Puertas entre orillas
Palabras que
fueron pilares que nos sostenían.
Preguntas que no se formularon nunca como tales, sino como
relatos en un lado del espejo para saber cómo era esa realidad al otro lado.
Casa de espejos
Casa de mentiras, de engaños
Lo que está a a derecha está a a izquierda
Lectura imposible, lenguajes que se disipan en las llamas de
las velas
Solo la luna es el espejo en el que alcanzamos a adivinar al
otro, tal vez es ese reflejo entre las olas del océano nuevas verdades,
promesas… El hilo que nos sostiene unidos, ese hilo rojo. En ese silencio
hiriente, ese silencio oxidado ya, que solo deja tras de sí rastros en piedras
que el mar bate una y otra vez hasta borrar las huellas, hasta transformarlas
en arena. Arena que flota en el aire, mecida por el simún, partículas girando a ritmo de ciclón, arañan,
rasgan las vestiduras, ciegan y nos encierran en el interior de una habitación
nueva, de la que no saldremos hasta habernos despojado del eco de las lágrimas.
Besar las cicatrices, para escribir, dibujar sobre un nuevo lienzo una segunda
parte de la vida que está por estrenar, donde a cuatro manos la melodía es
otra. Inventaremos un nuevo compás, otro tempo entre tu música y mi música,
entre el norte y el sur, porque ya no
hay brújula, ya no hay orillas, solo puentes.
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