sábado, 5 de noviembre de 2016

JARDÍN DEL MAESTRO DE REDES (SUZHOU)




A los laterales de  la puerta unas esculturas reflejan la vida del funcionario que habitaba esta casa y una inscripción anunciando las cualidades de brillantez y éxito del escritor, a modo de buen augurio… Los patios van sucediéndose, y las estancias con estos bellos muebles de caoba  del estilo Ming van siendo cada vez más sencillos, a medida que dejamos atrás las dependencias de los hombres, la mujer favorita, las mujeres y por último para los invitados. En la frontera entre los espacios masculinos y femeninos están los jardines con su estanque en el centro, rocas y armoniosos árboles invitan a la imaginación a abrir un universo entre el calor y la humedad, al tiempo que invitan a sentarse en la casita de la Primavera, Dianchun Yi y dejar que la mirada se pierda en horizontes lejanos a las tierras del arroz y el pescado. Mientras el cuerpo sobrevive en este espacio buscando evasiones en la música, el juego, la poesía y la pintura. Las cálidas noches de verano este laberinto de ventanas que se abren en los pasillos debían de alimentar secretos, confidencias, anhelos. El hilo de una voz recojo en estos pasillos, bajo estos faroles, una voz hermosa, sublime que me hizo volar sobre los nenúfares del estanque,  navegar con la balsa que bajo el pabellón del teatro aguarda a la actriz para hacer su entrada triunfal. Una voz deliciosa capaz de hacerte viajar en el tiempo, y que nos trajo las semillas de una amistad que germinó en Suzhou, la Venecia de Oriente. Una voz que transmite la misma delicadeza que reflejan  los abanicos pintados en los que el Tigre blanco desciende la colina. La magia se expande y fue como volver a casa,  la atracción por aquella casita de madera granate, al que llegaba la música desde el otro extremo del estaque, como un reencuentro juguetón con esa necesidad de narrar, de interpretar poemas, la gozar con la Ópera…


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