OMBLIGOS
Nuestro
proyecto se abrió camino entre las pinceladas de Kandinsky, comenzamos a
contemplar cuadros del pintor y encontramos a María vestida de blanco, en su
reino de fantasías donde los príncipes no son azules, sino que son príncipes
que van soltando colores, al amparo de la calidez con que se les trata, Y así
el reino se fue ampliando a la luz de los ojos de sus habitantes y Carlitos
repartía títulos:
- María es la princesa, Marta es otra princesa, Eloy
el príncipe y ¿yo? ¿yo quien soy Encarna?.
- Tú eres el rey.
- El rey, el rey.- Repetía orgulloso, feliz. A
nuestro alrededor emergía el círculo, en los kiwis, en las naranjas, en los
columpios del patio, en nuestra boca, en
el iris de los ojos que ellos reconocían inmediatamente, en sus trazos sobre la
arena, sobre el papel, la cartulina, círculos que formaron con sus cuerpos, con
macarrones, con conchas, con telas, con el movimiento de sus cuerpos, para
volver al ombligo, a la primera herida, a la cicatriz que habla del
origen, del primer llanto, de la
incertidumbre, del miedo, seis dedos en un pie,… nada es como esperabas pero
están aquí, han llegado y tienen hambre.
Los
círculos se amplían, parece que estamos lejos, que hemos avanzado, pero en el
fondo estamos caminando en la onda expansiva de ese primer círculo, de ese
cordón que se cerró, que se anudó y se cortó, para separar a dos personas, para
enseñarlas a crecer una al lado de la otra.
Caminamos en círculos, mi camino me trae de nuevo aquí, para volver a
mirarme, para descubrir que en este círculo que se cierra puedo crear una
espiral, puedo rasgar esa inercia hacia lo concéntrico y girar en espiral,
girar, girar sin caer, controlando la velocidad, sin perder el equilibrio,
volviendo a mi ritmo a danzar, salir del laberinto, reconstruirlo,
transformarlo en espiral de luz. Y en esta danza los ecos me asaltan en la voz
de Noel que me repite contenta al verme:
- ¡Encarna
defender al alegría, defender la alegría!…gira
que gira la roda del temps, … Descubrimos en la forma geométrica la
posibilidad de crear, de construir nuestros círculos a los que titulamos
Ombligos y en el pasillo del primer piso abrimos otra ventana hacia la
independencia, hacia la conquista de nuestra voz, de nuestros deseos.
Deseamos
seguir transformando cada día, cada tiempo limitado en la cuadrícula, en excusa para compartir unas galletas, un zumo,
para dar vida a unos títeres que hablan sobre lo vivido desde el punto de vista
de otros, para crear colores complementarios, para pintar máscaras, para compartir la mirada de Hans y Leni sobre
los nubas, para abrazarnos, para acompañar al otro en el proceso de construirse
como persona…
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