VISITAS
Un perro sin
collar, limpio juguetón, un labrador, se aproxima a la entrada, juguetea con
los niños y las niñas, se deja acariciar,
incluso no se revuelve contra ellos cuando le tiran del rabo, cuando le
golpean en el lomo sonriendo. Disfrutan de este encuentro hasta que llega la
jefa y manda cerrar la verja, si vuelve a aparecer el intruso de todos los años
llamará a los municipales, y que se lo lleven a la perrera.
Pasan diez
minutos de la hora, se pierde tiempo, venga para clase. Las puertas en los
pasillos de cierran, la sonata de golpes y timbrazos que tarden en atender
comienza. ¿Qué tiempo hace hoy? Tormentoso.
MEMORIA
Las
paredes están vacías, no hay nada en ellas, ¿dónde están los trabajos de
cerámica que colgaban de las paredes? ¿Dónde están las placas que regalaron al
colegio en sus 25 años de existencia?. ¿Dónde han puesto los carteles con las
fotos de la gente que pasó por aquí, en las distintas actividades que se
hicieron?. ¿Dónde están aquellos álbunes que hacían las cuidadoras, con las
actividades que realizábamos en cada una de las
fiestas?. ¿Dónde están los trabajos del alumnado que colgaban de las
paredes?.
Ahora quieren
quitar los carteles que se hicieron señalizando todo el centro sobre madera,
con distintos sistemas de comunicación, carteles que durante un año hizo el
profesorado, y la única razón es que están viejos. En su lugar, cartulinas
plastificadas de colores con fotos de quita y pon, fotos de la persona que esta
dentro, fotos del lugar, y la palabra. ¿Es esto un mausoleo?.
A veces creo
que nos estamos transformando en zombis, en fantasmas que deambulan por el
castillo, un castillo en el que nada se moverá, nada cambiará, los azulejos
verdes, las puertas a juego y los techos blancos, desnudez pétrea, ventanas con
cristales irrompibles, sólo falta la insonorización para que no salgan ni los
llantos, ni los gritos,… las palabras nos las están mutilando. La risa está
prisionera, y quieren dejarnos sin memoria, sin historia, para construir un
nuevo mundo, en el que la sumisión es el alimento.
Cada
día reconozco menos, cada día descubro en el contenedor pedazos de esta
institución y me sorprende que sin ningún rubor, y con el silencio cómplice de
todas y todos los que vivimos otra época, se regalen trabajos del alumnado,
placas conmemorativas a extraños.
El barrido no alcanzará a todas las memorias, el
horizonte que pintamos Tere y yo sobre aquellas planchas de madera permanece,
la entrada a aquella casita que transformamos en orilla, en casa de pescadores
que bajo el faro sobrevive, aunque la pesca sea escasa y sea cada vez más
urgente navegar más lejos, para encontrar el sustento. Aquella pared en la que
creamos, junto con nuestros alumnos, una ventana a otro mundo resiste, y me
recuerda que estamos de paso, que nada permanecerá, ni siquiera este vacío,
esta oquedad que nos envuelve, saldremos a la luz, y crearemos de nuevo
aprovechando la sombra un nuevo personaje, una nueva narración. El origen del
títere es ese, la propia sombra.
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