Miedo me da
mirarme en el espejo, horror siento cuando me veo muchas veces en el
espejo. ¿Cómo adaptarse a estar en
constante tensión, anticipando la escapada de
uno de ellos, ante la presencia de otra persona, cómo adaptarse a tener
de conformarse en poner las canciones
que le gustan y pelearse cada mañana entre gritos y pasarse 20 minutos,
señalando las prendas que ha ido lanzando por la clase, sin esperar nada más,
sin exigir nada más?. ¿Cómo adaptarse a que el reto sea que no alcance las
tijeras, que no se escapen, que no se tiren del pelo, de las orejas, que no den
patadas, que no se arañen la cara?.
¿Cómo acostumbrarse a ese grito mamá, mamá, cuando le pegan y viene a
refugiarse en mi, temeroso pero incapaz
de poder contar lo que le pasó, qué le hicieron, sólo señala quién fue?. ¿Cómo
sobrevivir en este territorio donde el insulto, el prejuicio y el posible
expediente reinan alrededor?. ¿Cómo acostumbrarse a este ambiente enrarecido
donde se gritan los adultos/as y se lanzan acusaciones, insultos, donde se
vanaglorian creyéndose inmunes, por encima de todo y de todas/os?. ¿Cómo
enfrentar el constante sinsentido de decisiones que envueltas en “justicia” quieren desestabilizar,
provocar enfrentamientos entre profesionales?. ¿Cómo resistir esta pirámide
donde se nos lapida con total inmunidad y alevosía, donde se nos pisotea?.
¿Cómo
adaptarse a que mañana sea igual que ayer, igual que hace un mes?, ¿o a que la
diferencia sea que estamos más cansadas, más inmunes ante el desgarro? Sombras,
estoy en la sombra no hay luz, hay calor infernal, calor al que brotan los
monstruos, los hedores más inmundos, y la indiferencia, nadie mira, todos/as
con sus orejeras, sola, esperando el próximo enfrentamiento. Oyendo: - “¡Putas
pobres por las que saque la cara muchas veces, y me dieron por arriba y por
bajo muchas veces!” Y contestas: -“ No soy ninguna puta lo primero, que te
quede claro, a ver si dejamos de gritar, porque esto no nos lleva a ninguna
parte”. Mirar y ver cómo ellos se tiran del pelo, para frenarse, se tiran de
una oreja, o se lanzan esos :“Basta, bastó”, bastó que te han escuchado mil
veces.
Miras y me
doy miedo, no me gusto, no me siento yo … quiero rescatar a la que ellos ven a
veces como Dibibidibide, la canción africana,
a la que hay que dar un beso antes de empezar a trabajar, o la que nos
dice que yo te quiero más, cuando te limpias las babas. Una parte de mi se muere en este antro, este
infierno, te lo dije hace un año y es
así, …niños muertos, zombis, polisíndromes,…
la agonía de las últimas horas, esa
disnea que anuncia el final la sentimos al llegar, por la mañana al ir a buscarlos al bus, al
entrar y no mirarnos ni siquiera a los
ojos, ver la mano que indica hacia arriba, rápido al
aula, no hay tiempo ni para reunirnos
todos juntos y subir, ya subirán cuando lleguen, fuera, fuera, cada uno a su
celda de aislamiento y 30 minutos de recreo, como marca la ley.
Mirar
alrededor y ver el lado más oscuro, más desgarrador, más duro, más desenfrenado, más irresponsable y
prescindir de lógicas, de sentidos común, de valores que no sean el lucimiento
personal, palabras que se malinterpretan y con las que se atacan y nos atacan,
cómo adaptarme a ser autista, a eludir el encuentro con los demás, cómo
adaptarme a no mirar alrededor y quedarme en la mirada quieta, fija en un
punto, un punto inmóvil, estático, ver cómo
tenderán la trampa a otro hoy, que mañana podría ser yo. ¿Y tú, me ves adaptada? ¿Me lo dices en
serio?.
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