AUSENCIAS
A la entrada
no estabas con tu sonrisa apurando los últimos sorbos del café y las últimas
caladas, así que me fui hasta la puerta del autobús. Carlitos se lanzaban desde
arriba con los brazos abiertos y preguntando por ti, él me ayudo a llevar al
interior a todos nuestros niños, sólo Montse me ofreció su ayuda para llevar a
los cinco dentro. No veía tu coche y los subimos a clase, como siempre, unos
pendientes de los otros, andando y desandando el trayecto como cada mañana. Eso
sí, faltaban tus cálidos buenos días, y ellos preguntaban extrañados: -“
¿María, Maria?” –
Más tarde
vimos tu mensaje en el móvil, estabas en el médico. Subiste a vernos y decirnos
que tenías una semana de baja.
Se alejaban
de ti como si fueras a contagiarles por tenerte a menos de un palmo, y ante
tanto temor yo te di un beso en la mejilla.
Nos esperaba
una semana complicada, sin ti no podría Eloy venir a saludar, le dejarían
encerrado en su aula, con las fichas, fichas que él odio siempre.
Alguno se
despistó en los traslados y acabó en mi clase, esperándote, esperándome,…
hicimos malabarismos para poder encontrar momentos en los que poder encontrarme
con Eloy, con Carlos,… Gracias a Victoria que venía a sustituirte y dejaba la
tiranía de los fichas y como los niños, le decía a la maestra:- Nos vamos a la
clase de Encarna.- Los traía nos
abrazábamos y poníamos la canción de Luis Llach, la Roda, seguíamos pintando
círculos, viendo las imágenes en que ellos eran protagonistas, compartiendo ese
pincho de tortilla, las galletas,…preguntaban por ti, querían saber porqué no
estabas, y les dije que estabas con el ojo malito. Carlos quiso pintarte un ojito para que los tuyos se
curasen pronto, y palmeras que ellos me pidieron que te dibujara para ti. Así
nació esa productora nuestra, Ryad, el jardín,… así firmamos nuestros montajes
audiovisuales porque nosotras y ellos somos el jardín.
Esos días te
escribía mensajes cada tarde, contándote
cómo había ido el día, cómo habían ido desgranando otras comentarios
maliciosos que, hablaban de una forma de entender la educación como un proyecto
tan técnico, en el que no tienen espacio la elaboración de las emociones. Esa
semana fui consciente de la fuerza del vínculo que se había forjado entre
nosotras y tu ausencia era una carga difícil de sobrellevar, pero la cuenta
atrás estaba en marcha y volverías el lunes, de nuevo a la brecha.
En ese
tiempo me di cuenta que las islas que habitábamos se habían transformado en
una, gracias al puente que Eloy trazó entre nuestras dos, él creo la unión, él
y tu respeto hacia su necesidad de saludarme cada mañana, de venir a enseñarme
lo que iba haciendo, y éramos una sola isla, una tribu que dependía de las dos,
nuestra autoridad era reconocida por todos ellos, míos, tuyos, nuestros. Por mucho que quisieran atacarnos no tenían
elementos para poder herirnos, la transparencia con que actuamos, con que
compartimos nos elevaba por encima de los campos minados que debíamos de cruzar
cada día.
El fruto de
nuestro trabajo en común salía al pasillo de tu mano, me animabas a sacar, a
mostrar, tú y nuestras dos compañeras de pasillo, y así iba pensando en
responderte a tu eterna pregunta: ¿Qué hacemos después? Y tus manos gustosas,
bien dispuestas y sabias, trazaban los caracteres de esas palabras que brotaban
de mi interior, mientras ellos alrededor escupían, lanzaban piezas de puzzles,
se golpeaban, les caía la baba, pedían ir al baño, mascaban papel que les
obligábamos a escupir, lanzaban por la ventana lápices, pintarrajeaban la hoja
de papel, la mesa, al compañero, incluso a veces a nosotras también.
Luego las
familias emocionadas veían esos frutos que sus hijos habían realizado con
nuestra ayuda y orgullosa reconocías mi labor y la de todas las que, en el
pasillo de esta república independiente, tratamos de sobrevivir ante el absurdo
de una hostilidad ajena y contradictoria.
Formamos el
paraguas bajo el que nos protegíamos todas unas a otras, sin fisuras, sin
dobleces sin mentiras, sin malos entendidos.
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