Crecí, enraicé, brotaron de las primeras hojas
me dejé mecer por el viento.
Bebí luz y esquivé sombras
maduré, me doblé para no ofrecer resistencia a la frenética embestida de las tormentas.
Sensible a la luz, cierro los pétalos de la flor para evitar ser dañada o ser pasto de babosas.
Vivir, dejar que el viento te balancee y te lleve a otras tierras
a otras aguas donde dejar que germine la esencia.
Morir, un camino más con muchas bifurcaciones que te llevarán a un ojal, al interior de un libro, a una carta que cruzará océanos, continentes, o a un puñado de compost que abonará otras semillas, sacrificio inútil, silencioso.
Vivir, morir
de la mano van
decisiones en el aire, miedos como cuchillos,
mientras la raíz es molida para preparar una taza que sustituya al café en una madrugada de insomnio, recuerdos y anhelos.
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