Siempre busca el espejo para bailar, para girar mirando en esa superficie que quizás sea la puerta hacia otra realidad hacia otro que aparece siempre ahí y se llama como él, pero no es él,… Sin embargo reconoce el mundo circundante, en el espejo. ¿En qué nos reconocemos?. ¿Por qué sabemos que la figura que aparece en el espejo somos nosotros?. Investiga, curiosea abriendo incluso mi bolso y juega con una compresa en el espejo, se pega a sus manos como el pañal que lleva, juega con ella delante del espejo, mirándola, buscando esa otra que aparece en esa ventana, ante el rubor del profesor de religión.
Me reconozco en la paciencia con que María va dando macarrones, uno a uno para ir insertándolos en el hilo del collar, en la risa que nos lleva a mover los títeres que hicimos juntas y cómo dimos vida a Florcita, a Don Titón,… te reconozco cuando creamos la historia de los “niños asesinos” con peces, tras la salida al acuario. Nos reconozco corriendo tú por un pasillo y yo por otro, buscando a Iván en una de sus fugas. Reconozco mi miedo a la pérdida del control cuando asustada me miras y me preguntas qué hago con él en los brazos sangrando, y te ofrezco mi visión de la mejor respuesta para él, y la haces tuya marchándote inmediatamente, sabiendo que de los demás me encargo yo, y no tienes que preocuparte de ellos.
Nos reconocemos en esas gracias que, nos damos la una a la otra por la reciprocidad con que nos ayudamos. En esa imagen no importa la derecha, ni la izquierda, en este espejo que somos tú para mi, yo para ti, se ve la fuerza de la alquimia, esa es la fuerza que nos habita a las dos, esa es la clave de nuestra supervivencia aquí. Es nuestro poder para transformar los deshechos en arte, en belleza, en rebeldía, en libertad, en emociones que abarcan desde la risa, al llanto, desde el agotamiento al asco, desde el pánico a la creación.
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