LABERINTOS
Los
movimientos son cada vez más rápidos, se deslizan entre los troncos que separan
una zona de recreo de otra, saltan sobre ellos y no llegamos a alcanzarlos,
corres, corres hasta que sientes el corazón en la garganta y entre las yemas de
los dedos se desliza el mandilón, te quedas como el botón, suspendido en el
aire unos segundos, mientras él sigue su carrera, hasta que le frena un caldero
con pintura, o un andamio por el que escala, raudo y veloz para llegar arriba,
arriba, a lo más alto. No hay percepción de miedo, no hay percepción de
peligro, no existe la posibilidad de caer, del dolor, de la sangre manando de
su cabeza … desde el tejado las nubes están más cerca. Desde la cumbre los
demás son puntos, insignificantes, hormiguitas que recorren sendas ajenas a tu
presencia,… ¿quién subirá arriba a buscarlo?.
Otras veces
tus ritmos se van acelerando a medida que sus gritos van incrementándose en
volumen: - Me pones nervioso. ¡Me estoy
poniendo nervioso!!! ¡¡¡¡Quiero matar a mi madre!!!!, ¡¡la voy a matar!!. ¡¡¡Y
a las monjas las voy a matar a todas!!!.
Los gritos se apagan con las primeras bofetadas que se da a si mismo,
y la garganta se cierra ante tu propio
temor a que esas patadas que lanza contra la pared, acaben en tu cara, en tu
vientre, y ese grito con el que comenzó amenazando se transforma en herida, hematoma,
fractura,…
La jaula está rota y es preciso contener. Un
nuevo espacio tras unos pantalones estropeados por la pintura se logra. Un
espacio en el que al menos la reja logra reducir las escapadas en las cuatro
direcciones, sólo hay un punto débil y la vigilancia es constante, permanente.
No hay más
huidas, pero hay agresiones, hay saltos inmensos en los que la angustia agita
la necesidad de abarcar al otro hasta hacerlo gritar, hasta que llore, mientras
la tierra es removida, lanzada. Cuando arrasaron el acebo hasta las lombrices
emigraron. – - ¡Quién fuera lombriz para partir!.
COMUNICACIÓN.
Escriben las
madres en la agenda pequeñas misivas reclamando más información sobre cómo se
produjo la gran herida que tiene su niño en la rodilla. Examinamos las rodillas
y no encontramos en ellas más que un raspón, superficial, que pudo hacerse en
cualquier parte, en cualquier momento. Y
pensamos que debería de ver los hematomas que tenemos, los tres puntos en la
ceja de la cuidadora, deberían de sentir el dolor en las muñecas que tenemos
por tirar de ellos, por frenar las sillas que a veces lanzan, deberían de saber
que hay tres maestras de baja, con un esguince cervical producido por sus
hijos. ¿Acaso nos va en el sueldo? ¿Acaso pagan a alguien aquí para recibir
agresiones?.
Otras en
cambio escriben en una cara:- “Ayer volvíamos a casa de la compra y leyó en un
coche POLO, él sólo, quiso saber que
decía. No veas como me prestó. “ Y en el
reverso aparece una lista: papel higiénico, lechuga, lejía, bastones del
oído, tomates, cebolla.
Y otras veces nos escriben:
- Hola María:
Ayer Eloy cantaba: Encarna jabibi, ¿Qué significa? Está emocionado con el
teatro, le encanta.
Y contestas: Hola Ana: Habibi es una palabra árabe
que significa mi amor, yo a veces la uso como muletilla, a veces como adjetivo.
Eloy habibi, mi habibi,… Nos da tanta
alegría. Un saludo. Encarna
Y al día
siguiente en la página siguiente Encarna me encanta tu respuesta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario