Hay un silencio ante el que todos y todas nos quedamos sin
palabras, sin aliento durante un tiempo. Un silencio que nos invade cuando nos
arrebatan el calor del abrazo de la madre. Ante esa ausencia todo se detiene.
El vacío es tan inmensurable que el rumbo se pierde, la noción del tiempo y el
espacio dejan de enraizarte en el presente y el corazón se va a un vacío que
nunca se llenará. El frío, la oquedad, el abismo trae consigo pensamientos que
son telas de arañas, marañas en las que las lágrimas tardan en brotar, y cuando
lo hacen tardan una eternidad en desaparecer. Las huellas de la sal dejan a su
paso un desgarro que no permite que las heridas cicatricen con la rapidez que
deseamos. Las cicatrices tardan en consolidarse, en ser el eco de ese dolor trascendido. Y el consuelo para algunos es la oración,
volver los ojos hacia ese Dios misericordioso que tiene las respuestas y la
razón de las preguntas.
Los ritos funerarios discurrieron de forma paralela al ritmo
de la vida de la escuela y fueron esas vacaciones de navidad el tiempo en que
discurrieron las despedidas más difíciles, más duras. Una de mis antiguas
alumnas, que logró sacar la ESO con éxito ha perdido a su madre el 27 de
diciembre. Nos enteramos un mes después y al saberlo las preguntas nos remueven
por dentro a su profesora de apoyo y a mí:
¿Cómo no nos dijo que estaba enferma? ¿Cuándo enfermó? ¿Pudo despedirse
de ella? ¿Cómo se lo dijeron a los más pequeños? ¿Lo saben? ¿o vieron que su
madre se iba al hospital y no regresó? ¿Dónde está enterrada? Pude responder a
alguna de las suyas: no hay incineración en su cultura, son enterrados en
tierra envueltos en un sudario blanco, mirando hacia la Meca sobre el lado
izquierdo, de lado. Ahora hay lugares en que exigen la caja por motivos
sanitarios, pero ellos de forma tradicional no usan los féretros. Hay que lavar
el cuerpo de una forma determinada,
perfumarlo, vestirlo para ese último viaje, y rezar oraciones para el
difunto. Son los hombres los que van al cementerio, las mujeres no suelen ir.
Se hace una oración a los cuarenta días del fallecimiento. Aquí hay en el
cementerio una parte para musulmanes, quizás la dejaron aquí o no.
En mi cabeza los más pequeños de doce años y nueve me venían
a la cabeza constantemente. Y recordé como ella rezaba mucho en el ramadán
pasado, quizás lo supo entonces y rezó para pedir a su Allah, porque hay
momentos en que solo un milagro puede transformar la realidad. Deja seis hijos tras de sí, una casada hace
un año ahora. Los recuerdos se agolpan en mi memoria. Hace un año no
encontramos al volver al centro durante un mes por la llegada de otro alumno.
Pregunté por ella y me dijeron que estaba en la biblioteca los recreos leyendo,
no se relacionaba casi con iguales de forma espontánea. Entré en la biblioteca y se alegró tanto al
verme en aquel pasillo en que nos abrazamos tan fuerte ante las miradas
extrañas que me la llevé a una clase para hablar con tranquilidad. Me contó con
mucha ilusión que volvía a Pakistán a la boda de su hermana. Estarían el mes de
febrero allí. Y desde aquí parecía un
problema el poder viajar, perder el ritmo del curos académico, pero ¿ y el ritmo de la vida? Ya harás lo que te den
para hacer, disfruta mucho le dije, y ya me contarás a que huelen las calles.
Pásalo bien y ya me contarás detalles del día de la henna, de todo. No te
preocupes y vive cada día de este viaje. Pero a su vuelta ya no la volví a ver.
Llegó el ramadán y me preguntaron porqué rezaba tanto. Quizás estaba
preparándose para luchar en la enfermedad de su madre y ser la que debería
cuidar estar más pendiente de sus
hermanos pequeños.
¿Qué iban a decirnos si en el último ramadán no hubo nadie
que le dijera: Ramadán Mubarak?
No aparece el noveno mes del calendario lunar, el ramadán en
la escuela. Ni la felicitación al final del mes, ¡Ramadán Mubarak! Una
felicitación que a penas cuesta nada. Compatir un espacio, un tiempo en las que
el esfuerzo es tan inmenso, robar horas de sueño, mantenerse atento, sacar
energías para seguir respondiendo a las demandas que ignoran sus rituales. Llega un momento en que no es
posible seguir el ritmo. El cuerpo protesta y la mirada más introspectiva vuelve
a cuestionar: - ¿qué es lo importante?
