jueves, 26 de septiembre de 2019

Los preparativos


El viaje se inicia antes de emprender la carrera hacia el aeropuerto, mucho antes. Comienza al pensar en la posibilidad de volver al sur, a mi sur, a Marruecos tras nueve años de ausencia. Volver al azul intenso del cielo, a la luz intensa cálida, acogedora de Marraquech. Pero esta vez con el tiempo persiguiéndome, sin fuerzas casi para programar, para buscar lo que ansío y surgió la oportunidad de un viaje privado. Algo nuevo, diferente y nos enrolamos. Como deseo el desierto y los riads, como destino Fez, Marraquech, las gargantas del Dades, Quazarzate… volver a sentir la arena anaranjada entre los dedos, rodar por las dunas…
 Vuelvo sí, vuelvo quiero creer que estoy volviendo con mi peor y mi mejor historia… No vuelves a vivir nunca con la misma intensidad pero una regresa a los lugares donde amó la vida, donde sintió el pulso de esos momentos que son eternos en las entrañas. Y así me dejé llevar y en menos de quince días estaba sobrevolando los jardines de la Ménara, sintiendo el calor envolvente cual caricia densa, y suave al mismo tiempo.
Una huella antigua brota dentro de mi alma y va apoderándose de mi piel, a medida que mi mirada iba posándose sobre el azul índigo de los hombres amazighh. Mis miradas de deslizan sobre el ritmo africano que ha tomado el pulso de las noches de Marraquech con sus músicos gwnuas, marcando con sus tambores el ritmo trepidante ante el que no hay resistencia posible.  Y empiezas a bailar, a girar, a danzar. 

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