Colmar el silencio
Encontrarte es como atrapar ese reflejo dorado en una ola que está a punto de romper y ese fugaz instante se grava en el corazón irradiando su luz en plena oscuridad. Un segundo, un instante para alumbrar toda una vida.Una luz incandescente, tu voz, en medio de un vacío estelar,
donde el ruido suena a hecatombe lejana.
El eco de tu voz se desliza por mis laberintos internos, no me permite escuchar otras voces. Un eco que habita cada repliegue, cada arruga. ¿Dónde está el origen del sonido? Sigue tan vivo ese eso que siento que no nos hemos dejado de hablar, pero en una lengua que no llego a ser capaz de descifrar, para la que no hay traductores, ni diccionarios. Pero percibo los efectos que provoca en mi esa lengua, esos sonidos de tu voz, tus silencios. Me transforma en ola de plenilunio, en espuma juguetona, en gota que persiste en su cometido de formar nuevos lechos donde los cristales cortantes sean espejitos que besan los rayos del sol.
La voz clara, la risa cómplice, la palabra no dicha, el eco
de otro tiempo ahora presente. La voz sorprendida, dichosa por saberse acogida
entre mis manos. Soy guitarra, la cueva que retiene el eco de tus palabras y
las hace viajar hasta las entrañas, generando vibración profunda que hace que
el agua consiga horadar a la roca.
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