El pajarito hace pío, pío, y Mario, en lo
que dura un giro para abrir el armario, se baja los pantalones y defeca en la
alfombra. Una deposición dura que la limpiadora retira al cabo de unos minutos.
La mañana discurre y de nuevo como cada día a las 14:00, por la megafonía
reclaman la presencia de Noé en la entrada.
¿Se irá a otro centro, a su casa?. Eso
creía hasta que al bajar la escalera, en un banco de la entrada una madre
sentada y sobre su regazo Noé, boca abajo, con el culo al aire, mientras ella
inyecta en un glúteo la insulina que precisa.
¿Cómo es posible?. ¿Acaso no hay baños?.
¿Acaso no hay despachos, salas que están a esta hora vacías para poder mantener
la dignidad?. ¿Cómo pueden decir que no desean hacerlo en otro lugar los
familiares y el niño?.
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