Llaman a la
puerta y nos trae Eloy la luz del sol en una cartulina, un sol radiante y le
pido permiso para trazar un pedazo de cielo azul y una sonrisa en aquel sol que
me trae ecos de otras luces. Al cabo de unos minutos vuelve con las nubes que
anuncian lluvias, el agua pertinaz que se aloja en los cristales, la lluvia
silenciosa que nos enjaula en el interior de la institución. El aguacero
interminable en el que me deja pintar un rayo de tormentas intensivas que
alumbran futuros.
La puerta se
cierra y vuelve a abrirse, silencios y lágrimas en los ojos desbordándose. Se
acerca a mi, busca el hueco bajo mi pecho para acomodar su cabeza y buscar
caricias, besos, la suavidad que le tranquiliza. Grita: - ¡mamá! Y me busca
cuando le pegan, cuando le golpean, me mira y me siento impotente, desnuda,
¿Cómo evitarlo?.
Anticipar los golpes es difícil, no es tarea
sencilla, es posible correr a veces, es posible saltar en dirección contraria
alguna vez, estás sola con el Arnidol en la mano, como remedio.
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