ÚLTIMO DIA
Llega el
final, y miras hacia atrás, un año duro, en el que hemos sobrevivido, con ayuda
del teatrillo, de esa flor de la esperanza que representamos varias
veces, y que ellos nos devolvieron repitiendo fragmentos de ella en las
esquinas de su tiempo, de forma inesperada despertando nuestra ilusión,
recordándonos que algo les llega, muchas veces más de lo que creemos, más de lo
que alcanzamos a evaluar.
Llegamos a
ese último día en el que no siento necesidad de mirar atrás, y salgo hablando
con un compañero, dejo atrás este lugar y me llevo momentos tan intensos,
miradas que son rutas por las que encontrarse, para saber quiénes somos y qué
vinimos a hacer aquí.
Recordaré la
mirada de María en esos momentos en que la desesperación te envuelve y emerge
el lado más visceral y tras verte en un gesto que te resulta ajeno, necesitas
volver a mirar esa parte tuya que es el contrapunto, en la que te reconoces y
necesitas verte en los ojos de la
compañera. María es el espejo que me devuelve la confianza, la serenidad, la
entereza, el perdón, que me lleva a sentir que esa parte mía es mía, pero
también hay otra parte sabia que puede contener el miedo en estado puro, las
reacciones animales y sustituirlas por otras más humanizadas. Una mirada entre
nosotras para acusarnos, juzgarnos y perdonarnos, para autocontrolarnos, para
volver a tensar la red que nos sostiene, una al lado de la otra, haciendo las
piruetas más peligrosas, pero sintiéndonos cada día capaces de generar espacios
de comunicación, de encuentro, de creación conjunta, colectiva.
Tejemos esa
red día a día, lágrima a lágrima, risa a risa, café a café, escuchándonos,
pintando, cocinando, llevándolos a todos de un lugar a otro despacito,
preguntándonos ¿Qué es lo siguiente que vamos a hacer?,…
Momentos de
confusión que se han resuelto con una mirada, compartiendo desde la
autenticidad, desde la desnudez elegante, natural con que nos mostramos y ellos
nos reconocen, nos hablan.
–“ No te enfades, yo os quiero mucho a María y a ti,
a las dos, ¿vamos a tú clase?. Te
quiero…”- Y le preguntamos porqué, para qué nos quieres, pero no le negamos la
caricia, el beso, porque tiene un abismo tan grande en su interior, tiene
tantas carencias tantos celos, que precisa elaborarlos, dejar que emerjan de
una forma que no provoquen más rechazo y así vamos esquivando pellizcos, y te
quieros, te quieros, te quiero, que llega a ser monótono, pero que habla de
carencias.
Carlos
dibuja por primera vez castillos, y personas, él ha entendido que necesitamos
una fortaleza que nos salvaguarde, ha plasmado ese castillo dentro del cual hay
ventanas, y estamos nosotras y ellos en el Ryad, en el jardín.
Somos el
jardín, somos el agua de la fuente, la flor del jazmín trepando sobre los
muros, expandiendo su aroma a lugares lejanos,… Son la tierra con la que
moldeamos cuadros, obras de arte, en el mercado de la vida. No hay jerarquías, no hay más poder que el
poder de la alquimia, que transforma la acidez de las lágrimas, en emociones
que nos llevan a abrazarnos, a reír, a seguir creando frente a los cataclismos
que nos tratan de sacudir, de separar.
Pero
seguimos reorganizándonos, reinventándonos cada día, porque el poder de los
vínculos amorosos, que nacen de un amor que respeta, sustenta y crea, pueden
superar las pruebas de la distancia y el paso del tiempo.
La red está
terminada, la red que nos sostiene, que nos alimenta está en el océano, y nos
proporcionará sueños convertidos en realidades, fuerzas para seguir luchando
por nuestros deseos, y tesoros que iremos descubriendo y compartiendo. Esta red
tiene unos hilos flexibles, invisibles, elásticos, que nos permiten capturar
aquello que deseamos sin quedarnos con lastres inútiles, y ajenos. Sólo tenemos
que contemplar lo que deseamos con claridad, mirarlo hasta el fondo, no
dejarnos engañar por reflejos, por ecos, por cantos de xanas, ni sirenas,
debemos seguir buscando la caracola, y seguir viajando moviéndonos hacia arriba
en esta espiral, y aunque vaya un paso por delante, María no debes olvidar que
mi mano está tendida y abierta esperándote, acompañándote, compartiendo la luz
que nos ilumina el siguiente paso.
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