viernes, 27 de septiembre de 2019

JARDINES MARJORELLE



Volver a los jardines Marjorelle y escuchar el canto al amor entre  Yves Saint Laurent y Pierre Bergé. Rendir homenaje a su memoria frente a la columna de piedra que recuerda a las columnas griegas, bajo la que están las fechas y lugares de nacimiento y muerte de ambos. Un amor que duró cincuenta años. Un amor que atravesó las puertas de la muerte llegando más allá. Amor que se sostiene por la admiración, el respeto y la apoyo mutuo en la construcción de un proyecto de vida común donde cada uno aportó al otro lo que necesitaba para suplir los embates de los caprichos de la genialidad, las consecuencias de los excesos de alcohol y drogas. Un amor que supo dar espacios para expandirse, explorar, vivir y volver a reencontrarse.




Las huellas de este amor están en estos jardines, recorrer sus sendas el bosque de bambú, los cáctus, y descubrir entre los tallos de bambú el goce del frescor, la dicha de detenerse y sentarse en el banco para contemplar y sentir la plenitud. Luego llegan las palmeras, los helechos, y los cactus que se elevan aportando memorias de sus innumerables orígenes que te recuerdan los aires mejicanos, y entre ellos los nenúfares que florecen sobre el agua que atraviesa el jardín en forma de fuente, de acequia y de estanque habitado por peces de colores, anaranjados, blancos. La armonía es sublime, los rincones inesperados, la belleza… Los dibujos de Yves a sus amigos a lo largo de los años irradiando amor, love, desde 1970 a 2006. Y las sendas amazigh que le llevaron a Yves Saint Laurent a descubrir el color en esta maravillosa ciudad, Marraquech.
En el Museo, al lado recoge los elementos más destacados de este artista que nos dio el poder a las mujeres vistiéndonos con los pantalones que sólo vestían ellos, sin arrebatarnos la sensualidad, sin mermar nuestro erotismo, dando un aire de misterio que se materializa en la imagen de Catherine Denueve presente en este espacio que te invita a adentrarte desde el blanco y negro al abanico de colores intensos que irradian sus trajes con influencias saharianas, amazigh, españolas, subsaharinas. Música, maniquíes, fotos, complementos, trajes, videos te llevan al universo que lleva el nombre de Yves Saint Laurent.
La atmósfera te atrapa, te envuelve y entras dejando la luz radiante del exterior de la ciudad roja, y entre las paredes negras, que siguen un diseño circular te encandilan los diseños de su puño y letra con la selección de los tejidos para cada diseño. Las imágenes de las portadas en Vogue, con esos vestidos que son una homenaje a pintores como Picasso, y luego al girar la sorpresa ante esos maniquíes de figuras femeninas de piel negra con sus trajes elegantes que va desde su etapa con Dior en blanco y negro donde la elegancia es una esencia que define su sello, te giras y te sientes fascinada por el color, esos diseños con tintes bereberes, españoles, africanos, que parece que van a echarse a andar con una presencia elegante, segura, radiante, sensual y preguntarte por una localización, por alguien,… La mirada de Yves te sigue desde las fotografías de este artista que supervisa la sala, y se sentiría orgulloso de esta muestra de su universo, donde la música, los diseños, la forma de colocar los elementos como los complementos que resaltan nuestra feminidad todo crea una armonía grácil, etérea,… evoca el nido de las cigüeñas que sobrevuelan el cielo de Marraquech.

No hay comentarios:

Publicar un comentario