sábado, 5 de noviembre de 2016

La ciudad prohibida



DIA 2 BEIJING  – LA CIUDAD PROHIBIDA –
La atmosfera cargada de contaminación, todo es gris, un gris sucio, tupido. Añoro el cielo azul.  En la plaza de Tiananmen  cientos de personas hacen cola, para ver el cuerpo momificado de Mao Zedong.  La guía impresa alerta de la presencia de jóvenes chinas que hablan inglés y te invitan a la ceremonia del té, como reclamo para desaparecer antes de terminar la ceremonia o la cena y darte el sablazo en plena  noche, cuando iluminen esta inmensa plaza.
Dejamos atrás esta parte de la historia reciente y miramos hacia la Ciudad Prohibida, sobre sus muros granates un retrato de Mao nos da la bienvenida. Seguimos el paraguas rosa de Fan y  atravesamos los gruesos muros que imaginaba imponentes, ante la mirada de Bertolucci y que se me antojan franqueables. Las estancias se tornan reducidas, con demasiado polvo. Lejos de las opulencias occidentales, aquí la intimidad  del hijo del cielo, se muestra en los tonos dorados de sus vestimentas, exclusivos del emperador, y su familia. Los detalles cobran relevancia y los dragones en las balaustradas que rodean la sala de la Armonía Suprema parecen cobrar vida. En los tejados aparecen de nuevo, junto con las tortugas símbolos de longevidad.  
Equilibrio sobrio y un poder que se extiende, hasta donde la vista alcanza, deja su huella en el  Palacio de Verano, en la pagoda de la Armonía…

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