuántos talentos tienes?
-          Cada momento vital me imagino que tiene sus aprendizajes y ante esos cambios tienes formas de afrontarlos muy distintas. Ahora empiezo a comprender que en esos frutos están nuestros talentos y todos son necesarios. En unos momentos daremos más importancia a unos que a otros, pero…
-          ¿Darás más importancia?
-          No, no quiero decir eso. Quiero decir que estaré más enfocada en unos que en otros.
-          Eso es, el enfoque. Todos son parte de ti, van contigo siempre y están ahí por algo, para algo aunque no lo creas.
-          Sí, mi responsabilidad es desarrollarlos. Vivir para que puedan aflorar.
Los días se acortan, las noches largas y los vientos se enarbolan, enredan las ramas, mudan las hojas, sus troncos verdes en troncos ocres, amarillentos. Quizás el recuerdo del sol se cuela por sus poros antes de desprenderse de tus frutos.
Caen los erizos y unos niños recogen las castañas.
-  ¡Mira,  éstas que buenas!

- Estas son más ruinas, no nos sirven.
Y son  esas las que desechan, las que ahora te preocupan. Las otras sabes que nutrirán los estómagos de los niños y ancianos. Sabes que  calentarán las manos de los transeúntes en las aceras y serán el detonante de recuerdos ligados a la infancia, a las abuelas picando y colocando sobre la chapa de la cocina de carbón, para tenerlas a punto y ofrecer una, tras una larga mañana en la escuela. Pero las que no despiertan deseo, a esas ¿qué les depara el destino? ¿Qué será de las desechadas, las olvidadas, las invisibles?
- No, no son inútiles. Míralas entre las hojas, algunas se descomponen y nutren el suelo para que otras puedan germinar. Otras son el alimento de roedores que se las llevan para sus crías.
- Nada se desperdicia. Todo tiene su función, su valor, ¿quién soy yo para comparar el valor de una frente a otra?
- La naturaleza no juzga, la vida palpita, actúa, es, se transforma, existe, es eterna.
-Yo soy naturaleza, humana y en esa humanidad la mente ha intentado dominar la naturaleza.
- Sí, pero eres naturaleza y eso está por encima del calificativo de animal, vegetal o mineral. Todo tiene su equilibrio y la fuerza de la vida lo reestablece. La mente humana crea universos, de ciencias, de creencias… Elabora para tratar de manipular, de doblegar pero no es esa su función.
- Naturaleza… me has hecho sentir la naturaleza vegetal y en sus ciclos los miedos, los gozos, las alegrías, las preocupaciones no han servido para cambiar nada de lo que le ocurría al árbol. ¿Para qué preocuparse? Es inútil. Cuando dejo de pensar vivo intensamente esa eclosión de las flores, sus fases sintiendo el color, la alegría de la polinización, la gestación del fruto. No hay dolor, ni un antes, ni un después.
- Estabas en el presente, en el ahora.
- Es cierto y era feliz. Sentía paz.
- Eras paz. Nuestra naturaleza humana tienen la capacidad de analizar esas otras naturalezas, de entender el equilibrio y ayudar a que se reequilibren las energías que nos conforman pero nuestra función no es tener el control.
- Me  decía a mi misma “pasará, todo pasará”. Son los ciclos, no es responsabilidad mía.
- Eso es, tu responsabilidad no es el control.
-Vivimos tan ligados a la necesidad de querer tener el poder de decisión sobre tantas cosas.
- Nos han educado para creer eso y ahora debemos desprendernos de esas ataduras y contemplar, sentir nuestra esencia natural, vivencia esos ciclos apasionadamente. Escucha los ecos,  las resonancias de tu interior, las voces de tus ancestros. La búsqueda de la felicidad está en vivir en el presente, es estar pleno en este instante, aquí y ahora. El pasado ya fue, y el futuro está por venir, se construye en este acto de hoy, de ahora.
- No podemos bañarnos dos veces en la misma agua del río.



Cierro los ojos y respiro profundo tres veces. La luz se apaga y entre las arenas anaranjadas del desierto contemplo las acacias. Siento sus raíces adentrarse en las arenas y alcanzar el agua subterránea. Esas aguas son las mismas que mucho más al sur toman los árboles de argán y más al este, hacia oriente son las aguas del Amu Daria en las que beben las cosechas de algodón y alcanzarán a duras penas el Mar de Aral. Son los tesoros líquidos que canalizan los abedules desde las altas montañas, más arriba de las coníferas, y las secuoyas, con sus cortezas blancas en las que se refleja la luna y con las que erradicarán el dolor de cabeza las tribus indias. Bosques de abedules, de robles de castaños, álamos, olivos,  cedros y palmerales, todos están conectados. Bajo sus copas se mecen mis sueños, protegen mis besos y guardan memoria de los tesoros de mi sabiduría.
La noche se cierne sobre las dunas y el resplandor del fuego ejerce de guía. No me siento sola, no hay otra persona conmigo pero siento la fuerza de la humanidad dentro de mi corazón. Debo mantener vivo el fuego, esta noche la hoguera debe permanecer encendida y camino alrededor de ella en círculos. Recojo excrementos de camellos que pasaron por aquí hace mucho tiempo. Alimento las llamas con ellos y tomo té mientras contemplo ese cielo estrellado donde las dunas son océanos que oscilan,  extendiéndose hacia el infinito.  Soy polvo de estrellas.








Encinas de Bareyo (Cantabria)

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