TEATRO
El teatro es
casi como la vida, no es la vida pero casi. Una actriz tiene su cuerpo y su
voz, trabaja con eso. Estas son las palabras de Marisa, ella me enseña a hacer
teatro, me da junto a mis Medeas el alimento para seguir soportando este
periplo. Aprendo y recobro la energía que preciso para soportar enfrentarme a
otro día de desconciertos, sin sentidos, entre conspiradoras que inventan y
retuercen cualquier gesto, cualquier palabra para generar enfrentamientos
manifiestos.
La energía
que gastamos en protegernos de esos ataques, de esos anzuelos nos deja
exhaustas, y no es suficiente dormir para recuperarse de la incertidumbre. Pero
al menos la burbuja en la que vivimos en el primer piso sigue creciendo, sigue
flotando, mecida por los cálidos vientos del sur y nos lleva hacia la creación
conjunta de un nuevo proyecto, en el que unas telas de colores, unas canciones
que hablan de África, de emociones universales como el amor, y la presencia de
los niños, las niñas y nosotras serán el punto del que partiremos hacia algo
nuevo, desconocido, creado colectivamente.
La emoción
me lleva, es la primera obra colectiva en que creo con ellos, no a partir de
ellos, sino junto con ellos y ellas, es nuevo para mí. Y estoy atenta,
despierta a lo que va surgiendo.
El color,
debemos adentrarnos en los colores de ese cuento del que partimos como excusa y
el papel celofán nos permite crear una atmósfera, en la que discurrirá lo que
ellos quieran expresar. Comenzamos con el verde, con la esperanza de lograr
algo nuevo. La mano que se encuentra con otra mano, la mano que se acerca y se
aleja, que busca la fusión, la entrega, el intercambio amoroso para luego dejar
que sea otra mano la que juegue, la que sustituya, reemplace y acompañe,
modele, juegue, acaricie, comparta, intercambie y se despida lentamente, sin
brusquedad. Esas manos que necesitaron la ayuda de la mano de María para
colocarse y recolocarse en ese círculo en el que vivimos y tienen su espacio
todas las manos, las blancas, las morenas, las que acaban de vendar, las que
tienen las uñas comidas, las que arañan y pellizcan, las que están sucias, las
que se lavan con una insistencia obsesiva, las que agarran y desgarran, las
callosas, las deshidratadas, las que se vuelven garra, las sudorosas, las
torpes, las suaves… manos que
transformamos en bosque, bosque de abedules, frondoso, firme.
Afloraron los latidos de sus almas, los celos, la
necesidad de cobijo, de cariño, la libertad para moverse y girar, girar, llevar
él el ritmo, ser el derviche que marca el camino, reír, reír hasta revolcarse
en sus risas. Sonreír porque han vencido el miedo a una tela y ahora no es más
que un juego que él controla, con el que alejar y acercar a otra persona que
está atenta a su deseo, a su mirada.
- “Encarna ¿estas muerta?, ¿estás muerta?...” –
repetía mientras me zarandeaba, mientras me pellizcaba en la cara, tratando de
atisbar signos de vida, no cesaba de gritar: - “¿Estás muerta?”. Y Cris
repetía mi nombre, me llamaba y llegó incluso a darme una patada en la espalda.
Y cuando abrí los ojos como si despertase de un largo sueño, explotó en risas y
se abalanzó sobre mí arañándome gritando: - “¡Llora, llora, llora. !“ Y era
Eloy el que lloraba, cabizbajo pensando que me pasaba algo malo.
Al verlo en
el video al día siguiente la angustia de Eloy era tan patente que no era capaz
de entender que no era más que una forma de enfrentarse a la pérdida, a la
ausencia, a través del juego, para recuperar fuerzas. Entre sollozos, en mi
regazo me llamaba y supe que aquel fragmento se quedaría para nosotras, ya que
él no tenía porque pasarlo tan mal de nuevo.
¿Soy tan
importante para él?. Su madre nos dice que nos extraña los fines de semana, que
escucha el dibidibidee y se pone a llorar, pero quiere escuchar esa canción, y
que sale del hospital de hacer pruebas e insiste en venir al colegio, nunca
dijo que quería ir al colegio, y tiene que traerlo aunque sea para una
hora.
Él me da
mucha alegría, me devuelve al presente, al momento de ahora, ese ahora en que
nos miramos y hay tanta complicidad, tanto cariño que nos abrazamos y nos
besamos y no hay nada más en el mundo. No hacen falta palabras, un gesto basta
para entendernos, para saber lo que el otro necesita, lo que el otro quiere, y
celebramos el milagro de estar vivos, porque él es un milagro.
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