martes, 1 de octubre de 2019

HUELLAS DEL PARÍS-DAKAR A SU PASO POR MARRUECOS (MERZUGA)



El silencio de la noche en las dunas relaja y las estrellas juegan al escondrite esta noche, porque las nubes son arrastradas por el viento tórrido que las remueve.
Los recuerdos del Dakar se alborotan y la sensación de libertad de los territorios por recorrer borra todo lo que dejas atrás, ya no hay nada, no piensas en la familia. Solo existes tú, la arena, la moto sobre la que recorres esta ruta, los kilómetros que debes recorrer hoy no son más que un número que tampoco tiene relevancia. Estás tú y la libertad del camino, de avanzar hasta el límite de tus fuerzas, la frontera con la civilización se mueve, parpadea. No hay tiempo, todo se desvanece, recuerdos, pasado.
Es el eco de las tribus primitivas, nuestra memoria ancestral que se libera cabalgando sobre la moto. Es la huella de las sendas que transitábamos tras la caza, siguiendo a los animales salvajes de los que dependíamos para vivir.
Nos hemos asentado y hemos llenado nuestra mente de compromisos vacíos, de miedos, de esperas interminables,  de proyecciones hacia el pasado, hacia del futuro mientras el presente se escurre como arena entre los dedos. Nos olvidamos de la lección más importante:
-         Compartir es vivir.-
Aislados cada vez más solos perdemos el sentido. No hay orden. No hay un lugar para nosotros en cada etapa de la vida, el caos reina y nos confunde.



Aquí entre las dunas todo se despoja de la superficie, de las mentiras, de los autoengaños.
El aire no cesa, solo queda esperar con paciencia, disfrutar de su caricia, y dejarnos llevar, confiar. Tras la tormenta llega la calma, brotan las estrellas y veo caer una fugaz, pequeña, lejos, muy lejos. Los tambores y su eco me acunan y me duermo.

















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