jueves, 25 de diciembre de 2025

Girar

 

GIRAR

Tejer sonrisas que nacen del corazón, enhebrar los movimientos de las manos en las aberturas de las miradas. La trama de la curiosidad y el respeto de los ecos ancestrales da consistencia a la certidumbre sobre la que tejo. Anudas hilos granates, malvas, azul índigo, para evocar los colores de los atardeceres del Atlas, las copas de los cedros, de las acacias, con la cara sutil de la arena solar suspendida en el aire del amanecer, entre trinos de aves amaestradas.

Rodar, duna abajo, sintiendo la libertad con que el maktub teje y desteje los hijos, aunque te crees que eres la autora y no somos más que personajes de una obra que ha sido escrita y olvidada al atravesar el canal del parto. A veces traemos un recuerdo tan nítido, como el palmeral que sigue palpitando a pesar de la sequía, a pesar de la avaricia. Ya no se alzan las mezquitas recortando horizontes, se elevan pequeños podios encalados desde los que se difunde el mensaje de Alláh. ¿Acaso los tres libros no hablan del amor al prójimo, del respeto a uno mismo y del bien común?

No escucho la llamada a la oración. No vertebra mis andares en este viaje quizás porque tras escuchar las llamadas, el recogimiento necesario para la oración no es posible. Llegará el tiempo de vislumbrar los actos de amor, las caricias divinas cuando llegue el silencio.

La grandeza de Dios es tan solo un eco que me despide y me da la bienvenida en este viaje. ¡Allah akbar! ¡Allah akbar! ¡Allah akbar! Repiten desde la Koutuvia, y desde las mezquitas alrededor de ella.


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