Ramadán es el mes sagrado, el mes del ayuno, el noveno mes
del calendario lunar que va deslizándose hacia atrás sobre las huellas del
solar. Desandando sus pasos para encontrar un ritmo sutil, así vamos retrasando
quince días cada año, y vamos aprendiendo lo que es vivirlo en diferentes
estaciones del año, cuando hay más y menos horas de luz. Ramadán siempre distinto, dinámico, va
cambiando y así este 2024 comenzará el 11 de marzo siendo menores las horas de
ayuno que el año anterior. Ayuno que implica no beber, ni comer nada desde la
salida del sol a su puesta. Al romper el ayuno la cara de regocijo de los
jóvenes es tan luminosa, han logrado sostenerse, vencer la tentación en un
ambiente donde los demás comen, donde los olores a comida los asaltan por los
pasillos, donde no dejan de reclamar que hagan ejercicio. Ha logrado superarse
y se sienten parte de esa comunidad que los acoge, e íntegra como iguales, bajo
los ojos de su Alláh.
Un mes completo, un ciclo de 28 días en muy largo para
comenzar a hacerlo completo, así van iniciándose antes, dependiendo de cada
familia con una semana, o haciendo días alternos cuando están aún en la
infancia, hasta que llega la primera regla y esa frontera marca el paso a otra
edad, a otras obligaciones, mientras que los varones hacia los doce años
comienzan a hacerlo completo. Las horas de sueño se trastocan y se come al caer
el sol, a las diez , a las doce de la noche y se levantan a las cinco para volver
a comer y rezar antes de que salga el sol. No llegan a cinco horas seguidas de
sueño, así cómo estar al cien por cien en la escuela. Aquí en occidente la
vida, el ritmo no cambia. Por lo que es probable que algún día se duerman por
la mañana, lleguen tarde, o no acudan.
Ramadán es compartir comidas exquisitas que se preparan con
mucha dedicación y tiempo, guiadas por el olfato las mujeres cocinan si probar
el punto de sal, venciendo el deseo de
degustar los platos que han aprendido a preparar de sus abuelas.
Ramadán es oración,
es leer Corán, es examen de conciencia, es sacar lo mejor de uno mismo para
ofrecerlo a la comunidad. Sentir la fuerza del grupo que en la última oración
te sostiene en esa lucha contigo mismo y se regocija contigo por tu capacidad
de superación.
Ramadán enseña autodisciplina, paciencia, autocontrol. La
comunidad celebra con el zacat al final los lazos que la unen y ayudan a los
más necesitados aprovechando ese momento comunitario para volcarse con sus
miembros y responder a sus necesidades. Ramadán es tiempo de compartir, de
alegría, de reencuentros con amigos, de
celebración de esa fuerza interior que se renueva.
Ramadán es cultura, es desarrollo espiritual nos aproxima al
sentido de la vida. Y ante el tercer precepto del islam hay personas que están
exentas, como son los niños y niñas pequeños, las mujeres embarazadas y
mientras están menstruando, las personas enfermas, aquellas para las que
suponga un problema de salud el ayuno y aquellas que están realizando un
viaje. Los días que no ayunan pueden
recuperarse antes del siguiente ramadán cuando puedas. Y los niños comienzan a
hacerlo en días alternos, durante una semana, un fin de semana, para ir
habituándose y conociendo lo que es ayunar.
Cada familia va inculcando esas obligaciones de forma natural en su
entorno familiar. Dormir lo máximo de
día, para poder vivir en la noche el encuentro con la comunidad es la forma de
sentirlo en sus países. Las lecturas de Corán, las preparaciones de las
comidas, sentar a la mesa a algún invitado no musulmán para que vica esa
alegría de romper el ayuno con un dátil y agua, todo eso conforma una cultura,
unas rutinas diferentes, horarios más reducidos en el trabajo, en la escuela.
Pero en occidente solo se respeta el poder no acudir el día de la pequeña
fiesta del fin del ramadán y la gran fiesta del cordero. Aquí el ritmo de la
vida no se ralentiza, ni sigue los biorritmos. Aquí hay que vencer una barrera
más. Pregúntate cuando lleguen tarde, se duerman en clase, no atiendan, o se
desmayen en qué fecha estamos, qué día comienza el ramadán este año.