lunes, 5 de noviembre de 2018

Romero

ROMERO

M
e ofrecía una ramita de romero y con ella la buena fortuna para vislumbrar una línea nueva, en la palma de la mano. No sabía que el olor de unas hojas me llevaba a mi infancia, con las friegas en las articulaciones mezcladas con olor a sal y algas desde las rodillas de mi tía abuela, hasta las postales que escribíamos mientras el verano se escondía en los tarros de cristal, en la balda superior del armario del cuarto de baño, para seguir jugando con nosotras, bajo las frías lluvias de noviembre.



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