lunes, 12 de noviembre de 2018

Afalayit

AFALAYIT

A
yer llegó un hombre a nuestro campamento cerca de las dunas de Merzouga. Halifa le saludó como si se tratase de un hermano.
Después me llevó con él y me enseñó cómo preparaba un emplasto con hojas machacadas de afalayit, humedecidas con aceite de argán. Luego lo extendió sobre las piernas de este hombre, David. Y le envolvió las extremidades inferiores en plásticos. David se recostó en la jaima, y durante horas charlamos y tomamos té. Le pregunté cuál era su dolencia, y me dijo que el reuma y que sólo lograba calmarlo Halifa. Bajaba dos veces al año hasta aquellas dunas, a que sus piernas sudaran bajo ese sol embadurnadas de aquellas plantas y aprovechaba para ver a su amigo Roger en el Hotel Tombouctou, en Tinerhir, y de ahí volvía a Marraquech. Me ofreció volver con él y así lo hice.
Me despedí de Halifa, sabiendo que volveré a compartir con él una lluvia de estrellas. Al contemplarlas rodeada de aquel silencio escuché mi propia voz:
- Facilitar la curación, el fin del dolor inaceptable era lo que daba sentido a mi vida.-

Tomamos nuestro último té y Halifa me regaló unas hojas de Lghalga. Sonrió satisfecho cuando le dije: - espero no cruzarme con ninguna víbora, ni escorpión en el camino, pero por si acaso con esto ya estoy prevenida, sucran.-

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