Rojo intenso, rojo carmesí, rojo brillante que se acentúa
entre los estambres negros. Interior suave y frágil me acoge. La amapola se
mece suave al antojo del viento del sur. Y la música llega al centro donde
aguardo, todo lo que está en el exterior vibra y reverbera en el interior pero
depurado por el pétalo.
- Mi dulce amapola, gracias por cobijarme. Gracias por
protegerme, namaste.
Te despojaste de lo que ya no servía y ahora soy yo quien
debe desprenderse de lo que también me sobra, de la carga inútil para irme
hacia lo verdaderamente importante. No hay otro camino. Los ciclos deben
sucederse, no hay resistencia posible.
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